8. Ejército de cucarachas a la carga

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—Esto será interesante —dije, repasando con mirada divertida una pequeña caja negra que sostenía entre mis manos. Me tumbé sobre la cama con una gran sonrisa en el rostro.

—No lo robaste, ¿cierto? —Clover me miró alarmada mientras se quitaba el suéter y lo dejaba colgado en el armario.

—Por Merlín, no —Puse los ojos en blanco—. ¿Por quién me tomas? Le pedí algo en específico a Alyster mientras tú y Magnar estaban muy concentrados en el libro ese. Y me dio esto —agité la caja, la cual sonó con el movimiento, el polvo dentro de ella balanceándose de un lado a otro.

Ella asintió, lanzándole una mirada de desconfianza al objeto en mis manos mientras se sentaba en su cama.

—¿Y qué piensas hacer con eso?

Negué con la cabeza, colocando la cajita encima de mi mesa de noche. Comencé a ponerme nuevamente los anillos que había dejado allí horas antes.

—Nada de lo que debas preocuparte —respondí, con calma.

—Amethyst...

Levanté el dedo índice, interrumpiendo el sermón que se avecinaba.

—El que seas mi tutora no te da derecho de decirme qué hacer.

¿O sí? No importaba.

—Eh... sí, de eso se trata —ella agitó la cabeza con impaciencia de forma afirmativa.

—Solo cuando se trata de enseñarme cosas para no reprobar el año y poder graduarme —arrugué el entrecejo cuando vi su mirada de reproche—. ¿Qué?

—Parte de aprender a usar la magia —dijo ella, suspirando con cansancio—, es que sepas cuando está bien usarla y cuando no. No cometer imprudencias, como la que te condujo a este problema en primer lugar.

—Ni siquiera sabes para qué la voy a usar.

—Solo intento darte un consejo. No sé qué vayas a hacer con ese polvo pero... no lo hagas.

—Oh, lo haré —asentí con seguridad, mordiéndome el labio inferior—. Perdón, Clover. Pero en esto en particular, no te haré caso. Es algo que tengo que resolver y es personal. Así que mejor mantente al margen porque no te incumbe.

—No tienes remedio —Movió la cabeza con desaprobación y se inclinó, abriendo la gaveta de su mesita de noche, sacando el anillo en forma de serpiente y colocándoselo en el dedo con ceremonia.

—Veo que después de todo me hiciste caso —comenté, señalando la joya que envolvía su dedo.

Ella asintió, mirando la joya por un momento con una sombra nostálgica cubriendo sus irises zafiro y luego subiendo su vista en mi dirección.

—Al contrario que tú a mí, sí. Y gracias, por cierto. Debiste seguir tu propio consejo.

Ignoré su primero comentario y alcé la mano en dirección a mi colgante, que había vuelto a descansar sobre mi pecho gracias a Alyster. Mi abuela tenía razón, con él me sentía en paz. Lo apreté con mis dedos antes de responder.

—La persona que me lo dio me dijo que nunca me lo quitara.

—Esa persona te dotó con un gran poder, ¿no crees? —comentó ella, haciendo referencia a lo que nos había dicho el tío de Magnar.

—Sí... solo espero que todo vaya de acuerdo al plan esta noche.

Ella asintió y estiró los brazos, soltando un bostezo.

—Lo hará, tenemos todo lo necesario. Hasta somos tres, como lo requiere el ritual —dijo, dándome una pequeña sonrisa—. Y como es a medianoche, aún tengo tiempo de tomar una siesta.

Bibidi, Babidi ¡Ups! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora