Carta a un anónimo 1.

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Agosto 14, 2020. Av. Vallarta y Progreso. 16:40 hrs.

Llovía en el que, tiempo después me daría cuenta que sería el peor trabajo que he tenido en la vida. La venta era muy poca, Los Planetas sonaban en mis cascos y mi sed de compañía, aún estando rodeado de mis compañeras y compañeros de trabajo, buscaba algo más. Salí a casa, llegando hecho una sopa, y escribiendo esto en mi cama.

"Hola, desconocida. Hola, desconocido.

Hoy decidí escribirte, mientras llueve. La brisa que se sentía poco a poco se fue convirtiendo en una tormenta de esas que se extrañaban: densas, que generan ríos para zarpar barquitos de papel, o en el mejor de los casos, estar abrazados con esa persona con la que compartes sentimientos, experiencias y la calidez de una cama, de un sillón, o del mismo transporte público. Por lo pronto, y como dato intrascendente, te escribo desde mi cama; en mi caso es solitaria y en ocasiones fría.

Hay tinieblas. Mantengo la luz apagada. Escucho la canción que he descubierto en este año y mientras voy repasando la letra con los labios y sin emitir palabra alguna, derramo algunas lágrimas y repito esa frase final del verso antes del corte instrumental: <después de todo esto no está mal>. Hay frío. A pesar de que llevo años sin fumar, enciendo un cigarrillo y dejo que se vaya consumiendo poco a poco, sin siquiera ponerlo en los labios.

Cargo con una resaca de la noche anterior, y con lo que parece ser una sed insaciable de compañía. La resaca se puede ir al día siguiente y listo; mi sed de compañía no. Se ha mantenido por semanas. Por meses.

Empieza a granizar. Baja aún más la temperatura. Y empieza a llover bajo mis párpados.

Quiero salir a mojarme con la lluvia y esperar ser descalabrado (inocentemente) con el granizo que poco a poco va supliendo a las gotas de lluvia. Por más intentos que hago para encontrar esa compañía, esa persona que pudiera abrazar en noches así, siempre me mantengo muy al margen. Mi personalidad solitaria, gris, y mi poco atractivo físico parecen perderse ante un discurso que cada vez más empresas adoptan para hacer más dinero. La autoaceptación, el self care también es negocio. El amar a la persona como es, aparentemente también es un negocio. Los sentimientos y las emociones se van convirtiendo también en un negocio, del que somos víctimas las personas grises y poco agraciadas.

Hay nombres que están en mi mente. En mi prospecto de aquella persona ideal. Pero, al final solo se quedan en eso. En personas ideales. Quisiera que tú, ahí desde donde lees esto sin necesidad alguna, tengas a esa persona, con la que puedas compartir esa cama en noches de lluvia. A la cual puedas abrazar cada que un relámpago toque la tierra y emita ese característico trueno. Con la cual, a partir del silencio, dicen todo.

Al final, ya no eres una desconocida más, o un desconocido más. La lectura nos une, nos apropia del sentir del otro, y cuando leemos a alguna persona que quiere decir algo, a manera de desahogo, llega ese abrazo psicológico, reconfortante, que en ocasiones se necesita.

Jesus.

Caí a la cama a llorar.

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