Capítulo Seis: La verdad sobre la piel marcada.

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Anten... Ese nombre resonó de manera multiplicada en la cabeza del joven Fumus, quien pensó por un momento quién podía ser esa bestia contaminada. Le sonaba, no iba a negarlo, pero... ¿De qué? Observó al pálido ángel, quien aún temblaba con levedad ante la presencia del otro. No tardó en acariciarle con suma delicadeza la mejilla, algo terriblemente extraño a manos del contrario. Incluso un leve brillo volvió a la mirada del rubio ante aquella suavidad, girando la cabeza para encontrarse con el rostro de su cazador, una expresión que no se esperaba. Fumus parecía preocupado, incluso su mano se agitaba con una casi nula intensidad. No era preocupación, era una rabia oculta bajo aquel sentimiento.
Al separar la mano, simplemente dio un paso hacia atrás y volvió a su postura dominante. Tomaría de nuevo el tema por el que había venido.

- Te encargué algo, ¿cierto?

El rubio tragó saliva por un momento, intentando recordar a qué se refería el contrario, hasta que cayó en la cuenta. Metió la mano dentro de su bolso, sacando una funda de plástico. Dentro de aquella funda estaban los papeles que tanto ansiaba aquel denominado Dios. Con ellos, controlaría el tiempo libre del jovencito dentro de la institución, que era exactamente lo que buscaba. Deseaba el control completo del joven, lo adoraba y necesitaba que fuera suyo para siempre. Antes sentía que el angelito se le escapaba como agua entre sus dedos, pero desde que pudo acceder a él de todas las maneras posibles, poco a poco ese agua se solidificaba.
Prácticamente le arrancó aquella funda de la mano, observándola por un momento antes de abanicarse con ella como si le quitase importancia, pero realmente estaba ansioso por entregar aquellos papeles. Con ello, Taffy estaría obligado a pasar la media hora del receso entre cuatro paredes con su abusador y a saber quien más. Era odioso para él, y mientras más lo pensaba, menos ganas tenía de asistir a clases. Pero debía seguir adelante con sus estudios y escapar del lugar lo antes posible.

El trámite fue exitoso, haciéndose en lo que sobraba de tiempo del receso. El angelito seguía a aquel joven como un animal sin dueño, con la mirada clavada en el suelo y arrancando parte de la piel alrededor de sus uñas ante el nerviosismo. No sabía qué iba a pasar con él, su tiempo estaba tan ocupado pensando en cómo aquel hombre le torturaría que apenas tenía tiempo para sí mismo. Ni siquiera para pensar en aquellos ojos color oliva que tan olvidados habían quedado en su mente.
El pelinegro caminaba por los pasillos, buscando el aula de su club en los cinco minutos restantes. Todos observaban a aquel dúo, comprendiendo ahora el cambio tan repentino de un estudiante tan aplicado como Taffy. Mientras, éste solo penzaba salir ileso y acudir a clases, pero Fumus tenía otras intenciones.

- Entra.

Dio la orden, clara y en alto en cuanto abrió la puerta. No había nadie pero parecía todo muy ordenado y... ¿Decorado? ¿Con dibujos de retratos de aquel enano? No podía creer que tuviese su propio de fans... Pero tampoco quiso verlo así. A la izquierda, las estanterías estaban repletas de libros sin usar y de mucho material de pintura, además de varias sábanas usadas en el suelo, manchadas con pintura. En la pared central, la luz entraba a través de los bonitos y cuidados ventanales. También habían un par de mesas juntadas para recrear una mesa de reunión, con varias sillas. A la derecha, muchos lienzos se encontraban esparcidos por el suelo, un par de caballetes vacíos exceptuando uno, el cual estaba tapado con una sábana. Mantenía un lienzo debajo, sí, pero nadie sabía su contenido por el momento. Taffy quedó asombrado con el lugar puesto que se esperaba lo peor, pero tan solo tragó saliva. Ya existía el club de arte, ¿entonces...? Compartía con alguien más, eso estaba claro. Era imposible que aquel macarra dedicara un poco de su tiempo en pinturas.

Mientras el rubio seguía ensimismado, su atención fue captada por aquel lienzo tapado. Su curiosidad le hizo caminar hacia él, queriendo destaparlo. Sentía que le llamaba, que escondía algo que necesitaba ver.

- Siéntate, Taffy.

Habló Fumus, observando cómo el rubio se detenía en seco. No tardó en dar media vuelta para sentarse en una de las sillas tal y como se le había ordenado. El otro tan solo se sentó sobre la mesa, mirándole fijamente, como si quisiera sonsacarle la información con tan solo una mirada, pero el rubio no comprendía, notándosela incomodidad y confusión en aquel silencio. El otro no hizo más que suspirar, un tanto molesto por la situación puesto que tendría que ser él quien hablase primero. Carraspeó, una mirada tan afilada como una cuchilla.

- ¿De qué conoces a ese tipo? ¿Quién es? ¿Por qué se te acercó como si nada, eh?

A cada pregunta que hacía, más alterado parecía y el rubio no comprendía eso, su cuerpo tensándose ante el alto tono de voz. ¿Por qué le interesaba el nuevo estudiante? No parecía que le importase la persona, sino más bien la relación con él. La mirada del rubio iba de un lado a otro intentando evitar el contacto visual, por lo que terminó agachando la cabeza, comenzando a hablar de manera pausada y vibrante, como si estuviese a punto de llorar. No quería, no deseaba más golpes, por lo que no tardó mucho más en hablar.

- Él... Él es un antiguo c-compañero. Era bastante problemático, se metía en muchos líos... Tenía una pandilla también.

- ¿Y las vendas en su cuello? -Interrumpió el pelinegro.

- ¿Eh...? -El jovencito alzó un poco la cabeza, sorprendiéndose de que le interesara aquello. Pero no encontraba un "por qué". ¿Tanto necesitaba esa información? ¿Por qué le era útil?

- Sí, habla.

- Su cuello... Las heridas de su cuello... F... Fui yo.

El rubio escupió aquellas palabras con miedo, comenzando a temblar. No quería recordar nada de lo anterior desde que puso un pie en aquella academia y, aún así, aquel Dios lo estaba exprimiendo. Iba a seguir hablando pero por fin sonó la campana, el rubio tomando sus cosas y marchándose corriendo del aula.

- ¡Espera! ¡Taffy, joder! ... Que no es para tanto, hombre...

Suspiró, sin saber por qué las reacciones del otro. Era tan obvio que las personalidades de ambos eran tan distintas... ¿Tanto le afectaba hacerle un rasguñito a alguien? ... Ah, un auténtico ángel, sin duda alguna. Le volvería a preguntar más adelante.

Convéncete, luego convénceme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora