ENTRÉE - Capítulo ocho.

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Cameron Hall y yo anduvimos en silencio hasta la puerta del McDonald's. No es que fuera un silencio incómodo, pero era de esos en los que sientes que debes decir algo pero no sabes cómo hacerlo, y le das vueltas en tu cabeza a algún tema de conversación que puedas sacar, si bien al final nunca llegas a formularlo en voz alta. No era como si Hall y yo no tuviésemos nada en común, pero todo era un poco tenso partiendo del punto en que él quería echarme de mi grupo de baile.

-Pensé que un bailarín no comería en sitios como este -solté de repente cuando entramos al restaurante, y aquello no tenía nada que ver con esos posibles temas de conversación en los que había pensado antes.

-¿Tú nunca comes en el McDonald's? -me miró casi con incredulidad.

-Me refería a un bailarín profesional.

-Si lo que tú quieres no es ser bailarina profesional, no sé por qué te preocupas tanto por seguir en mi clase.

Ahora la que estaba atónita era yo.

-Una cosa es quererlo y otra muy distinta es serlo.

-Pero tendrás que empezar por algún sitio, ¿no?

Puse los ojos en blanco cuando sabía que no me estaba mirando. Era exasperante. Mientras esperábamos en la cola para pedir -tampoco había demasiada, pero no quería volver a caer en ese silencio extraño-, decidí que tenía que cambiar el enfoque de la conversación.

-¿Es que no tienes casa? -no era en el sentido estricto de la palabra, pero creo que él lo tomó así.

-Claro que tengo casa -contestó Hall, extrañado-. ¿Por qué lo preguntas?

-Bueno, porque no entiendo por qué no comes allí y/o por qué no ensayas allí.

-Mmm... -se rascó la barbilla, cubierta por una barba incipiente- Mi casa está lo suficientemente lejos como para que no se me costee volver allí para comer.

-Eso no responde a la pregunta de por qué ensayas en la escuela. ¿No tienes una habitación con espejos y barra y esas cosas en tu casa?

Un brillo divertido cruzó los ojos de Cameron Hall.

-Sí, sí que tengo -respondió pacientemente.

-¿Entonces?

-A veces viene bien un cambio de aires -contestó tras una pausa.

Aquel hombre era verdaderamente extraño, pues con cada pregunta que le hacía me surgían tres más. ¿Cuántos años tenía? ¿Cómo era posible que tuviera una casa siendo aparentemente tan joven? ¿Y de dónde salía un profesor de baile con lo que debía ser tan poca experiencia? ¿Qué le había pasado a la profesora Thomson? ¿En qué hospital estaba? Me habría gustado ir a visitarla. Pero no pude hacerle ninguna de esas preguntas porque nos tocaba pedir, y además tampoco quería atosigarlo.

Él pidió una hamburguesa de pollo y agua. A mí me apetecía una ensalada -no sé por qué pero siempre me han gustado las ensaladas de ese sitio-, pero si me la pedía, Cameron Hall podía pensar que lo hacía por intentar hacerle caso en lo de ser bailarina profesional, y no iba a permitirle pensar eso, porque no era cierto. De modo que pedí hamburguesa y refresco.

Quizás penséis que yo era una chica abierta a la que le resultaba fácil entablar conversación, pero lo cierto es que no. Es decir, a veces perdía los filtros y hacía preguntas o comentarios que se me pasaban por la mente, pero en la mayoría de las ocasiones tenía demasiado miedo a decir algo mal como para abrir la boca, especialmente cuando ya he hecho el esfuerzo de intentar hablar y no ha funcionado.

Por lo tanto, fui en silencio hasta una mesa libre, con Hall siguiéndome sin decir una palabra. Yo ya lo había intentado, así que no pensaba hablar a menos que él lo hiciera primero. Empecé a comerme mi hamburguesa, centrando mi atención en evitar que se cayeran todos los ingredientes -llamadme estúpida pero comerme una hamburguesa en condiciones siempre se me ha hecho difícil-, y llevaba ya la mitad y Cameron Hall seguía sin hablar. Cada vez estaba más segura de que aquello había sido una mala idea. Entonces creo que se me quedó mirando un momento -no lo sé a ciencia cierta porque yo tenía la vista clavada en mi bandeja- y por fin habló.

Pas de deuxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora