Capítulo I. Septhis

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Año 2011. Burkittsville, Maryland (EE.UU.)

Bellamy se acercó titubeante a la muchacha que se sentaba en la última fila del aula. Nunca le había visto relacionarse con alguien, ni compañeros, ni profesores; nadie.  -Tener algo que ver con ella significaba ser señalado por el resto de los pueblerinos que no dudaban en juzgar e inventar habladurías de dudosa realidad.- A decir verdad, sentía pavor sólo con mirarla.

Su pelo rojo, como se imaginaba serían las llamas del infierno, largo y pulcramente peinado con la raya en medio; sus ojos, de un azul tan claro, como si estuviesen vacíos de vida y perdidos en algún recóndito lugar de su mente, dando la sensación de ser una persona trastornada, incluso enajenada.

Solía clavar esa mirada siniestra en la nada, para luego sonreír de forma macabra. Sí, esa chica daba verdadero pánico. Mirarla creaba una sensación de desasosiego que, obligaba a apartar la vista a los pocos segundos; pero él, era valiente y estaba dispuesto a no perder la apuesta que, minutos antes, había jurado llevar a cabo ante la incredulidad de su grupo de amigos.

—Si le pides una cita y acepta, pagamos nosotros la comida de toda la semana.

—¿Y si no lo hace?

—Tendrás que pagarla tú. —Responde su amigo, dejando ver la sonrisa de quien disfruta viendo el pavor en los ojos del líder del equipo de lucha libre, del instituto.

—Da miedo... Dicen que su familia murió en un incendio provocado por ella. —Becky levanta la mirada de su esmalte de uñas por un segundo, antes de devolver la atención al mensaje de su teléfono móvil.

—Y que ha matado a sus hermanos. Se comió su corazón y vísceras mientras aún estaban calientes, por el pacto que hizo con el diablo. —Asegura Nathalie, convencida de sus palabras.

—Son sólo rumores. —Responde Bellamy, titubeante, tratando de convencerse a sí mismo y apartando las imágenes que se le vienen a la mente, producto de una imaginación desbordante.

—¿Estás seguro? Mírala. Parece una lunática, con la mirada perdida y esa sonrisa siniestra. No me gustaría ser yo quien la invitase a una cita.

—¿Y no podría simplemente hablar con ella y ya? Sería más de lo que ha hecho alguien hasta ahora.

—O consigues la cita o pierdes la apuesta.

Bellamy coge aire y mira a la chica que sigue observando la esquina derecha del techo. Ahora, ha torcido su cabeza, dejándola un poco ladeada en su dirección, con los ojos clavándose en los suyos. Su expresión cambia y esa sonrisa vacía desaparece. Un escalofrío cruza la espina dorsal del chico que, paso a paso, se acerca hasta ella.

Imperturbable y con interés, Septhis cruza las manos sobre la mesa, esperándolo, mientras evalúa la anatomía recia del capitán del equipo y, si sería cierto el rumor del tamaño de su entrepierna.

Bellamy, no puede obviar que es rara, tiene algo demasiado oscuro, incluso psicótico, que no encaja con nada de lo que les rodea. No habla, no se relaciona con nadie, ni siquiera puede esclarecer qué, de todo lo que se dice de ella en el pueblo, es real o qué no.

Lo único que sabe, es que se sienta en la silla del pupitre más alejado y pasa las horas en la misma posición, hasta que la campana anuncia el final de las clases. Trata de recordar si algún profesor le ha preguntado algo alguna vez o si ha participado en algún trabajo. No, la respuesta es no. Septhis asusta a todos y ella parece estar conforme con su aislamiento de paria.

Algunos rumores se escuchan en los pasillos, como que su alimentación se basa en sangre y animales crudos -que caza con sus propias manos-. También se dice que asesinó, a sangre fría, a toda su familia incluso que adora a Satán.

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