Capítulo 1

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Liana

11 de septiembre de 2017

Viajar por el mundo es increíble, aprender nuevas culturas e idiomas y conocer lo mejor de cada lugar; pero ninguna de esas sensaciones se igualaba como el volver a casa. El lugar donde nací y viví la mayor parte de mi vida. Donde reí y lloré. Donde tengo recuerdos buenos como malos. Después de dos años pisaba de nuevo tierras españolas.

Paso mi equipaje y voy directo a donde deben de estar esperando mis padres para mi llegada. Estoy emocionada de verlos, desde que me fui solo los he visto en Navidad.

Trato de buscarlos entre la multitud y me es fácil encontrarlos por un gran cartel que dice: "Bienvenida a casa, tomatito". Claro tenían que dejarme en vergüenza enfrente de todas estas personas con un apodo que me fue dado desde bebé. Mis padres me dijeron que me empezaron a decir así porque de bebé cuando me enojaba me ponía roja como un tomate, así que desde que tengo memoria me apodan así. Tenía sentido pues mi piel es muy blanca, se nota muy fácilmente si me sonrojaba, enojaba o cuando hace frío y mejillas se tiñen de rojo. Gracias a eso era muy fácil de saber mi estado de humor.

Mientras me voy acercando siento varias miradas sobre mí, no me gusta ser observada y es por eso, que lo más seguro es que en este momento mi cara tiene que estar teñida en un color rojo tan intenso que era muy notable para las personas de mi alrededor. Mi apodo daba justicia.

Cuando estoy a unos cuantos pasos de llegar me doy cuenta de que a lado de mi mamá está mi mejor amiga, Lucía. Así que como buena amiga tengo que respetar las entradas icónicas que tenemos cada vez que nos vemos, no importa si nos vimos hace un par de minutos, el día de ayer o en semanas siempre teníamos que hacer un saludo inolvidable y eso conllevaba a hacer el ridículo.

Así que, ¡aquí voy!

Dejó caer mi equipaje con fuerza y tomó impulso para correr y aventarme encima de ella, logrando tirarla al suelo y yo yendo con ella en el proceso.

—Estás loca, ¿o qué? —me grita Lu—. Quítate de encima, no creas que estás muy ligera.

Me paro solo porque empezó a patearme, y para que lo niego la niña es buena en ello, no por nada es la mejor en su clase de Taekwondo.

—Vale, ya me quité, no seas dramática.

Se levantó y se empezó a sacudir el polvo inexistente de su ropa, mi amiga es muy dramática, pero extrañaba eso así que no me iba quejar. Cuando alzo la mirada, pude notar una sonrisa traviesa bailando en sus labios. Tomándome desprevenida, ahora era ella quien se había abalanzado hacia mí para abrazarme, pero solo logró tumbarnos al suelo. Ambas estallamos en risas, me empezaron a salir lágrimas, no sé si es por estarme riendo o por el dolor de la caída. Creo que ambos.

—Bueno ustedes nunca cambian, ¿eh?— escuché la voz de mamá reprochándome a mi y a Lucía, aunque no la estaba viendo podría asegurar que tenía una sonrisa burlona en su rostro porque su hija desde su perspectiva debía parecer una cucaracha aplastada—. Arriba las dos, ya empezaron a llamar la atención de todo el aeropuerto.

Lucía y yo nos paramos y observamos a nuestro alrededor. Efectivamente la mayoría del aeropuerto tenía sus ojos puestos en nosotras. Otra vergüenza que anotar en mi lista de "Las vergüenzas de la vida de Liana Acosta ". Se podría decir que este es el número... Ni idea, eran tantas que ya había perdido la cuenta.

— ¿No hay un abrazo para nosotros también?— me pregunta papá con una fingida indignación.

—Para ustedes tengo todos los que quieran- me acercó y me envuelven los dos en un abrazo que me está dejando sin aire—. Vale, creo que es suficiente. Me están asfixiando.

Un Baile Bajo Las Estrellas [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora