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Creo en el día en el que finalmente alguien va a salvarme de mí mismo.

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Salir de la escuela es algo normal, algo cotidiano que todos hacemos o hicimos con cierto grado de jubilo, pero ¿es posible que alguien vea este hecho tan común como una gran hazaña?

Killia y Meliodas corrían eufóricos hacia la cafetería en donde Elaine les esperaba con una enorme sonrisa. Tan pronto como la alcanzaron, ambos fueron abrazados por la rubia.

Diane observaba de reojo, a la distancia, y una ligera sonrisa se pintó en su cara.

—¿Por qué tan feliz, Diane? —todo rastro de alegría se esfumó al ver el rostro dueño de esa irritante voz.

—No es algo que te importe, Howzer —le dijo fríamente —. ¿Qué haces tú aquí? Deberías estar cuidando la salida norte.

—Solo quería pasar tiempo con la chica más hermosa de este estúpido lugar ¿qué hay de malo en eso? Además, tú y yo sabemos perfectamente que es imposible que esa rata de biblioteca se escape de Ban.

—Voy a ignorar lo primero que has dicho —sentenció —. Sobre lo último... te daré la razón, pero si tienes la mala suerte de que se escape, estarás en serios problemas con Ban.

Luego de decir eso miró por el rabillo del ojo hacia la cafetería, encontrándose con que ambos rubios y la pequeña Killia ya se habían marchado del lugar.

Howzer siguió hablándole sobre sus, muy exageradas, cualidades y sobre porqué ellos harían una buena pareja. Diane se limitó a ignorarlo y dejar su mente divagar entre los temas que debía estudiar para el próximo examen.

Los minutos fueron transcurriendo y el flujo de personas iba disminuyendo. Tan solo una hora después del final de la jornada, solo quedaban ella, Howzer y Jericho.

—¡USTEDES SON UNOS INÚTILES! —gritó una voz desde el interior de la escuela y segundos después, un enfurecido Ban salía de allí acompañado por Gowther y Elizabeth.

—Alguien está de mal humor —habló Diane ligeramente sorprendida por la situación.

—¡Cállate, Diane! Más les vale tener una buena explicación del porqué carajos la rata se escapó —las palabras le salían con mucha furia y todos en el grupo empezaban a asustarse por la ira que consumía a su líder.

—Yo estoy segura de que Howzer tiene la explicación —habló Jericho que había presenciado el momento en el que el chico abandonaba su puesto de vigilancia.

—Es verdad eso —le secundó Diane aunque era ella quien tenía la responsabilidad de la fuga —. Tengo cosas que hacer, me voy ¡ah! Howzer, espero que esto te sirva de lección.

—¡¿CON PERMISO DE QUIÉN TE VAS?! —le gritó Ban, pero ella hizo oídos sordos y se marchó.

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Un nuevo día empezaba en esa agitada ciudad, la preparatoria Boar Hat abría sus puertas y recibía cálidamente a sus alumnos, la misma rutina que se repite de lunes a viernes sin excepción.

The Lost One WeepingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora