"Existe una universidad con muchos secretos. ¿Te atreves a descubrirlos?"
Parker siempre oculta secretos. Lo irónico, es que al poner un pie en la prestigiosa y elitista universidad Reverns, encontrará la fuente de ello.
Él hará lo posible para dese...
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–¡Shhh!–emitió el argentino mientras caminábamos por los pasillos de la universidad.
A pesar de negarme una y otras ves, recalcando cada segundo que esa hoja me "pertenecía", acabé a su lado, en busca de la puerta 859.
–¡Dime si quiera como te llamas!–exigí apresurando el paso.
En todo el camino lo he atestado con interrogatorios y siento que lo abrumé, pero debe comprenderme, no se nada nada de la S-E-R.
–Alexander–respondió indiferente, y no pude evitar sonreír.
–¿Alexander?. Pensé que te llamabas Mauricio, me parecía un frecuente nombre en Argentina.
El frunció sus labios y se quedó quieto en su lugar, observando una sombra en la oscuridad que luego desapareció.
Algo de miedo me recorrió en los sentidos, y aunque quise alejar el sentimiento, aumentó en cuanto escuché una voz.
Momento, es la de Alexander, ya ando incluso paranoico.
–Solo cállate y sígueme–bufó, retomando el paso.
Estamos por un pasillo olvidado de Reverns, de hecho no se cómo se hacía para llegarnpero lo bueno es que el argentino sí. Es un pasillo prohibido y nadie lo merodea.
–Sufro de flojerisinjítis–agregué de la nada tras una breve risa.
El alzó una ceja confundido, aunque quizá más que todo esté enojado de mis incoherentes palabras.
–¿Flojerin qué...?–inquirió desconcertado.
–Flojerisinjítis; flojera más enfermedad o síndrome–expliqué con una sonrisa distraída–, y pertenece a mi diccionario Parketyn.
Alexander explotó en carcajadas delirantes, al tiempo que escupía palabras sin sentido.
–¿Flojerinsinjítis?–repitió colocando su mano en el estómago–¡Ay!.
–Si; debido a ello y tu nombre un tanto largo, te llamaré Alex, Ax o Axen–contesté, al tiempo en que él se reponía.
–Prefiero algo así como Argentinoprecioso–bromeó, causando sonoras risas de mi parte.
–Jamás te diré así–negué con la cabeza.
–¿Se te olvidó la frase de Peter Pan?–dijo con una sonrisa incrédula–"Nunca digas nunca".
