Pum pum pum. Había llamado a la puerta. Era como las 3 de la mañana. Pum pum pum. Alguien trataba de que le abran la puerta urgente. Se sentó en la cama confundido. Se preguntaba qué era lo que ocurría. Volvió a ver el reloj para confirmar si en verdad alguien tocaba la puerta a las 3 de la mañana. Tenía que pararse y abrir la puerta. Su madre estaba durmiendo en la otra habitación pero por más que tenga el sueño pesado podía despertar con esos goles Se zafo de las sabanas y saco los pies de la cama. Tocaron el frio piso de madera. La habitación estaba demasiado oscura. No podía ver nada con claridad. Los parpados le pesaban. Se desvelo todas esas noches por cuestiones de trabajos para poder ganar un poco de dinero. Y ahora que podía dormir cómodamente alguien se dignaba a tocar.
Se froto los ojos, cansado por la hora. Sus sentidos despertaron y sintió pánico. De pronto se puso a pensar en las pandillas del barrio. De seguro eran ellos buscándolo. Se había metido en varios problemas las semanas pasadas. Se prestó dinero y se pelo con un chico de unas cuantas casas más abajo. Estaba haciendo un frio tremendo. La polera manga larga que llevaba junto con el pantalón de lana no le proporcionaba ningún calor. No quería abrir la puerta pero si no lo hacía estaba seguro que la tirarían.
Se paro y se dirigió a la puerta de su pequeña habitación. Abrió la puerta y camino a las escaleras. Nuevamente tocaron la puerta con mucha impaciencia. Bajo las gradas poco a poco. Se encontraba mareado y aun no dejaba atrás el sueño. Froto un poco su cara antes de llegar a la puerta. Se detuvo un momento y por un segundo deseo tanto tener un visor. Quería saber quien estaba del otro lado. Rezaba para que no sean los chicos a los que les debía el dinero Rodo la perilla y abrió la puerta rápidamente.
Estaba lloviendo torrencialmente. La lluvía caía con fuerza y el viento hacia que el agua entrara a la casa. No se sorprendió. El clima había estado así toda las noches desde hace un mes. Era la época. Allí estaba Victoria. Empapada. Congelándose y desesperadas por entrar. Miro confundido, preguntándose qué hacia ella aquí. Debería estar en su casa en la cama. En ese momento se dio cuenta de que estaba llorando. Sus ojos eran cristalinos y su rostro decía lo tan miedosa que se encontraba. Su corazón dio un salto. ¿le había pasado algo? Se pregunto rápidamente. La tomo por el brazo haciéndola entrar rápidamente y cerró la puerta. Ella solo lo abrazo mientras sollozaba en su cuello. Sin importar que lo estaba empapando la abrazo de igual modo. Despues de unos minutos consolándola con un cálido abrazo se alejo y la miro a los ojos. Buscaba alguna explicación. Se limpio las lágrimas y agacho la cabeza.
-bueno ...- comenzó diciendo en un hilo de vos - hace dos semana cuando te fuiste de mi casa, estaba algo mareada. Me preguntaste que me ocurría
-fue por lo que hicimos aparte, tu misma dijiste que no tenías nada.
- sí, lo sé, pero después de unos días tuve nauseas y mas mareos - cerro los ojos con dureza - estoy embarazada
Los ojos de Justin se apagaron y se puso más blanco que un papel.
-pero... - fue lo único que pudo espetar - victoria... Tu y....
-yo no tomo la pastilla y no usamos protección
Justin comenzó a respirar apresuradamente y apretó la mandíbula. Miro a Victoria y no podía creerlo
**
El sudor se resbalo por su frente hasta el borde de su mandíbula. Miro a todos lados. Estaba amaneciendo. La ventana estaba abierta, entraba el viento fresco. Se encontraba si camisa y con las sabanas por la cintura. Se despertó alterado. Se soñó con la noche cuando Victoria había aparecido en su puerta. No podía olvidar aquel recuerdo.
Paso sus manos por su cara, tratando de despertar por completo. Despeino su cabello un poco. Y se volvió a acostar. Suspiro estresado y dejo salir todo el aire. Le esperaba un día largo. Una junta muy importante lo estaba esperando en las industrias comerciantes del país. Toda la mañana se la pasaría de una junta a otra.
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Lust
FanfictionElla se dejo llevar por la caricia que provocaba los largos dedos de él sobre sus labios. Y así sus manos le explicaron que gemir no era opcional.