Todo por ti (Primera parte)

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Montimer

1

No sé qué pensé cuando lo vi... de hecho no recuerdo muchas cosas. En mi mente solo está la imagen del panorama blanco del bosque, con su perenne e insolente incertidumbre. Recuerdo los árboles, las hojas cayendo y el sonido del viento helado que golpeaba mi rostro.

Después recuerdo verlo tendido en esa especie de trampa, forcejeando... agitándose conforme se daba cuenta que ya no saldría de allí, llorando. Por alguna extraña razón mi corazón se estrujó. Yo estaba posado sobre el alfeizar de la ventana, aunque al parecer el ratón llevaba algunas horas atrapado, desde donde estaba me di cuenta de que la pequeña presa estaba bastante lastimada.

Ya había visto esas trampas antes en otras casas, pero lo que había en ellas no eran más que simples restos de otros animales que bien pudieron ser ratones, o murciélagos o cualquier otra criatura pequeña que desafortunadamente cayó allí a las expensas del frío mortal que de vez en cuando azota el bosque.

Al principio dudé un poco si acercarme o no, mis piernas temblaban tenuemente y mi corazón se agitaba. Yo, un murciélago le temía, al parecer, a un ratón... a un débil ratón atrapado en una trampa. Los de mi especie los cazan, sirven como alimentos para nosotros, decía mi padre, pero yo nunca toleré tal idea (ni él tampoco aunque a pesar de todo), ver la sangre recorrer mis garras, sentir la tibieza que emanaba, su espesura que recorría mi pelaje, el olor ferroso y el sabor salado y cobrizo hacían que mi cuerpo dejara de responder y, por el contrario, era como si un terremoto invadiera mi cuerpo y mi mente se ponía en blanco. Evité matar a cualquier animal, desde ratones, hasta ardillas e incluso aves pequeñas... lo evité por completo. Quizás por miedo, pero todavía me sigo preguntando a qué.

Mi cuerpo se movió por sí solo, como impulsado por algo, un sentimiento quizás, o una sensación... no sabría cómo describirlo.

Circunnavegué por un tiempo, tratando de pensar un poco todo, pero simplemente no podía pensar. Algo me movía y, aunque estaba temeroso, decidí dejarme llevar por esa sensación... ese sentimiento.

No sabía qué hacer cuando hube estado cerca. El ratón me vio cuando me posé a su lado. Habló algo, fueron apenas unos balbuceos que no pude comprender, quizás rogaba por su vida, o solo pedía ayuda, o tal vez solo me confundió con alguien que alguna vez conoció..., pero en ese momento se desmayó.

2

La vida es tan frágil pues se va cuando uno menos se lo espera. Tan frágil como un cristal de hielo que se rompe, tan frágil como un copo de nieve que se derrite al contacto con el calor que emana mi mano. Tal vez lo más misericordioso que pude haber hecho es terminar con la vida de este ratón, pero algo me lo impide, y no es mismo miedo que sentí cuando intenté cazar por primera vez a una presa, es un sentimiento más profundo, algo que va más allá de lo que puedo comprender...

Eso me hizo plantearme varias preguntas: ¿Cómo es que llegué aquí en primer lugar? ¿Qué me atrajo a este sitio tan solitario que ni siquiera las aves cazadoras se acercan?

El ratón había empezado a quejarse del dolor cuando un tenue viento empezó a decirme que sería una noche difícil. Quedarme allí era mi única opción... y quizás tratar de ayudar a ese desdichado ser que parecía sufrir mucho con cada respiración.

Era de tarde cuando el ratón gris despertó. Lo vi entrecerrar los ojos y me acerqué a él. No sabía qué decirle y lo primero que se me ocurrió fue: «Estarás bien, te ayudaré» y le toqué la frente con mi pulgar. No sé por qué pronuncié aquellas palabras, pero por alguna razón me sentí aliviado y al mismo tiempo ansioso.

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