ENTRÉE - Capítulo siete.

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-Hablemos.

Suponía que Kurt me estaba mirando fijamente con sus ojos marrones, pero no podía saberlo porque yo tenía la vista fija en mis pies. Había dejado la mochila dentro del bar y le había dicho a Becca que estaría fuera. Ella me había lanzado una mirada que gritaba "no hagas nada de lo que puedas arrepentirte", pero yo no estaba segura de si para ella algo de lo que arrepentirme era volver con Kurt o todo lo contrario.

-Necesito saber qué ha pasado.

-Kurt, esta conversación es siempre la misma.

-Porque nunca respondes a mi pregunta.

-Es que no quieres saber la respuesta -solté.

Ya está. Ahora sí que sería imposible no darle un motivo. Me di una palmada mental en la frente por mi propia estupidez.

-Hay otro, ¿verdad?

Fruncí el ceño y por fin lo miré, dolida.

-¿Qué? ¡No! Ya veo cuánto confías en mí.

-Adriana -pocas veces usaba mi nombre y aquella consiguió intimidarme-. Has roto conmigo por un motivo que no me quieres contar. Joder, ¿qué esperas que piense?

Suspiré.

-No, no hay otro. Nunca lo ha habido.

Kurt era un tipo celoso, mucho. Yo sabía que no le gustaba verme con otros chicos, pero nunca me había pedido que dejara de lado a mis amigos o que me vistiera de otra manera ni cosas así. Me respetaba, me trataba bien, me quería. En esos momentos, podía ver la desesperación en sus ojos. Se pasó una mano por el pelo y se lo revolvió, como solía hacer cuando estaba o emocionado o nervioso. Creo que en este caso era lo último. Quería quererle más. Sería tan fácil... Añoraba estar enamorada hasta la médula, pero no lo estaba. Le quería, pero también quería otras cosas. Sentía que era demasiado joven para estar encerrada en una relación, pero sospechaba que sólo pensaba así porque no estaba enamorada de verdad. Que si lo estuviera, no habría suficiente dosis de Kurt en el mundo que me hiciera darme por satisfecha.

-¿Entonces? ¿Qué es lo que no quiero saber?

Se mordió el labio inferior con fuerza y he de admitir que me entraron unas ganas terribles de besarle. Pero no. No, no, no.

Decidí ser sincera.

-Que he visto Cenicienta demasiadas veces. Y que no quiero... -negué con la cabeza, reestructurando mis pensamientos. Empecé de nuevo- Que quiero una historia de amor extraordinaria, una que me haga despertarme en mitad de la noche pensando qué cosa maravillosa me esperará con él al día siguiente, una que me haga reír sin control sólo al recordar cualquier locura que hicimos, quiero... quiero... más -sabía que lo dolía oír lo que estaba diciendo, pero ya no podía parar-. Es una estupidez, lo sé, esas cosas no existen. Pero yo creo que a lo mejor sí existen, y lo que pasa es que la gente se conforma con lo que tiene porque se dicen a sí mismos que no van a encontrar su historia extraordinaria, entonces dejan de buscar y se acomodan en algo que está bien aunque no les llene completamente, pero yo... no quiero resignarme. No quiero.

Sus ojos cargados de pesar se posaron sobre los míos. Nunca le había visto mirarme así, tan... vulnerable.

-Nuestra historia no ha sido extraordinaria, pues -concluyó.

-Ha dejado de serlo... para mí -dije en voz baja.

Asintió levemente con la cabeza.

-Entiendo lo de que no quería saberlo -cerró los ojos.

-Lo siento.

-Te quiero -susurró.

Se me formó un nudo en la garganta. No quería llorar, pero no pude evitarlo. Llevaba demasiado tiempo conteniendo las lágrimas. La gente piensa que el que termina la relación es siempre un canalla sin sentimientos y que no sufre, pero eso es mentira. Es horrible ver cómo rompes el corazón a una persona a la que quieres. Aunque no la quieras lo suficiente como para seguir con ella. Y es duro tomar la decisión. Es duro seguir adelante con ella.

Pas de deuxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora