Confesiones

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Todos tenemos ciertos hábitos y pequeñas manías que hacemos sin darnos cuenta, como fruncir el ceño cuando estamos concentrados, jugar con nuestras manos cuando estamos ansiosos o morder nuestro labio inferior cuando algo nos molesta. Todos esos pequeños detalles son los que Barry ha notado en el corto tiempo que lleva conociendo a la doctora Caitlin Snow. Una mujer con tanta fuerza, que ha logrado salir adelante a pesar de las tragedias de su vida, y vaya que Barry sabía de tragedias, habiendo perdido a sus padres a corta edad.

Aquella mañana, cuando Caitlin le explicaba acerca de las células de Shawna Baez y Clyde Parker, Barry notó que su doctora personal se encontraba perturbada por algo, y lo que sea que fuese, él estaba decidido a saberlo. Porque algo que él mismo no había notado, era su reciente necesidad por saber, en todo momento, que Caitlin estuviera a salvo, y no era para menos, sobre todo después que haya sido secuestrada por estar involucrada en la vida de héroe del forense. Debido a eso, no pudo dejar pasar por desapercibido la manera como la doctora tenía una posición tensa, sin mencionar, la forma en la que mordía su labio inferior, acto que provocaba que el corazón de Barry diera un vuelco, no solo por lo sexy que le parecía, sino por el hecho de que aquel gesto era un claro indicador de que algo molestaba a la bella doctora y él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por hacer desaparecer aquella molestia.

Cuando Barry la confronta, Caitlin le dice la verdad a Barry sobre aquello que la aqueja y él no puede evitar la sonrisa que se forma en su rostro y hasta la embroma por un momento, sabiendo bien que él tiene el mismo problema que ella, no tiene vida social.

Esa misma noche, Barry llama a Caitlin para saber qué lugares frecuentaban Shawna y Clyde en el pasado, teniendo la idea que quizá, ambos fugitivos quisieran revisitar aquellos bares. En el momento en que Caitlin se ofreció a acompañarlo, Barry no supo qué pensar. Si bien, era buena idea para la misión no ir sólo, no sabía que tan buena idea era salir con Caitlin en una cita. Por su puesto, era una cita de trabajo, pero ya tenía a Joe y Cisco fastidiándole todo el tiempo con el hecho de que, según ellos, a él le gusta Caitlin, si se enteraban de esto, no lo dejarían en paz nunca. Además, ¿qué pasaría si ella conocía a alguien más aquella noche? ¿estaba seguro de poder soportar que ella lo dejase para ir con otro?

Muchas cosas pasaron por su cabeza, sin embargo, pronto se encontró a sí mismo esperando en aquel bar a que su doctora personal llegara, se sentó en una mesa y pidió un solo trago, no que este le fuera a hacer efecto, puesto que, para su mala fortuna, con la súper velocidad venía incluida una alta tolerancia al alcohol y no estaba seguro de si aquello era algo bueno o malo.

La bioingeniera cruzó las puertas de aquel bar con seguridad, esperando estar vestida apropiadamente para la ocasión y anhelando poder pasar una noche divertida con Barry, para variar, sabiendo bien que ambos lo necesitaban. Cuando se percató de la reacción del forense, no pudo evitar sentirse un poco cohibida.

"¿Qué?" preguntó, mirándolo a los ojos.

"No... nada" titubeó con nerviosismo, "te ves muy... muy linda" le dijo, pasando su mano sobre su brazo opuesto.

"Gracias" respondió sonrojada, "no siempre me visto como directora de secundaría"

"Tú, tú no te vistes así, me gusta tu ropa" empezó a balbucear, "la de hoy y la de todos los días, estoy seguro de que te verías linda con cualquier cosa que te pongas"

Caitlin se sonrojó aún más, y agradeció que las luces del lugar no fueran tan intensas, de ese modo podría ocultar, al menos un poco, el hecho de que su cara parecía un tomate.

Luego de un rato, de conversaciones, risas y varios, varios, tragos, Caitlin encontró el valor de subir al escenario y arrastrar a Barry con ella para cantar juntos. La canción no podía ser más precisa.

𝒮𝓃𝑜𝓌𝒷𝒶𝓇𝓇𝓎 𝓈𝒽𝑜𝓉𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora