𝔲𝔱𝔰𝔣 | ❛Pues que nos maten a los dos❜
En un mundo tan difícil y duro, Adhara Snape aprende que el amor no es tan cursi como ella creía. Se da cuenta de que no está tan sobrevalorado y que puede llegar a ser algo precioso.
O eso fue lo que Cedri...
26 de diciembre de 1993; primer aniversario como novios de Adhara Snape Malfoy y Cedric Diggory.
El día que Cedric Diggory se atrevió a decirle a su mejor amiga que estaba enamorado de ella fue un veintiséis de diciembre de 1992. Aquel año había dado su primer beso, Adhara también, y había sido entre ellos dos.
Aquel abrazo que sus labios tuvieron dejó a Cedric Diggory durante casi dos meses pensando demasiado. ¿Qué debía hacer? ¿Tenía que decirle a su amiga lo que sentía? ¿Volver a besarla? ¿Pedirle ser su novia?
Tan solo era un niño de catorce años que no tenía ni idea de amor. Pero que unos años después le juró a su primer y último amor que lo descubriría con ella.
O tal vez no debía decir nada ¿Y si la asustaba? ¿Y si dejaba de ser su amiga? ¿Y si ella no sentía lo mismo que él?... ¿Y si no volvía a besarla?
Menos mal que el día siguiente de navidad se levantó temprano, se coló en la sala común de Ravenclaw, se coló en la habitación de la rubia blanquecina y la despertó entre susurros nerviosos.
Menos mal que aquel día Adhara no se despertó con un buenos días si no con un: —Creo que estoy enamorado de ti...
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ADHARA
Miré mi reflejo en el espejo: Un vestido negro ceñido y elegante envolvía mi cuerpo con elegancia; el escote en V hacía resaltar tanto mis pechos como mi rostro, pero de forma sutil, y las mangas me llegaban hasta los codos. Me puse mis botas y mi collar favorito: una cadena de plata con un pequeño diamante de color azul, regalo de cumpleaños de Cedric.
Lo mejor de toda la vestimenta: que pertenecía a mi madre. Menos mis botas, esas sí eran mías.
Acomodé mi pelo blanco, que me lo había dejado suelto, y bajé las escaleras de mi habitación mientras guardaba mi varita en mi bota. Mi padre estaba sentado en un sillón, leyendo el periódico.
—¿Ya te vas? —preguntó sin despegar su vista del periódico.
—Sí —respondí— ¿Y madre?
Él se encogió de hombros— En la biblioteca, supongo.
