|Compensaría sus errores|
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.Nanami aprendió a valorar las pequeñas cosas en su vida: Una buena comida, un largo suspiro, el sonido del viento y la calidez de los rayos del sol contra su piel. Cosas pequeñas que en un principio le parecían tribales, pero que, sin saberlo, eran una parte buena de su día a dia.
Como ella, que era la razón de su buen humor mañanero, o el mayor motivo por el que no tenía un colapso aún.
Se dio cuenta que era un verdadero hijo de puta con la única persona que de verdad lo apreciaba. Se sentía como un imbécil por no notarlo desde un principio.
Ya no sentía su cuerpo a su lado al despertar, ni era saludado con gusto al llegar del trabajo, contrario a los primeros días al vivir juntos, en los que ella corría y daba un salto siendo recibida por sus fuertes brazos y un satisfecho "Estoy en casa" de su parte.
Todo era su culpa, él estaba terminando con su relación.
Estaba dejando que su desdicha la afectará a ella también.
El cambio no se dio un día al despertar de la nada y darse cuenta de lo fantástico que era estar vivo. No. Fue el grito más desgarrador que escucho de su amante que le cayó como balde de agua fría y lo obligó a abrir los ojos.
—¡Tu no eres MI Kento!
Ni siquiera recordaba bien cuál fue el comentario que desató la pelea, pero estaba seguro que fue su error.
Se quedo de piedra ahí parado, viendo cómo los ojos de ____________ lo miraba con dolor y se daba vuelta subiendo las escaleras hasta llegar a la habitación y dar un portazo que lo saco de su shock.
¿No era su Kento? ¿Tanto se había dejado llevar por su estrés?
El cambio del rubio se llevó a cabo desde ese día, y el primer paso fue una sincera disculpa para su prometida, que no fue del todo aceptada hasta ver un verdadero cambio.
Se sentía como la mierda, pero fue el impulso perfecto para ser incluso mejor de lo que fue al conocerla.
La pareja aun recordaba esos días grises que supieron superar, que actualmente era un mal recuerdo que quedó en el pasado.
Ahora, Kento miraba con amor a su prometida escuchándola tararear una canción en la cocina, hipnotizado como por el canto de una sirena. El recuerdo de que alguna vez le hizo daño le avergonzaba, pero que ______________ lo perdonará lo ayudaba a superarlo.
Sin poder evitarlo, se levanto de la silla y se acercó a ella por detrás. __________ recibio su beso con una sonrisa. Ambos se meneaban de un lado a otro al ritmo de la música, Kento repartiendo besos por su cuello y mejilla mientras ella no dejaba de reir.
—¿Que es lo que te tiene tan contento de repente?
—Me relaja escucharte cantar —murmuro, inhalando su olor como el mejor de los aromas—. Te amo tanto...
Nanami Kento no volvería a arriesgarse a perder al amor de su vida.
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Como que mucho amor, mucha felicidad, ¿No?