¡Especial 1!: (Adauchi x Emalf) Lo que uno hace por amor.

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Emalf era un estudiante de notas rebuscadas, apenas hacía los trabajos que se pedían en clase además de que no hace falta decir que se dormía en prácticamente todas las asignaturas. Pero aún así aprobaba de manera curiosa, y es que para ello ocupaba de una ayuda externa: su mejor amigo. El nombre de ese chico de gran ayuda era Adauchi, quien era muy diferente a Emalf tanto en estudios como en comportamiento, era bastante competente y su actitud era adecuada.
Ambos mantenían una vida normal en los dormitorios que la academia ofrecía, una habitación al lado de la otra, y eso... Fomentaba la relación de ambos en varios ámbitos, tanto a la hora del estudio como a la unión de su amistad. No eran una pareja, pero la curiosidad e inquietud de un cuerpo joven les llevó a probar distintas acciones en el cuarto de Adauchi.
Uno de los aspectos más representativos de Emalf era su facilidad de componer partituras, por ello había formado un club donde el aspecto principal era el crear una banda, de género Rock'n'Roll. Era el guitarrista, le encantaba expresar sus emociones a través de la música y del fuerte movimiento que podía causar. A su suerte, tenía dos miembros más en el club: una batería llamada Froze y una bajista llamada Yosafire, o más bien conocida también como el primer amor de Emalf. Era un completo stalker, conocido por este hecho y no por la buena música que tocaba ya que meses atrás las fotos de su querida bajista quedaron expuestas tras caer de su taquilla escolar. Nunca tuvo la intención de rendirse hasta que la de cabellos verdes tuvo que confesarle que mantenía una relación en secreto con la rubia. Por lo tanto, estaba solo en su propio club, sintiéndose terriblemente mal cada vez que había que asistir. Pero los sentimientos de Emalf eran tan confusos como sus notas aprobadas, ya que su amor latía por Yosafire, pero más latía por aquel rubio para nada idiota.

Dejando humildades y presentaciones a un lado, Emalf se encontraba sentado en el borde de la cama de su mejor amigo, completamente desnudo. No tardó en soltar un largo suspiro. Extrañamente aún no había tomado las gafas del escritorio, algo parecía preocuparle. Adauchi tuvo un mal presentimiento sobre aquello, por lo que se colocó la ropa interior y agarró las gafas por su cuenta, colocándoselas al pelirrojo para después darle un tímido beso en la frente.

- Oe, ¿qué te pasa? Sueles quejarte después del sexo porque "duele contra el escritorio", o tal vez porque "en la cama hay poco espacio", o porque-

El rubio recibió un suave puñetazo en el estómago por parte del joven de gafas, soltando una leve risa después. Le hustaba molestarlo pero no había surgido efecto, así que tan solo de puso de cuclillas frente a Emalf, escuchándole hablar. Estaba dispuesto a oir sus lamentos como muchas otras veces.

- Bro. Cuando estás estudiando, o tal vez con los apuntes de clase... Sueles cantar. Y tienes un buen rollo, ¿sabes? Tu voz es b-bonita. Entonces, quería pedirte qu...

-Ni de coña. - Interrumpió el rubio sin siquiera sentirse mal por ello.- No me gusta cantar en público y lo sabes. Mira, sé lo mucho que amas la música, tocar la guitarra y todo eso de estilo musical, pero no puedes arrastrarme a esto... ¿Entiendes? Te he sacado de muchos líos, Emalf. Pero ahora quieres arrastrarme a uno bastante gordo.

Emalf sabía que el rubio tenía razón, por lo que sin decir nada se levantó de la cama, cogió su ropa vistiéndose con un profundo silencio en el ambiente y se peinó con las manos. Palmeó la espalda de su mejor amigo y salió de aquel dormitorio para volver al propio. Adauchi se quedó en blanco, pensaba que el otro le lloraría un poco para después él aceptar la propuesta pero...
Los siguientes días todas las veces que Adauchi saludaba a su querido "bro" o intentaba hablar con él, éste tan solo lo ignoraba o caminaba rápido para alejarse lo antes posible. Adauchi no soportaba ese carácter tan infantil, odiaba cuando su mejor amigo se comportaba de esa manera por una simple idiotez como una banda de música. Llegó a un punto en el que no soportaba la situación y, en el receso, abrió la puerta del club de música. Froze colocaba y ajustaba la batería, Yosafire probaba el sonido y profundidad del bajo mientras compartía sonrisas con su querida pareja y Emalf estaba sentado en una de las sillas, haciendo sonar una triste melodía en su guitarra en cuanto sus largas uñas chocaban con las cuerdas. Adauchi estampó el  formulario del club contra la mesa, escrito y firmado. Cierta adolescente de cabello rosado, bastante amiga de aquella coqueta parejita, le había contado la situación al rubio ya que era bastante... Cotilla. Le había comentado que Emalf se sentía solo y rechazado, además de que sus verdaderos sentimientos hacia el rubio comenzaban a florecer. Por último, el pelirrojo pensaba en disolver el club y centrarse un poco más en los estudios.
El rubio conocía mejor que nadie a ese cabezota, por lo que sabía que eso tan solo perjudicaría los mezclados sentimientos de su amigo y... Lo quería demasiado como para tener que verlo decaído todos los días. Tal y como su mejor amigo, el aprecio comenzaba a convertirse en verdadero amor.

- ¿Qué... Necesito cantar en esta p-porquería de club? -Preguntó el rubio, algo avergonzado.

Emalf dejó de tocar, levantándose y colocando la guitarra contra la pared de manera que no cayese. Prontamente se abalanzó de manera cariñosa sobre su mejor amigo, fundiéndose ambos en un cálido abrazo. La felicidad inundó a Emalf de repente, algo contagioso para el rubio quien finalmente sonrió.

En aquella noche tocaría complacer al rubio. Daba igual todo lo que aguantase Emalf que Adauchi siempre necesitaba más y más. Pero aquella noche sintió que una segunda ronda sería pago suficiente para el gran favor que el rubio haría en el club, un cantante con una voz que cautivaba y endulzaba a aquellos que le escuchaban.

... A la mañana siguiente Emalf no asistió a clase. En cambio, Adauchi sí, y emanaba un gran aura agradable.

Convéncete, luego convénceme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora