Suspendí aquella redacción del Gran Gatsby, y mi padre me dijo que no podía permitir que el ballet hiciera que mis notas bajaran, así que más me valía no suspender más cosas porque, por supuesto, los estudios eran lo primero.
Por un momento deseé decirle que uno de los motivos por los que había vuelto a bailar era porque eso me abría las puertas a que alguna universidad me concediera una beca, pero no lo hice porque si los ahorros de mis padres estaban considerablemente mermados no había sido por ellos, sino por mí, y por el baile, que me provocó la lesión que me tuvo varios meses de hospitales y cirugía. Todo el mundo parece adorar Estados Unidos, pero si tuvieran que pagar esas universidades o esos hospitales tan caros, tal vez cambiasen ligeramente de opinión. En fin, que bastante me había costado ya convencerlos de que la lesión estaba curada como para volver a sacar el tema y que cambiaran de opinión, así que lo dejé estar y decidí que no volvería a hacer deberes a la vez que Skype.
Era viernes, y como siempre, a eso de las siete de la tarde fui al bar de mi padre para empezar a prepararlo todo para la noche. Por suerte, las clases de ballet eran de lunes a jueves, pues si no hubiera sido así me habría visto en una difícil decisión.
Cuando llegué al bar, Becca ya estaba allí. ¿Queréis saber una cosa sobre ella? Era una de las personas más simpáticas, amables y cariñosas que conocía, y siempre me había tratado como a una hija. Había trabajado en el bar de mi padre más o menos desde que yo nací, así que la conocía de toda la vida, y mi padre nunca me lo había contado -porque al parecer eso no es algo de lo que se hable con los hijos-, pero yo sabía que Becca y él habían estado juntos, antes de que papá conociera a mi madre. De hecho, la gente rumoreaba que todavía había algo entre ellos dos, pero yo no me lo creía, y mi madre tampoco. Aunque es cierto que a mi madre nunca le gustó Becca. Eso tampoco me lo dijo, pero era evidente. Supongo que nunca se está lo suficientemente seguro como para no sentir celos, por mucho tiempo que pase y por muchas promesas que se hagan.
Como decía, Becca estaba allí, colocando las sillas, y yo me fui a la cocina a ponerla en marcha. Desde fuera, Becca me preguntó:
-¿Qué tal con el baile?
Estuve tentada a mentir, pero no era necesario. Se acabaría dando cuenta, como siempre hacía.
-Pensé que sería más fácil -admití, limpiando un par de copas que el lavavajillas no había lavado bien.
-Cariño, ¿sabes qué pasa si buscas "ballet" y "fácil" en Google? -no esperó a que respondiera- Te sale lo de "no se han encontrado coincidencias".
Se me escapó una risa.
-Lo digo totalmente en serio -dijo asomando la cabeza por la puerta de la cocina.
-Es que pensaba... no sé, tampoco hace tanto tiempo que lo dejé.
-La mente no olvida con facilidad, pero el cuerpo sí. Qué te voy a decir que no sepas ya.
-Y creo que mi padre no quiere que baile.
-¿Pero cómo no va a querer? -frunció el ceño, lo que le remarcó las dos arruguitas entre los ojos que tenía siempre, tal vez de tanto hacer ese gesto.
-Pues porque me quita tiempo de clase y...
-... y este es un año muy importante.
-¡Exacto! Pero ya sabes, a las universidades les encanta tener gente que haga deporte, dan becas, y tal vez yo pudiera conseguir una...
-Estoy segura de que tu padre sí quiere que bailes. Siempre dijo que se enamoró de tu madre viéndola bailar, ¿por qué no iba a querer ver eso mismo en ti?
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Pas de deux
Подростковая литератураBailar siempre había sido mi pasión. Siempre lo había puesto por delante de todo lo demás. Por fin había decidido lo que quería hacer con mi vida, lo que quería ser, a qué quería dedicarme. Por entonces no era consciente de que a veces aparecen pers...