En un mundo de vidas perdidas, existen almas que necesitan ser escuchadas.
Seres que anhelan que su voz promulgue ese grito que los saque del abismo, que alguien baje una estrella que alumbre su camino.
Podrían ser muchos, podría ser yo...
Podría...
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Cruzamos por la plaza central, por mi trabajo, por la escuela de los niños y hasta por la oficina de Harry. Parecía que era cierto su conocimiento del lugar. Pero ¿No sé supone que me conduciría en otra dirección? Esto lo veo a diario.
- ¿A dónde vamos? - vaya hasta a mí voz parece agradarle el sujeto, quien no se detuvo a mirarme o detener su marcha.
- Un lugar donde estarás mejor. - sin nada más que ofrecer mi lengua se volvió quieta de pronto, así que continuamos el trajín.
Unas cuadras más y nos detuvimos frente a mi edificio. Eran las 5:15 pm, hora en la que acostumbro llegar a casa. Esa también se convertía en la hora en la que sumergida en mis tormentosos secretos, descansaba del mundo. Era una lástima que las píldoras no continuaran en lo suyo.
Tomamos las escaleras. No veía ningún sentido exaltar el agotamiento, pero mis pies solo imitaban sus solemnes acciones.
- El uso del ascensor no será necesario. - respondió leyendo mi mente con voz cauta y serena.
Piso 1... piso 2. El tercero es el mío, pero a mi voluntad no le apetecía detenerse. Piso 6... 9... 10.
¡Vaya! Suspiré hacia mis adentros al descubrir la estupenda vista que se abría ante mis ojos. Una en la que el imponente viento, solo hacía reaccionar a mí pelo.
- ¿No te sientes mejor?
- Aún no. - la ausencia de mi raciocinio emitió su respuesta.
- Entonces quizás necesites acercarte un poco más a la orilla. - una perniciosa sonrisa se pronunció en su ser.
Mi corazón latía con menos sazón. Su voz mantenía una eterna e irrompible hipnosis sobre mi, por lo que no le fue difícil a la razón hacerle caso. Entonces, embebida por su inescrupulosa presencia, camino hacia la orilla y asomo la cabeza.
- Mira como están todos. Ocupados en sus afanes. Ahí abajo solo te estresas mucho más. -exclamó excitado. - Mejor quedarse aquí y jugar con el impetuoso viento.
Era verdad, parecían hormigas en pleno apogeo. Buscando satisfacer su hambruna aunque tuvieran que maltratar a cualquier intruso. El mundo se vuelve mezquino cada vez más.
- Además, allá abajo nadie puede verte. Solo estarías ocupando un espacio más.
Mis ojos desorbitados le miraron con fuerza.
- No te sorprendas, - replicó con sorna. - Sabes que nadie te necesita.
De pronto, sentía escozor en mi garganta y humedad en mis ojos. Quería gritarle que se equivocaba, pero no podía. A este paso, mi voz yacía extinta.
- Pero no me mires así. - agregó. - Aquí, no necesitas que alguien te vea. - se echó a reír con maligna fortaleza. - Hasta puedes hacer lo que quieras, como por ejemplo - se acercó a mí oído. - ... caminar en el vacío.