Hágase la luz

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Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad

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Necesitaba respuestas, estaba completamente desesperado por encontrarlas. Y el que busca, encuentra. 

Así fue como se decidió por entrar a la oficina de su padre, ahí encontraría sus tan anheladas respuestas. Nunca le fue permitido entrar ahí, pero tampoco nadie le vigilaba para que no lo hiciese: Zeldris en la academia, Estarossa desaparecido y su padre que nunca estaba en casa. El universo conspiraba a su favor.

Rebuscó entre todos los cajones, cada carpeta, estaba a punto de rendirse cuando entonces:

Certificado de defunción

Nombre del occiso: Lilith Abaddona de
Demon

Fecha de defunción: 06 de Junio del 2006

Tipo de muerte: Accidental










No. Imposible, no era cierto, tenía que ser una broma, una jodida broma. Su madre murió por una enfermedad, lo recordaba bien, recordaba ver a su madre saliendo de prisa para el hospital porque tenía otro ataque de tos... ¿Le habían mentido? ¿Por qué? ¿Qué estaba pasando?

Tantas preguntas llenaron su cabeza de golpe, su entorno comenzó a volverse demasiado real, un molesto ruido blanco se apoderó del silencioso estudio, respirar era dificultoso.

Ruido.

Mentiras.

Engaños.

Secretos.

Desesperación.

Oscuridad.

¿Qué ocultaba realmente su familia? Había ido a buscar indicios sobre nexos con la familia Bandett, pero se encontró con un certificado de defunción que ponía en duda todo lo que él había creído sobre la partida de su ser más querido: su madre.

Con más dudas que antes, salió de la oficina, necesitaba aire... Y tal vez un par de cervezas.

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Diane caminaba a prisa por la avenida principal de la ciudad, con mil angustias en el pecho y cero cuidado de los autos que hacían sonar sus bocinas cuando estaban cerca de atropellarla (aunque, si sus sospechas eran ciertas, ella preferiría ser aplastada por un camión).

Ya había pasado un tiempo desde que envió a Killia para espiar las conversaciones de Ban con Howzer y Gowther, pero la pequeña no se había comunicado. Su teléfono siempre estaba apagado y eso le hacía temer lo peor.

Sacó el juego de llaves que Ban le había regalado, "eres una hermana para mí y yo nunca le abro la puerta a mi hermana. Entra con tus propias llaves" fue lo que le dijo cuando se las dió hace tiempo.

Entró en la mansión y se dispuso a buscar a la infanta de la familia o, en su defecto, a su hermano. Ban no parecía estar en casa, por lo que empezó a llamar a Killia en voz alta.

—Diane —respondió con timidez la niña al cabo de un rato, estaba en una habitación del tercer piso: la oficina del señor Bandett —, ¿qué haces aquí?

The Lost One WeepingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora