Capítulo Tres: Sin escapatoria.

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La azotea era un lugar prohibido para todo aquel estudiante que siguiese las normas de la academia, pero como era lo más normal, no todo el mundo cumplía dicho reglamento. De todas maneras, no todos subían a la mencionada azotea ya que era tomada como un cementerio por todas las víctimas que se había cobrado; aún así el silencio de la academia guardaría esas muertes.
Una vez en la azotea a solas con la chica, ésta le explicó de manera sencilla al rubio el porqué de su cambio al turno de la tarde. Por supuesto que era una excusa elaborada para el hilo de mentiras que debía inventar por culpa de Fumus, pero no tenía de otra; sabía que su amigo era tan frágil como una rosa de jarrón, alimentada de simple agua sobrante. Le explicó que debía cambiar su turno por problemas variados en casa, donde todo estaba tan confuso que decir los dichosos problemas solo complicaría la conversación. Por ello debía permanecer en casa por las mañanas, para ayudar e intentar calmar ese ambiente oscuro. También añadió que había ido solo a recoger el dichoso papeleo del cambio para rellenarlo lo antes posible y no seguir perdiendo clases. Finalmente mostró una sonrisa incómoda, un claro acto de que escondía una gran verdad. Eran incontables las veces que habían hablado de los peligros del otro turno, ¿y ahora la joven cambiaba su turno sin haberlo pensado detenidamente? Al rubio no le convencían del todo aquellas palabras, conocía al amor de su vida. Pero por supuesto que no iba a detenerla pues ella había tomado esa decisión, por lo que debía ser lo mejor. Ahora solo debía mantenerse cuerdo en los meses donde la chica no estaría para apoyarle.
Una vez su ángel se marchó Taffy quedó apoyado contra las barandillas que delimitaban la vida y la muerte, un solo paso hacía delante podía cambiarlo todo... Pero pensó su situación un par de minutos, los suficientes para tomar la fuerza de voluntad que necesitaba para seguir adelante, y la cual se quebró con el puñetazo recibido en su maltratada nariz junto a una hora de abuso sexual por parte de un alumno mayor en una de las aulas vacías del instituto. No era el comienzo que deseaba tras dejar ir a Olive, planteándose haber dado aquel paso hacia delante tiempo atrás. Volvió a clase sin poder evitarlo, con un dolor palpitante en su rostro además de una gran molestia en su baja espalda.

Cuando el sonido de la libertad dio el aviso en la academia, ésta se quedó vacía en cuestión de escasos minutos. La gente abandonaba el lugar otro día más para volver a casa y dejar atrás el estrés que los mantenía tan agobiados. Taffy quería eso, donde una vez todo en un preciado silencio volvería a casa abrazado por la soledad y la inquietud; estaba incómodo y preocupado por lo que el futuro le entregaría a su preciosa luz de cabellos verde, Olive. Pero antes de que pudiese atravesar las puertas del jardín de la academia algo jaló de su cabello hacia atrás, la fuerza suficiente y necesaria para detenerlo. Era Fumus, la pequeña figura que empezaba a atormentarlo incluso en pesadillas. La mirada macabra junto a una sonrisa pérfida solo daban indicios de que todo lo vivido desde ese preciso instante hacia atrás sería reemplazado por la silueta de aquel que se hacía llamar Dios a sí mismo.

Y estaba en lo cierto. Las fuertes embestidas contra las paredes de aquel pequeño espacio en el interior del baño de las mujeres lo estaban dejando sin aire. La presión de ser atrapados en el acto además de estar en el baño incorrecto hacían que el rubio no pudiese concentrarse para poder idear una manera de escapar de aquella situación.

- Me alegra tanto que estuvieses preparado desde antes... No tuve que usar los dedos siquiera. Aunque tampoco pretendía. - Murmuró aquel de cabello ceniza, moviendo a su víctima de posición.

Ahora su espalda contra el váter cerrado, sus piernas entrelazadas tras la cadera del egocéntrico Dios y sus uñas rasgando las descuidadas paredes de madera plastificada. Fumus sabía dónde golpear, y no exactamente refiriéndonos a la cara. Tenía experiencia y eso hacía que Taffy no pudiese evitar soltar tales sonidos indecorosos pero tan dulces a oídos del activo, los cuales tuvieron que callar por la mano del más bajo la cual tapó la boca del chico. La puerta del baño se abrió con rapidez, dos voces femeninas haciéndose presentes. Las miradas de los dos hombres se encontraron, una llena de desesperación además de asustada, y la otra con un tono lujurioso y hambriento. Los pensamientos de ambos eran totalmente lo contrario en aquellos momentos.

Convéncete, luego convénceme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora