𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒍 𝒍𝒐𝒗𝒆 | James Potter

16

— CHAPER SIXTEEN —
regina?

📍INSIDE THE TOWN

DORCAS JADEÓ ANTE LA FALTA DE AIRE CUANDO vio la casa de Victoria. Paró de correr unos segundos para apoyarse en sus rodillas y tomar un respiro.

—Siento que me quedaré sin piernas en cualquier momento —jadeó en un murmullo.

Ignorando el sudor que caía por su frente, volvió a correr hacia la casa.

Por otro lado, Victoria tomaba un par de pastillas para el dolor de cabeza. Sentía que un martillo estaba pegándole una y otra vez en su cerebro, sin parar.
Dejó el vaso de agua cuando escuchó la puerta abrirse bruscamente.

—¡¿Victoria?!

La mirada de Victoria se endureció al reconocer la voz de la mujer. Respiró profundo cerrando los ojos unos segundos para no explotar y mandar a todos a la mierda.

—¡¿Victoria?! —repitió mirando por toda la casa.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —dejó el frasco de pastillas con brusquedad en la mesa para comenzar a caminar hacia ella de manera amenazante y prepotente—. ¡¿Qué estás haciendo?!

—Victoria... —Dorcas trató de tranquilizarla poniendo las manos en alto para que vea que no la lastimaría, pero ella ya estaba bastante alterada como para darle importancia al gesto.

—¡¿Cómo entraste aquí?! —Victoria comenzó a impacientarse.

—Escúchame... —la morena la interrumpió, a Victoria no le gustó tanto eso—. Todo esto ha sido por James...

—¡Lárgate de mi casa! —exclamó fríamente la bruja, señalando con brusquedad hacia la puerta.

—Black trataba de volver a...

—¡No... —Victoria cortó sus palabras alzando sus manos. De forma repentina, el cuerpo de Dorcas se vio rodeado por intensas estelas escarlatas que elevaron su cuerpo unos metros sobre el suelo—... quiero que me hables de eso! —Victoria caminó rápidamente hacia afuera llevando a Dorcas consigo, quien abrió los ojos con horror cuando notó la fuerte presion sobre su garganta causada pof la magia ajena—. ¡No quiero saber nada! Los drones, los misiles, ¡Niran!

El cartero que pasaba por ahí, frenó al ver a la chica suspendida en el aire. Mientras que, Narcissa, que cuidaba sus rosales amarillos, volteó a ver por el griterío.