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«Vamos, tonto ratón, sigue adelante». Larry se repetía esa frase para darse ánimos mientras caminaba sobre un sendero que atravesaba el sotobosque, serpenteante. Un fuerte olor a humedad se alzaba en el aire. Estaba cansado y solo deseaba encontrar un lugar tranquilo donde recuperar sus energías gastadas en el inusitado trayecto.
El día a día en el bosque era duro, lo reconocía. Meditaba con frecuencia en las dificultades que pasaba, pero al instante recordaba a Ángela, su abuela, entonces solo subía su rostro para ver las nubes y suspiraba con un poco más de ánimo. El cielo, que con frecuencia era teñido por un color gris plomizo cuando un cúmulo de nubes tristes lo atravesaba, era melancólico, le daba la sensación de que más allá de todo ese tono sombrío y triste había algo, no sabía que era, pero había algo que podía llenarlo de felicidad, porque se decía que, así como se puede diferenciar la luz de las tinieblas y la tristeza de la felicidad, había algo que podría diferenciar su tristeza de su alegría, algo que podía sacarlo de la tremebunda soledad que lo asediaba en ese momento. Luchaba por encontrarlo, aunque hasta el momento no lo había logrado.
Caminaba sobre la nieve blanca ya pisada por otros habitantes del bosque, mientras mantenía las orejas en alto, alerta a cualquier sonido que pudiera indicarle que estaba en peligro. Tiempo atrás escuchó que otros ratones habían sido atacados por murciélagos, aunque en ese bosque ese tipo de noticias perdían fuerza por la continuidad.
Apenas caían copos de nieve, visibles para él, con frecuencia uno se posaba sobre su nariz trémula y se derretía haciéndole sentir una sensación gélida y reconfortante. Los árboles, quietos y sombríos, le guiaban en el camino. Lo observaban.
Larry no sabía a dónde iba, ni de dónde venía, ni en dónde estaba. Su única familia, aquella mujer anciana que lo cuidó por muchos años, había muerto de buena vejez, pero lo dejó solo en un mundo cruel y desprovisto de toda misericordia para los de su especie.
El viento racheaba tenuemente. Los árboles, que antes estaban estáticos, empezaron a moverse y sus hojas empezaron a caer como un espectro anacrónico, sobre el blanco y extenso paraje.
Larry vio al cielo.
Un insecto, ya adaptado al gélido clima, dejó escuchar su canto, a lo lejos.
Se quedó quieto por un momento. El viento, ya con un poco más de fuerza, le acarició el pelaje del cuerpo.
—Tengo que buscar refugio —dijo en voz baja para sí mismo—. Se aproxima una tormenta.
Siguió caminando. Pensó que tal vez el agujero en un tronco sería de ayuda, pero lo dejaba expuesto a cazadores... no debía quedarse en un sitio tan peligroso como ese, además no había certeza de que fuera protegido de la tormenta. Una cueva por lo general sería útil, pero no había una cerca así que solo siguió andando, esperando, casi inconscientemente, que su propio destino se decidiera por el azar.
La tarde cayó y el hambre a esa hora ya se hacía notar. El cielo se volvía de un tono más oscuro conforme pasaba las horas. La tormenta estaba a punto de empezar y él todavía no estaba preparado para enfrentarla, tampoco tenía la protección adecuada. Lo único que lo acompañaba era un pequeño bolso que su propia abuela le dio, diciéndole que había pertenecido a su padre, además de unas cuantas semillas comestibles y unas telas que ya estaban rasgadas y que no servían si no para estropajo.
El crepúsculo entraba y los árboles empezaron a rechinar, el viento los movía con cierta fuerza y, para Larry, esa era la señal de que la tormenta estaba empezando... moriría de frío si no encontraba un refugio.
Continuó caminando hasta llegar a un lindero pronunciado. Se percató que justo al final del lindero había una planicie helada y en esa planicie vio una edificación antaña, una cabaña que le perteneció a los extintos humanos, un vestigio de su propio progreso y decadencia. Decidió que pasaría la noche en ese lugar. Se apresuró lo más que pudo, fue corriendo por el lindero y justo antes de llegar al final de este se tropezó con una raíz congelada yéndose de bruces hacia el frente.
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Relatos del Bosque
Fiksi PenggemarLos humanos dejaron de existir, en su lugar los animales intentan adaptarse -a como lo hicieron los humanos en el pasado- a un bosque donde el invierno es eterno. y donde reina la ley del mas fuerte. Los personajes presentados, entre ellos Montimer...