|Estaría ahí para ti|
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.Las tardes en la bañera eran la actividad favorita de la pareja en un dia libre luego de una semana estresante. Poder tener sus cuerpos desnudos juntos, relajados, sin tener que hacer nada, solo disfrutando de la compañía del otro era simplemente mágico, mucho mas para Kento, quien tenía una perfecta vista de la espalda de su mujer.
Poder mover su cabello, dejando a la visa su cuello el cual estaba lleno de marcas que el mismo había hecho, se dedicó a besarlo con lentitud escuchando el chillido de sorpresa de __________________.
—Tienes un cuello muy... —seguía repartiendo besos, acompañándolos con pequeños chupetones—... Apetecible.
—Kento, yo creo que deberíamos parar... —intento decir, pero sabía que una vez que comenzaba, lentamente la arrastraba a ella también.
—¿Mmm? ¿Y por que?
Su pregunta fue respondida en cuanto llegó a la parte lateral de su cuello, en donde se encontraba una pequeña herida, como si fueran rasguños. ¿Por qué? ¿Acaso ella estaba autolesionándose?
—¡N-no es lo que crees!
—Quiero que me lo expliques —y ni siquiera sonaba a petición, era una orden.
_______________ trago saliva. Sabía que iba a regañarla cuando terminara de contarle.
—Es por el... Estrés.
—¿Estrés?
Suspiro—. Es que.. Entre el trabajo y la universidad ha sido un poco frustrante y bueno... Suelo rascarme el cuerpo y cuando me doy cuenta... Estoy así.
El rubio le dio la vuelta para revisar su cuerpo. Aunque era un poco vergonzoso, se lo permitió, sabía que estaba preocupado por ella.
Y las marcas no estaban solamente en su cuello, si no también en sus piernas, muslos, brazos y muñecas. Incluso en su abdomen que parecía ser reciente.
—Y-yo intento evitarlo pero no me doy cuenta hasta que me duelen.
Estaba enojado, muchísimo, pero aún así omitió todo lo que quisiera decir. Seguro que ella ya lo sabía.
Ahora, cada vez que ella estaba sentada en la mesa haciendo sus tareas, o simplemente en su teléfono luego del trabajo, Nanami la observaba atentamente a cualquier movimiento. Si veía que comenzaba a rascarse más fuerte de lo necesario, entonces se acercaba y la tomaba de la mano evitandole seguir. Le daba un beso en su muñeca pidiéndole detenerse y se volvía a retirar a retomar lo que estuviera haciendo.
Duro por semanas, meses, el tiempo que fuera necesario para que ella fuera dejando ese hábito. Siempre paciente, suave y tranquilo, intentando transmitir esos sentimientos y tranquilizarla. Cuando parecía que lloraría, siempre llegaba Kento a rodearla y hacerla sentir mejor. Ni siquiera necesitaba palabras de apoyo, su presencia era más que suficiente para que se relajara.
Estaba bien. Ni siquiera necesitaba que le susurrara "Gracias Kento", por que él ya lo sabía.