Alucinando

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La soledad es una mierda cuando no la sabes controlar, ni siquiera es algo que te consuela, solo te jode con ideas y recuerdos que acaba con la paciencia.

Necesito despejar este estúpido cerebro, he tenido tantas jodidas ganas de morir, tal vez sea correcto en estos momentos.

Así que decidí acudir con Cardi.

—quiero acabar con esta mierda— expresé sin ganas.

—¿Cuál de todas?— caminó hacia mi, —no te voy a dar un arma—

—No, solo quiero despejar toda esta mierda de mi cabeza—dije girando los ojos.

Se giró a buscar algo entre su almohada, se dio la vuelta y me observo con una sonrisa de oreja a oreja, las cejas levantadas, mostrándome una bolsita de cocaína.

Lo miré atónita, ella me continuaba insinuando la droga.

—Solo un polvazo— estiró la bolsa hacia mis manos.

—Pero es horario de guardias, pasaran y me verán aspirando— dije dudosa.

Se aproximó a mi oído y susurró— el cuarto de lavado—

Como vio que seguía inmóvil, me dio la vuelta y me empujó hacia la salida.

Caminé un poco asustada, no quería que los imbéciles de los guardias me vieran y me dieran un castigo, y mucho a Cardi.

Llegué al cuarto de lavado, acomodé el contenido en una mesa, así que acerqué mi cara para aspirar.

¡Ay, Dios!, Esto se sentía jodidamente bien, todo se tornó maravilloso, alterado, colorido.

Mejor.

Hasta que fui interrumpida por una voz—¿Qué demonios estás haciendo?

Era Dua, ella siempre se quiere meter en mis asuntos.

—¿Estás aspirando cocaína?— me reclamó, tiró la bolsita al piso.

—¿Acaso eres estúpida Dua?—, reclamé con los ojos muy abiertos, el ceño fruncido y muy drogada.

—Lo hago por tu bien—

—Jodete Dua—

—Quiero que estés bien— dijo casi como un susurro, se escuchaba triste y preocupada.

Me apresuré acorralar en una pared cercana, la tomé del cuello.

Demonios hasta asustada se ve jodidamente sexy, sus labios carnosos pidiéndome que la besé, sus ojos hermosos que reflejaban angustia, su mandíbula temblorosa, era hermosa.

—Sueltame—exigió nerviosa.

—¿Quieres saber cómo estaría bien?— pregunté molesta, ocultando mi seducción.

Me acerque a su rostro a solo unos cuantos centímetros, mi lengua rozó sus labios.

Su expresión se relajó, ahora no solo estaba nerviosa, estaba sorprendida.

Dua separó sus labios un poco, como si fuera a decir algo, pero no dijo nada, solo me observó, esperando mis movimientos.

Mi boca se apresuró a besarla, no era suave, era necesitado, hambriento. Nuestras bocas se movían al mismo tiempo, al principio se contuvo.

Se separó del beso—no es correcto—

—Para mi, es perfecto— lo dije así como un susurro seductor.

Tomé su cintura y la acerqué más a mi cuerpo, mi rodilla subiendo lentamente entre sus muslos.

Mis labios bajaron hasta su cuello, dejando besos y mordidas húmedos, mi mano que estaba en su cuello bajó hasta sus pechos, dando pequeños masajes sobre las prendas, pero eso no fue impedimento para ninguna.
Fue como si hubiera leído mis pensamientos y comenzó a quitarse la camiseta.

Prisoner / Dua Lipa y Angèle. Dua Donde viven las historias. Descúbrelo ahora