Rutina Dolorosa

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"Lo peor era que al despertar, la pesadilla continuaba"


Las clases continuaron con total normalidad, no hubo inconvenientes salvo una que otra burla por parte del albino cada vez que el rubio participaba en clase.

Claro, normalidad para el albino, porque la verdad es que el par de rubios se sentían incómodos, solos y deprimidos [por causas tan similares y a la vez tan distintas]

La hora de la salida, Meliodas empezó a sentir como el miedo se apoderaba de él y se sentía patético por eso. Era un hombre, no debía tener miedo, tenía que defenderse y no volver a permitir que alguien lo dañara o lo viera en un estado tan vulnerable.

Escapar parecía la mejor opción, pero tal y como dijo el albino, un miembro de su grupo se encontraba en las 3 salidas de la institución. Imposible huir.

Poco a poco, minuto a minuto, como si la vida le jugara una mala pasada y quisiera torturarlo, los pasillos de la escuela se iban vaceando y tanto alumnos como docentes se marchaban a la comodidad de sus enormes y lujosas mansiones pintadas de hipocresía e ignorancia del dolor ajeno.

Corrió hacia la biblioteca y se perdió en los pasillos llenos de conocimiento empastado [tal y como cuando era niño, los libros siempre lo refugiaban del dolor y la tristeza] cierta paz se instalaba en su mente, pensaba que no lo encontrarían y que se iban a cansar de buscarlo, que se iban a marchar y lo dejarían volver a casa tranquilamente... quería engañarse con eso.

- Pequeña rata~ ven aquí, vamos a jugar - esa voz burlona resonó por la biblioteca y un escalofrío recorrió el cuerpo del rubio

Intentó calmarse rápidamente mientras escuchaba varios pasos recorrer los pasillos. Pensó en una forma de escapar y la encontró al ver la segunda entrada a la biblioteca abierta.

Dicha entrada comunicaba con la planta más baja de la institución, tal vez no era la mejor opción, pero una vez estando allí podría escalar la reja de la cancha y salir de allí. Al menos, esos eran sus planes.

Caminó con sigilo hasta la salida, cuidándose de no hacer ruido con sus pasos o chocar con algún objeto. Los pasos de sus agresores se acercaban a él rápidamente, como si hubiesen predicho que intentaría escapar por esa segunda puerta.

Llegó a la puerta y su corazón volvió a latir por un breve segundo, observó la escalera que debía bajar para estar un poco más cerca a su seguridad, grave error detenerse ahí.

- ¿Te ayudamos a bajar, pequeña rata? - la voz de la chica de ojos amatista, retumbó a su espalda. Seguidamente sintió unos brazos delgados (de Elizabeth probablemente) empujarlo por la escalera.

Recordó lo que alguna vez su hermano le enseñó: ante una caída, protege tu cabeza y tu cuello. Así lo hizo y agradeció inmensamente el haber recordado esa información básica mientras sentía como sus manos, sus piernas y todo su ser era golpeado una y otra vez por el frío piso de cerámica.

Cuando dejó de dar vueltas y asegurarse de que se encontraba en la planta baja, destapó su rostro y se topó de cara con esos intimidantes ojos carmesí que le miraban con un odio descomunal.

Lo golpearon en grupo nuevamente. Lo trataron peor de lo que se le trata al animal inocente que se encuentra preso en un circo, listo a entrar en función.

The Lost One WeepingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora