|sabe cocinar muy bien|
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°El vacío de su cama y el olor a tocino hizo que se levantará. El sol ya había salido y las cortinas estaban abiertas de par en par. ¿Donde estaba Nanami?
Tuvo que sostenerse del barandal de las escaleras para mantener el equilibrio. La noche anterior fue un tanto intensa, principalmente por que Kento decidió desquitar con ella todo su estres y frustración del trabajo y ahora tenia problemas para caminar... Y mover cualquier parte de la cintura para abajo.
Camino hasta la cocina, encontrándose con la espalda arañada de su novio, que solo traía una pantalones de dormir. Su cabello desordenado le indicaba que no debía de tener mucho tiempo despierto.
—¿Dormiste bien?
Ni siquiera estaba mirándola, pero sabía que estaba ahi. A veces, la asustaba un poco.
—Bueno... Si, ¿Por que no estás en la cama?
—Queria sorprenderte con un desayuno —respondio, llevando el tocino a un plato donde lo acompañaban huevos y pan. Sencillo, pero encantador—. No salió como quería, pero está bien, supongo.
Ambos se sentaron en la mesa juntos. Al llevarse un bocado a la boca, no pudo contener el gemido de satisfacción al probarlo. Kento cocinaba realmente bien, y eso no podía negarselo nadie ni en broma.
—Nunca voy a cansarme de tu comida —dijo, llevándose otro bocado—. ¿Donde aprendiste a cocinar así?
—El tiempo en el que viví solo me ayudó en muchas cosas —respondio. Estaba realmente satisfecho con su reacción. Cada vez que cocinaba para ella parecía que se emocionaba más.
—Deberias enseñarme. Soy un desastre en la cocina.
—No creo que eso termine bien
Y lo decía con justa razón. La última vez que ella casi le rogó para que le enseñará a hacer ese pan tan delicioso, terminaron en una guerra de comida y posteriormente en la ducha, riéndose de lo sucedido. Pasaron horas limpiando la cocina, pero tenía que admitir que fue divertido.
—Sé muy bien que disfrutaste llenarme la cara de harina, Kento.
—¿No te basto con mi cabello lleno de huevo? —se quejó él, con una sonrisa ladina.
—Es bueno para el cabello, no te quejes.
Mientras seguía disfrutando de esa deliciosa comida, Nanami no pudo evitar girarse, estirar su mano hasta el rostro de su novia, y quitar un poco de comida que tenía en la comisura del labio, aunque ese amable gesto se convirtió en uno totalmente diferente al pasar el pulgar por su labio inferior y estirarlo un poco hacia abajo, para luego soltarlo.
Ambos se quedaron muy quietos por unos segundos, solo mirándose. Parecía como si todo el ambiente amigable pasará a ser uno pesado. Las piernas de _______________ temblaron, anticipando que ese día lo pasaría en cama.
—¿Quieres subir otra vez?