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No sé cómo me las apañé, pero conseguí omitir a todos y aparecer en casa a tiempo para encerrarme en el único lugar podía sentirme a salvo

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No sé cómo me las apañé, pero conseguí omitir a todos y aparecer en casa a tiempo para encerrarme en el único lugar podía sentirme a salvo... Mi baño.

Lavé mi cuerpo y mi rostro, retirando todas las impurezas del día y reanudando aquellas marcas de la noche.

Afuera, el jugueteo de Danny, acompañado del ronroneo de Milú, cantaban para mí.

Debía tener cuidado ...

Aunque me consideraba una buena madre, a ciencia cierta era una mala mentirosa, mucho en verdad. Por lo que evitaba a toda costa despertar el alma pura y curiosa de mi pequeño ángel. A sus cinco años, merecía seguir pensando que vivía en un castillo, donde su Mami era la Reina y su Papi el Rey... El Dulce Rey, tal cual él le llamaba.

Con cuidado, salí de mi habitación vestida con uno de mis habituales disfraces que me habían ayudado durante mucho tiempo, no obstante, el día de hoy la actuación no podía durar mucho más.

Todo sucedió en cámara lenta:

Milú destruyendo mis productos de maquillaje, mientras Víctor impaciente, se adentraba en la habitación.

No había mucho que sacar de esta ecuación, mi ser aturdido más su alarmante presencia solo daba como resultado una sola cosa = Peligro.

- ¡Pero qué es este MALDITO DESASTRE SANDRA! - gritó escandalizado.

Nunca estaba preparada para estas cosas. Debería estarlo, pero su compañía no me dejaba muchas neuronas en estado funcional. Con solo mirar sus ojos mi mente procesaba que nada bueno podría suceder.

Temblorosa tomé a Danny y lo llevé a la sala de estar con la misma excusa de todos los días, aquella lastimosa vieja confiable.

- Cariño, papá y yo jugaremos a ver quién grita más fuerte. ¿Puedes quedarte aquí afuera un momento? - tan tierno y obediente como siempre esbozó una dulce sonrisa y fue por sus juguetes a su habitación. Mientras, yo tragaba fuerte y profundo para entonar mi rutinaria odisea.

- ¡Eres una Inútil! - hoy comenzó ligero. - ¿Cómo pretendes que yo llegue a casa y encuentre este desastre?

No respondí. Recogí con nerviosismo y a la vez con una agilidad impensable, cada trozo que quedaba en el suelo. Era definitivo, necesitaba comprar maquillaje.

Víctor siguió gritando y echándome en cara que su día estuvo de malas y que yo tenía la culpa. En mi mente, se reflejaba el deseo de gritarle y decirle que parecía disco rayado, que el hastío de la situación ya era demasiado grande, pero, la última vez que intenté reclamar, una mancha purpurina apareció en mi hombro. Le hice creer a Danny que era una "pintura especial", pero cómo podía convencer a mi cuerpo de tal cosa.

Al notar mi inexplicable y temblorosa serenidad, me tomó por el cuello y me acercó a su cuerpo con su habitual brusquedad. Mi corazón corría por su vida, queriendo escaparse de mi pecho.

- Hoy me apetece una mujer que esté bien buena.

Me miró de cabeza a los pies con su imponente lascivia y de un tirón terminé rebotando en la cama.

- Por favor... - el miedo se asomó por la ventana haciendo que mi pobre súplica me delate. No quería evocar la repulsión que me causaba pensar en mi cuerpo siendo azotado por su desenfreno y desquiciada lujuria. No obstante, retomó su mirada hacia mi cuerpo con evidente aversión logrando que sus burlas hicieran eco en toda la habitación.

- No seas ridícula. - escupió. - En cualquier esquina encuentro algo mejor que tú.

Cualquier otra mujer pudiera sentirse herida, sin embargo para mí, constituía un alivio al corazón. Sin más que agregar se dio la vuelta, tomó su abrigo y salió dejando escapar un fuerte portazo.

El espejo de la habitación me miraba con tristeza reprochándome en silencio cómo pude llegar hasta aquí. Cómo pude caer tan bajo. Quise demostrarle que sí podía salir de este hoyo, pero el chirriar de mis cadenas ahogó mi ilusión. Estaba en lo más profundo de un pozo, perdida, tal vez sin esperanza. 

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