Prefacio

350 13 2
                                    

Mi mayor defecto siempre fue ser curiosa. Y lo peor era que de niña aparte de ser curiosa, era muy traviesa. Me gustaba jugar todo el tiempo y hacer bromas, pero para eso tenía una cómplice, Enid, mi mejor amiga. Nos conocimos en el jardín de niños, al principio nos odiábamos, pero años después se me ocurrió hacer una broma a una maestra, me castigaron y me llevaron a detención, ahí también estaba ella junto a mí, las dos estábamos castigadas por ser un poquito traviesas, fue así como terminamos siendo las mejores amigas hasta ahora.

En mi cumpleaños número 12, mi padre nos regaló una bicicleta a mí y a mi hermano mellizo Anakin, después de muchas caídas, pude andar en bicicleta, lo que sería uno de mis pasatiempos favoritos. En las tardes solíamos andar en bicicleta junto con Enid. Ya que también era mi vecina de a lado, siempre la pasábamos juntas.

Una tarde de verano, salí con Enid en la bicicleta como eso de las siete de la tarde, mi madre nos prohibía acercarnos al bosque porque decía que era peligroso y que había monstruos, siempre nos decía eso desde que éramos muy pequeñas, creo que lo decía para que nos diera miedo y jamás fuéramos, hasta que un día Enid y yo nos dio curiosidad y decidimos ir hacia el bosque.

Hacia ese lugar que me cambiaría la vida por completo. Qué volvería de mi mundo una pesadilla y llena de dolor. El camino hacia allá era desolado, casi no pasaban autos y mucho menos había gente. Esa tarde escuché un ruido que provenía del bosque, mi curiosidad me dijo que me acercara y averiguara que pasaba.

—¿Qué haces Ady? —me preguntó Enid cuando vio que me bajaba de la bicicleta.

—Escuché un ruido —le respondí mientras me acercaba al bosque.

—No entres ahí, es muy peligroso, ¿Recuerdas lo que dijo tu mamá?

Enid sonaba asustada.

—Los monstruos no existen Enid —añadí sin detenerme—. Vamos, acompáñame.

—No, y será mejor que ya nos vayamos.

—No empieces, Enid —dije algo molesta—. Espérame aquí, entonces.

—No, Ady, regresa aquí —escuché la voz de Enid detrás de mí, pero no le hice caso—. Adhara, le diré a tu mamá.

Caminé dentro del bosque ignorando los gritos de Enid, sentía la necesidad de descubrir que era, de donde provenía el ruido y demostrarle a Enid que no existían los monstruos. Caminé a paso lento tratando de no hacer ruido, ¿Y si era un animal? volví a escuchar otro ruido, pero esta vez más cerca. Cuando por fin llegué a donde provenía el ruido, no era lo que yo esperaba, sino que frente a mis ojos tenía un tipo de nave, era muy extraña, jamás había visto algo así, solo en las películas que mis padres veían. Me acerqué para observarla mejor, era grande y de color gris, de pronto, escuché un sonido que provenía dentro de la nave, me acerqué sigilosamente encontrándome a un niño escondido en ella.

—¿Hola? —dije con voz firme, el niño me miró asustado, tenía marcas muy extrañas de símbolos en la piel y llevaba puesto un traje totalmente blanco, sus ojos eran realmente grises y brillaban, jamás había visto unos así—. ¿Cómo te llamas? —le pregunté, pero no me contestó. —¿Estás asustado?

Caminé hacia él, pero el niño retrocedió rápidamente.

—No te haré daño. Solo soy una niña —dije con suavidad.

El niño me miraba fijamente.

—¿Tienes hambre? Mira, traigo un chocolate —lo saqué de mi bolsillo derecho y se lo extendí—. Tómalo, sé que te encantará, sabe delicioso.

El niño me observaba a una distancia, logré ver que miraba el chocolate con mucha cautela y después a mí de forma dudosa, en eso, se acercó con pasos lentos, tomó el chocolate con una velocidad sorprendente y después regresó a su escondite. Me di cuenta que quizás era de mí misma edad. ¿De dónde había salido y que hacía ahí?

Giré la cabeza y me enfoqué en la nave, empecé a observarla mientras veía de reojo al niño, que, por cierto, comía el chocolate con demasiada rapidez. La nave estaba rota o al menos vi que le faltaba un pedazo, ¿Acaso estaba soñando? Me acerqué a ella y vi que le salía una cosa extraña, era color azul brilloso y espesa, llevé mi mano hacia el líquido y lo toqué sin pensarlo, cuando de pronto, sentí como si me quemara por dentro, un dolor comenzó a recorrer por todo mi cuerpo que no me pude sostener, perdí el equilibrio y caí al suelo. Sentí que me faltaba la respiración y el corazón comenzó a acelerarse, escuché una voz lejana pero no podía moverme, quise gritar, pero no pude, vi a un hombre acercarse a mí y me miró con desconcierto, llevaba las mismas marcas que el niño, le dijo algo pero no entendí nada, ya que era en otro dialecto, de pronto, todo se tornó negro.

SEDNA: Más allá de la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora