Era la mañana del día del reencuentro, el cielo estaba cubierto con un fino manto de nubes blancas y la gente paseaba alegremente por las calles como de costumbre.
faltaban pocos minutos para que dieran las 12, los locales de comida se llenaban de turistas y gente que no quería cocinar o comer en casa, y entre ese grupo de gente, se reencontraban aquellos desconocidos que habían compartido varias casualidades en un corto periodo de tiempo.
El pelirrojo no había logrado conciliar el sueño la noche anterior por pensar en formas de acercarse al otro sin verse como un rarito, cosa que hizo que llegase a su destino un par de minutos más tarde de lo acordado.
Estaba en un pequeño local de sándwiches donde habían acordado de verse, bastante bueno en calidad y sorprendentemente poco conocido a pesar de esta.
Pero el moreno no estaba ahí.
Diluc tenía conciencia de que había llegado un poco tarde, pero se preguntaba si el otro se habría ido tras esos pocos minutos o simplemente se habría retrasado más que él.
Fuera cual fuera la respuesta, esperaba que la posibilidad de que no se presentara fuera la más mínima posible, no porque quisiera volver a verlo o porque fuera fanático de la atención, pero si para poder intentar avanzar con su trabajo y poder dejar de atormentarse con sus constantes pensamientos intrusos.
Pero sus mismos pensamientos ya comenzaban a atormentarlo cuando el mismísimo moreno apareció frente a él como si del elegido se tratase, moviendo su mano cerca del rostro del pelirrojo para tratar de despertarlo de su trance.
-heeeey, ¿estás bien?
Parpadeó un par de veces por la impresión y miró al otro.
-llegas tarde.
-tú también.
- ¿Cómo lo supiste...?
-estaba en el baño.
El pelirrojo abrió los ojos con sorpresa.
- ¿Eso significa que solamente yo llegué tarde?
-no veo otra definición posible.
El pelirrojo golpeó su cabeza contra la mesa del local, odiándose ligeramente por haber sido así de irresponsable, odiaba llegar tarde, lo hacía sentir como si el resto de la gente lo mirase con molestia y decepción.
-hey, ¿Estás bien? Solo fueron unos minutos, tal vez ni siquiera 10, te lo digo yo, soy bastante impuntual.
Luego de decir eso decidió sentarse finalmente, quedando cara a cara con el otro, pensando en lo interesante que le resultaba este comportamiento ante algo tan pequeño como un retraso de pocos minutos, incluso comenzaba a comprender porque lo había tirado al piso en su primer encuentro.
Volvió a hablar cuando el pelirrojo se dignó a levantar la cabeza y comenzaba a comerse uno de los trocitos de pan de los aperitivos, intentando jugar con sus nervios.
-entonces, podríamos considerar esto una cita...
Sonrío victorioso al ver que el otro se atragantaba con el pan, le gustaba ponerlo a prueba, pero le gustaría mucho más ver alguna reacción de su parte.
-sigue soñando.
-cruel.
-y aun así buscas mi atención, no te entiendo.
Su sonrisa disminuyó un poco, antes de centrarse en el menú, pensando en otros modos de acercarse al otro, hasta que el pelirrojo decidió tener piedad.
-bueno, podría ser una cita, pero como no te conozco, tendrás que hablarme más de ti, y ojalá, no entre el tópico de mascotas muertas.
Fingió tranquilidad antes de volver a sonreírle, esta vez un poco más genuinamente, aunque por dentro la emoción lo estaba dominando.
-sería un honor.
El pelirrojo iba a decir algo más, una pregunta sobre su parche tal vez, pero fueron interrumpidos por un camarero con sus platos y el servicio, llamándole la atención a Diluc el que el moreno hubiera recibido palillos en vez de un simple tenedor, y un montón de dudas comenzaron a recorrer su mente nuevamente, ¿era una simple costumbre o le estaba dando muchas vueltas?
La cena transcurrió con una increíble normalidad, ambos hablando un poco sobre sí mismos, desistiendo de recurrir a las mentiras y engaños respecto a la información que entregaban sobre sí mismos, sin embargo, a su vez no profundizando tanto, todo según en nivel de confianza que llevaban hasta ese momento.
Diluc había descubierto que el moreno no era tan solo un idiota engreído, sino que había podido darse cuenta de que era algo solitario, no muy diferente a él, y tal vez eso fue lo que le hizo hablar con sinceridad sobre sí mismo también en vez de inventarse una vida.
Habían compartido apenas unas cuantas cosas superficiales, datos básicos que el otro ya sabía, gustos en cosas como música o comida, sentido del humor, número de teléfono y cosas de ese estilo, y estuvieron hablando por horas sobre anécdotas no te traumáticas como las anteriores.
Por su parte, Kaeya se sentía algo extraño respecto al pelirrojo, no sabía si era decepción o alivio de que el otro pareciera haber caído por sus encantos tan rápidamente, pero tenía en claro de que no quería que eso se quedase ahí, porque bien podría haber sido algo para que dejase de molestarlo, o simplemente si había funcionado, sea como sea, quería llegar al fondo de eso.
No tenía suficiente, necesitaba ver al otro a sus pies, tal vez para sentirse bien consigo mismo, o tal vez porque dentro de sí, comenzaba a volverse adicto a él y a los sentimientos que despertaba en su interior.
Sin que se dieran cuenta, estaba atardeciendo, y poco a poco la gente comenzaba a abandonar los locales, habían pasado más tiempo del acordado juntos.
-creo que es bastante tarde, ¿Qué hora es?
-las... -dijo el pelirrojo antes de mirar su reloj y responder- mierda, son las 8:00, va a matarme.
El moreno lo miró confundido.
- ¿Que? ¿Quien?
Esto era algo nuevo, algo importante que el moreno no podía dejar pasar.
-mi padre, lo siento, tengo que irme, adiós.
Dijo y se fue antes de que el otro pudiera siquiera responder, así que no le quedó otra que simplemente levantarse e irse también, dejándole un amargo sabor de auténtica preocupación.
Iba camino a casa mientras reflexionaba sobre todo lo que había pasado, tenía ganas de escribirle, pero suponía que sería mala idea si el otro se encontraba con problemas familiares
Entró en su pequeño departamento compartido y se alivió de ver a su prometida dormida en el sofá, feliz de no tener que lidiar con ella, seguido de eso se dirigió a su habitación y cerró la puerta, buscando algo entre sus muebles.
Había agarrado una linterna, un lápiz y una libreta, metió las cosas a un bolso y salió del lugar en silencio, caminando por un bosque cercano, buscando un escondite perfecto.
Porque desde ese día, Kaeya había decidido escribir un diario secreto sobre Diluc, uno que ni su prometida ni el pelirrojo podían encontrar jamás.
Mientras tanto, Diluc caminaba con temor hacia su casa, sabiendo que era lo que le esperaba como siempre que rompía una regla.
Una infracción, un golpe, una muestra de vulnerabilidad, otro golpe.
Vivía bajo un constante terror y presión, siempre ocultando sus golpes bajo esas capas de ropa negra que siempre llevaba encima.
Entro en silencio como si no fuera más que un espectro, sintiendo a su padre sonreír macabramente mientras estaba sentado dándole la espalda.
-te he estado esperando Diluc.
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Juego de Seducción - Kaeluc
Hayran KurguLo que empezaría como una idea estúpida de un par de amigos borrachos, se puede convertir en el mejor romance de alguien. ¿Qué pasaría si alguien contrata dos investigadores privados para investigarse el uno al otro?