CAPÍTULO 8 - Vecinos

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                                  ***

Luego de unos minutos terminaron de comer y los dos lavaron los trastes. Hasta que...

< Toc toc. >

Suena el timbre de la casa y unos cuantos toques en la puerta se puede escuchar.

Nahia y Caleb se vieron extrañados, ya que no esperaban a nadie. Excepto a su padre, pero el llamaría antes. Se les hacía muy raro que no hubiera llegado aún y aún más extraño que tocaran la puerta ya que si era Alfredo él tiene llaves de la casa.

Se lavaron las manos, las secaron con una toalla y se dirigieron ambos a la puerta.

Caleb toma el pomo de la puerta y abre, ven a un señor de espaldas con un gorro de tela marrón oscuro, un abrigo marrón claro, tenía canas por lo poco de su cabello que quedaba fuera del gorro, pantalones grises anchos, de altura promedio un poco jorobado por su edad, test morena, y por la parte trasera de sus orejas se podían ver sus lentes apoyadas en ellas.

Claramente esperaba a que le abrieran.

El señor voltea al escuchar la puerta abrirse para saludar a Caleb y a Nahia.

— Oh, encantado. — Sonríe de oreja a oreja. — Soy su vecino de al lado. Mi nombre es Rodrigo Salvatierra.

— Mucho gusto señor. — Nahia muestra sus dientes blancos y estrecha su mano. Ya que Caleb no lo hacía. — Mi nombre es Nahia Ryder, hija de Fabiola y Alfredo Ryder.

— Mucho gusto. — Caleb sonríe falsamente. De algún modo no le agradaba el señor Rodrigo, además era gordo con bigotes negros y un bastón para caminar. No tenía nada en contra de los ancianos, pero ese anciano tenía algo en particular que no le agradaba para nada.

— ¿Le gustaría pasar? — Nahia se dirige al señor amablemente.

— ¡Nahia! — se queja Caleb susurrando al oído de su hermana mientras le sujetó el brazo. Ella lo miró poniendo sus ojos como platos. Para ella afortunadamente el señor no escuchó a Caleb.

— Oh si, me gustaría.

Nahia le dió paso y el señor Rodrigo entró, detrás de él entró Caleb y luego Nahia.

Caleb no pensaba quitarle la vista de encima a ese hombre que era todo un desconocido y ahora estaba en su casa, viendo todo como si estudiara el lugar de una forma macabra. Caleb frunció el ceño molesto por la aptitud del hombre y aún más porque ahora estaba dentro de su casa.

— Gracias por dejarme pasar a su hogar. — El señor Rodrigo seguía observando todo. Desde los candelabros del techo en la sala, hasta la fina textura de los muebles. — Es hermosa. — agrega al final, llegando al centro de la sala de estar.

— Lo es. — Nahia sonríe. Mientras Caleb aún seguía serio. Observando al señor y mirando a Nahia con desaprobación, tenía una nueva meta en mente.

'Enseñarle a mi hermana pequeña que no porque un hombre sea anciano y un supuesto débil ella debe ser amable e ingenua.'

— Si gusta puede tomar asiento. Y si quiere agua o jugo hágamelo saber. — Nahia quería ser gentil, mientras Caleb,  si fuera por él ni le hubiera permitido que pasará a su casa, él estaba aplicando la enseñanza que le dió su madre desde pequeño.

"No le abras a personas desconocidas y menos si son nuevos vecinos o vendedores, no sabríamos sus intenciones." Le decía Fabiola a su pequeño de 8 años en aquél entonces.

— Me sentaré aquí. — se sentó en un mueble de la sala. — Muchas gracias niña. — Miró detenidamente de pies a cabeza a Nahia.

Caleb lo miró mientras lo hacía. Le parecía un pervertido, su expresión al observar el cuerpo joven de Nahia lo delataba. Sus ojos lujuriosos y su ceño reflejaba el claro deseo que a metros se evidencia en la aptitud de aquél anciano desconocido.

Caer Al Vacío                        [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora