~Capítulo 14~

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—¿Qué fue lo que pasó allá?

Miguel está histérico. No tengo idea del por qué le importa lo que pasó o no.

Después de lo ocurrido, decidimos que era mejor quedarnos en el departamento de Miguel.

—Amigo, haz silencio.

Ah sí, el no-rubio se ha quedado con nosotros. No lo iba a llevar a mi casa para que mis hermanos lo vieran así y le contaran a mamá. Es que se ve terrible, tiene la nariz y el ojo derecho hinchado y parte de su frente tiene un ligero corte debido a los anillos que estaba usando el hombre.

Así que ahora está quejándose de dolor a mi lado en el sofá de Miguel con una bolsa de hielo en su ojo hinchado. Después de todo no hizo falta que yo me tomara a molestia de dejarlo con un ojo hinchado, terminó así de todos modos.

Hace unos minutos atrás le he avisado a Rose lo ocurrido. Para mi suerte lo tomó con calma. Menos mal, un drama más y me lanzo por las escaleras de este condominio.

—Esa es la cosa más bizarra que pudieron haber hecho. ¿Cucarachas? ¿En serio? —se queja Miguel.

Me levanto y me dirijo a la habitación de invitados para cambiarme esta ropa de pingüino. Para mi suerte, Miguel no me sigue, solo se sienta a lado de Klein y segundos después, los escucho reír.

Y luego la loca soy yo.

Una vez vestida con ropa cómoda, regreso a la sala.

—Tu mamá llamó.

Miguel me pasa el teléfono que había dejado en la mesita de centro después de avisarle a Rose.

En efecto, tengo tres llamadas perdidas de mi madre.

—¿Por qué no me la pasaste?

—Lo tienes en silencio, me di cuenta cuando estaba a punto de colgar.

No tengo nada que decir en mi defensa. La mayor parte del tiempo lo tengo en silencio.

Que raro que mamá me llame a esta hora. ¿No debería estar en su trabajo? Es más de medio día.

Llamo a su celular, de inmediato la línea se inunda con un saludo muy animado por su parte.

—Mamá, ¿estás bien?

Sí, cariño. ¿Por qué no lo estaría?

—¿Por qué me llamabas?

Ven a casa. Hay algo que tengo que decirte.

—¿Segura que estás bien?

Ven a casa.

Dicho eso con un tono más exigente de lo normal, cuelga. Es mejor ir a casa, no quiero problemas con mi madre.

—Me voy.

Recojo mis cosas bajo la atenta mirada de los chicos. Ellos se miran entre ellos sin comprender.

—¿Le sucede algo a mamá Tania? —pregunta Miguel, preocupado.

—No, solo me pidió que fuera a casa.

—¿Y te vas sin nosotros?

Klein me recrimina, por querer levantarse, hace una mueca de dolor y vuelve a acomodarse en el mueble.

Me ubico frente a ellos.

—Tu no te puedes ni mover —Señalo a Klein —Y tú, tienes que llevarlo a su casa. —Señalo a Miguel.

—Pero no quiero ir a casa —Se queja el no-rubio.

—Me da igual lo que quieras. Mi familia no puede verte así.

¿Y si nos casamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora