El moreno había vuelto a su casa poco después de aquella llamada, siendo cuestionado por su prometida en el instante que puso un pie dentro de la casa, y claramente, mintiéndole en la cara.
Justo como el día en que la conoció.
La idea de casarse con ella nunca en la vida se le habría pasado por la cabeza si no se hubiera criado con la idea de que era un inútil, y que lo único que podría hacer bien era conquistar personas.
Deseaba profundamente poder culpar únicamente a su madre de todo aquello, pero sabía que no podía, después de todo, nunca nadie lo había obligado a tomar esa decisión más que el mismo, acompañado de sus inseguridades.
Sacudió la cabeza tratando de olvidarse del sentimiento de decepción y decidió irse a dormir temprano para poder conseguir cosas para el picnic cuando fuer de día.
Por su parte el pelirrojo quería cumplir con lo que le prometió al moreno, sabía que le gustaba el vino, y sabía que no solía usar tenedores sino palillos, así que hizo su mejor esfuerzo por robar una botella de vino de la bodega de su padre, dejando los palillos como un asunto para el Diluc del futuro, ya que no tenía ningún sentido que fuera a comprar a altas horas de la noche.
Preparó todo en una canasta que guardó en su habitación, preguntándose de vez en cuando si realmente lo hacía por pura cortesía o realmente habían razones más profundas en su forma de actuar, más allá de su investigación como base.
Ignoró esas dudas y se fue a dormir, cuidando de no pasar a llevar su ojo aún adolorido y teniendo unos últimos pensamientos sobre el moreno antes de perderse en el sueño profundo.
Al día siguiente, ambos se habían levantado inusualmente temprano para conseguir algunas cosas, Kaeya más que nada comida, y Diluc unos palillos decentes, esperando a que fuera la hora de su encuentro para poder verse, y esta había llegado más rápido de lo esperado.
Habían decidido encontrarse bajo un árbol gigante en medio de una gran extensión de campo, un lugar perfecto para tener buena sombra en un día soleado, aunque también un lugar muy visible, al menos para el dúo de amigos responsable de todo esto.
-me debes 10000 moras, idealmente en efectivo.
El menor rodó los ojos, no quejándose por el dinero sino más bien por haber perdido.
En el fondo quería cualquier recompensa misteriosa que viniera por parte del otro.
-no tengo efectivo en este preciso instante.
-si me depositas no me enojo.
El más rubio lo miró indignado antes de suspirar y hacer la transferencia.
-no tienes remedio.
Fue lo último que dijo antes de dedicarse a observar a los otros dos, que se encontraban pacíficamente en su mundo.
El moreno estaba más que encantado con el vino y los palillos, aunque por lo demás también estaba preocupado por el otro y su ojo.
- ¿Estás bien? -fue lo primero que le preguntó al verlo, recibiendo como respuesta un leve movimiento de cabeza.
Dejaron el tema congelado por el momento, pasando a acomodarse en el piso, ambos bastante agradecidos con el detalle que recibieron, tanto Kaeya con el vino y palillos, y Diluc con algunas de sus comidas favoritas.
El tiempo transcurrió agradablemente como lo hacía siempre que estaban juntos, aunque en un momento, el moreno, afectado por el vino decidió tomar una siesta.
El pelirrojo estaba bien con eso, se contentaba mirando el paisaje y relajándose, comiendo de vez en cuando restos de comida, aunque pronto se aburrió y decidió observar al otro.
Se acomodó de manera que pudiera observarlo si invadir tanto su espacio, notando una expresión de dolor en su rostro, aún más marcada en la parte donde cubría su ojo con un parche.
Acercó su mano con una curiosidad inmensa, queriendo descubrir el secreto detrás de ese parche, y tal vez el de muchas de sus manías, sin embargo, reaccionó antes de siquiera poder hacer algo que pudiera incomodar al otro y simplemente acarició con suavidad su mejilla, intentando aliviar el dolor en su expresión y sus recuerdos.
No comprendía en que momento había comenzado a sentirse de esa manera, dónde la curiosidad se transformaba en auténtico interés y dónde la presencia del otro se convertía en un gusto antes que una obligación.
No podía entenderlo, pero, aun así, no se sentía incómodo con ello, podría afirmar con total seguridad que ese día, en ese preciso instante, se dio cuenta de qué comenzaba a sentirse verdaderamente atraído por el moreno.
. . .
Cuando retornó su conciencia, el moreno no podía recordar de inmediato donde se encontraba, pero podía ver por la ventana un paisaje borroso junto a la penumbra de la noche.
Se puso de pie, inspeccionando el lugar y buscando algún reloj, aunque no había ninguno a la vista, sin embargo, pudo descubrir que se encontraba en una vieja casa en la que vivió tiempo atrás.
Se encontraba en el comedor, un lugar lleno de candelabros y ventanas que quedaban expuestas a la inmensidad de un bosque profundo, con una gran mesa dispuesta para al menos 10 personas y una sensación de inquietud asaltándolo de tanto en tanto, y que rápidamente le hizo darse cuenta de que no estaba solo.
Avanzó a través de un pasillo cercano, dando vueltas y encontrando unos cuantos espejos en su camino, deteniéndose a ver su reflejo: un rostro con una mirada inocente y perdida, su ropa y peinados increíblemente ordenados, y lo más sorprendente de todo, no llevaba su parche.
Acaricio la superficie con sorpresa, sorprendiéndose y sintiendo a alguien acercarse detrás de el con algo en la mano.
Su inquietud creció al ver frente a él a su madre, una mujer alta y hermosa, muy hermosa, la cual lo veía con irritación y desaprobación, sosteniendo fuertemente un tenedor en su mano, objeto que fue el detonante del terror del moreno.
Comenzó a correr por un laberinto de pasillos, el terror y la adrenalina controlaban sus movimientos, pero parecía como si estuviera corriendo bajo el agua, a una velocidad tan lenta y volviendo al mismo lugar del inicio, siendo perseguidos por los gritos de furia de la mujer a su espalda.
Volteo únicamente cuando la mujer lo alcanzó, y ese fue el peor de sus errores.
Sin darse cuenta, un horrible dolor atravesó su rostro como miles de alfileres, aunque en realidad era el filo del tenedor destruyendo su ojo.
Lo último que supo es que se desmayó del dolor y el pánico antes de despertar con la preocupada mirada del pelirrojo encima.
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Juego de Seducción - Kaeluc
FanfictionLo que empezaría como una idea estúpida de un par de amigos borrachos, se puede convertir en el mejor romance de alguien. ¿Qué pasaría si alguien contrata dos investigadores privados para investigarse el uno al otro?