Capítulo 2: La agradable bienvenida

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No entendía porqué mi padre estaba haciendo todo esto, me parecía una estupidez tener que ayudar a los humanos, y para colmo, traerlos a nuestro planeta, era una barbaridad

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No entendía porqué mi padre estaba haciendo todo esto, me parecía una estupidez tener que ayudar a los humanos, y para colmo, traerlos a nuestro planeta, era una barbaridad.

—¿Por qué los trajiste? ¿Acaso estás loco? —le reclamé a mi padre con enfado—. Están invadiendo nuestro territorio, ¿Qué crees que van a decir los demás Atrex sobre esto?

—Relájate, Aren —dijo mi padre sereno—. Y te voy a pedir qué, por favor, no les hagas nada.

—¿Hablas en serio? —resoplé con molestia—. ¿Y si no qué?

Mi padre me observó en silencio desde la mesa de su laboratorio.

—Escucha Aren, no quiero enterarme de que les hiciste algo, te lo estoy advirtiendo —aclaró con un tono serio.

Lo miré sin poder comprender porqué hacia todo esto.

—No entiendo —mascullé—. Después de lo que hemos pasado, tu decides traerlos, sabes perfectamente como nos trataron.

—Lo sé Aren, pero no podemos generalizar, ellos no son como los otros.

—¿Qué te hace pensar eso? No tenemos idea que pueden hacernos y tu estás aquí despreocupado —añadí cruzándome de brazos.

—La amenaza somos nosotros Aren, no ellos —agregó firme—. Y por favor, déjame trabajar que estoy muy ocupado en estos momentos.

Me di la vuelta y salí del laboratorio de papá. Me dirigí a la casa de Rowen esa misma tarde, no podía dejar pasar esta situación tan fácilmente.

—Tenemos que hacer un plan —le dije cuando llegué a él.

Rowen me miró desde la cama donde estaba reposando.

—¿De qué hablas? —preguntó confundido.

—Tenemos que mostrarles quién manda aquí —señalé con detenimiento.

—¿Te refieres a los humanos? —preguntó.

—Claro, ¿Quién más? —dije sentándome en el sofá de la esquina.

—¿Qué tienes en mente? —quiso saber.

—Esta noche, a las 10 te veo afuera del sector.

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Hoy mi padre había realizado una comida en el sector, después de darles la bienvenida, les darían un recorrido por el edificio donde se quedarían a vivir. Sabía que les explicarían las reglas y como funcionaban, que deben hacer y que no. Thora era la que les daba el recorrido, el refugio era bastante grande, parecía un edificio de diez pisos. Adentro había muchísimas habitaciones para cada uno, en el quinto piso estaba el pasillo que te llevaba a la cocina, que era bastante espaciosa.

Me encontraba a una distancia de todos ellos intentando que nadie me viera, aproveché que el hermano de aquella chica se fuera al baño, para así, con la ayuda de Rowen seguir el plan. Solo era una pequeña broma de bienvenida, nada más.

Esperé la orden de Rowen, él tenía que decirle a la tal Adhara que su hermano lo estaba esperando en la cocina, pasaron unos minutos, cuando escuché el ruido de la puerta abrirse. Me escondí para que no me viera, la vi entrar algo confundida, estaba buscándolo.

Perfecto.

—¿Anakin? ¿Dónde estás? —escuché que decía con voz alta.

Como lo había preparado antes, se escuchó un ruido que provenía desde el congelador, ella volteó y comenzó a caminar hacia este. Abrió la puerta, la cual, no tenía llave —gracias a mí—, y entró como me lo imaginaba, mi plan estaba funcionando.

—¿Anakin? ¿Estás aquí? —volvió a preguntar, pero ya desde adentro.

Me escabullí rápidamente hacia el congelador, y cerré la puerta con llave. No pude ver su reacción, ya que salí del lugar a toda prisa sin dejar de reír a carcajadas. Mi sonrisa se esfumó tan rápido cuando vi a mi padre mirarme fijamente desde el pasillo del edificio.

—Papá, ¿Qué haces aquí? —pregunté sorprendido.

—Lo mismo me pregunto, ¿Qué haces tu aquí? —inquirió entrecerrando los ojos—. ¿No deberías de estar en casa?

—Yo quería darles la bienvenida a los humanos —me excusé con una sonrisa fingida.

—Si no fueras mi hijo te creería, ahora dime, ¿Qué estás haciendo aquí? —indagó sin dejar de mirarme.

—Ya te dije, vine a darl.... —no pude terminar, debido a qué se escuchó un grito que provenía desde la cocina.

—Arenkis —mi padre me llamó con enfado—. ¿Qué hiciste?

Me miró por unos segundos, pasó por un lado de mí y comenzó a caminar hacia la cocina.

Mierda.

—Papá, escucha —dije mientras lo seguía por detrás—. No es lo que estás pensando.

Mi padre entró a la cocina y se detuvo para observar si sucedía algo, me paré a un costado de él y tragué saliva con dificultad. En eso, se escuchó el gritó de Adhara pidiendo ayuda desde el congelador, lo miré de reojo y noté que me miraba con mucho enfado.

—¿Qué hiciste Arenkis? —gritó mi padre mientras se aproximaba hacia el congelador.

Vi como ingresaba la contraseña y este se abrió, me quedé en la entraba mientras estaba observando la escena. La tal Adhara estaba en el suelo, tenía las rodillas dobladas y se apoyaba con los brazos en el suelo mientras intentaba alzar la vista, noté que mi padre le hablaba, pero ella no respondía, me acerqué sigilosamente y me detuve a un lado de la puerta.

—Adhara, respóndeme —le decía mi padre.

—¿Está todo bien? —pregunté.

—No Aren, no está bien, creo que no puede respirar —añadió, papá la cargó entre sus brazos, me hice un lado para que la sacara del congelador—. Te quiero en la casa, ahora.

Vi como se alejaba con Adhara inconsciente. Creo que la broma no fue como lo esperé.

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—Te lo advertí, Aren —gruñó mi padre molesto en cuanto llegó a la casa—. Te dije que no les hicieras algo y fue lo primero que hiciste.

—Y yo te dije que no estaba de acuerdo que ellos se queden aquí —añadí entre dientes.

Mi padre me volteó a ver y noté que estaba furioso. Jamás lo había visto así.

—Escúchame bien, Aren, no voy a tolerar ni una más de tus jueguitos —expresó con molestia.

—¡Entonces que se vayan! —grité—. No entiendo tu caridad, si tanto quieres ayudarlos, que no sea de este modo.

—No puedo, Aren —soltó exasperado.

—¿Por qué no puedes? —me apresuré a preguntar—. No pienso moverme de aquí hasta que me digas la verdad. ¿Qué está sucediendo?

Mi padre me miró y suspiró con cansancio.

—Bien, te lo diré, pero no puedes decírselo a nadie —añadió tomando asiento en su silla.

—Lo prometo —dije.

—Esto debe quedarse entre nosotros, y una vez que lo sepas, dejarás de molestarlos y de ocasionarles problemas, ¿Entendiste?

Asentí mientras me acercaba a él. Estaba bastante desconcertado por aquello que iba a confesar.

—Te prometo que no diré nada.

SEDNA: Más allá de la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora