Todo por ti (Parte Cinco y última)

348 17 16
                                    


Lucas

1

No pude dormir en toda la noche. Todo sonido me estorbaba. El viento, el rozar entrechocado de las hojas de los árboles, el chirrido de los troncos al agitarse debido a la fuerza impenitente de los vientos, la respiración tranquila de Montimer, la respiración apagada de Larry... todo me parecía ruidoso en el silencio profundo de la oscuridad.

Habían transcurrido cinco días desde que liberé a Larry. Decidí quedarme con el propósito de ayudar al ratón en su recuperación. Ya había recuperado el apetito, caminaba sin ayuda, ayudaba en algunas tareas e incluso había recuperado la fluidez del habla. Mi propósito estaba a punto de cumplirse y ya cumplido podría irme sin que nada me atara a nadie.

Cuando conversé con Larry, o mejor dicho cuando lloré sobre él, desahogándome, me propuse una resolución que llevaría a cabo. Estaba seguro de eso.

La promesa que Larry me hizo cuando asintió a mi afirmación iba a cumplirse dentro de poco... de hecho, pensándolo bien ya la estaba cumpliendo. Me dolía en cierto modo el que los dos pasaran tanto tiempo juntos, sus conversaciones asiduas y confianzudas que parecían demostrar que se conocían de años, ignorando el hecho de que apenas si sabían sus nombres.

¿Sentía celos? Quizás. No soy lo bastante estúpido como para ignorar mis sentimientos, mis esperanzas y mis anhelos. Por eso es que decidí que irme era la mejor opción para todos... para mí.

Irme... lejos. Muy lejos donde los recuerdos y el pasado no me encontraran, donde no me atormentara la desdicha de la felicidad del que amo. ¿Qué más puedo hacer? No soy lo suficientemente fuerte como para decirles que me quedaría con ellos, que los acompañaría a donde fuera que vaya... pensándolo bien, creo que ellos no se negarían, pero yo simplemente no podría soportar ese suplicio. Una felicidad que no me pertenece, una alegría de la que no soy la casusa, una dicha que trasciende todo tipo de tempestad que no me pertenece... solo no puedo hacerlo, no sería lo suficientemente fuerte como para resistir ese tipo de dolor.

Escuché a lo lejos el aullido de un coyote, otro le respondió. Me puse alerta pero sabía que estábamos seguros. El viento murmuraba. El frío penetraba impenitente hasta mis huesos, a pesar de que estaba cubierto por la gruesa piel de lobo que había traído conmigo y que en su momento Larry usó para protegerse de las inclemencias del clima.

¡Que contradictorio sentirse dichoso y herido al mismo tiempo! Es como caer en un vacío profundo, percibiendo un sentimiento de libertad mientras, al mismo tiempo, sabemos que pegaremos contra el suelo, o contra las rocas o contra cualquier superficie que sin duda nos causará la muerte. A veces pienso que la muerte es la única salida a los sufrimientos eternos e incorregibles, a las pesadumbres de la mente y al suplicio de un corazón roto. ¿Cuántos habrán optado por la muerte, en un va y viene de pensamientos sufridos como los que tengo yo en estos momentos? Muchos, quizás, desdichados y gozosos al mismo tiempo. Yo soy cobarde, o quizás me detiene y me atrapa ese sentimiento que tengo hacia Montimer... no lo sé. Es contradictorio...

En el transcurrir de los días Larry me fue conociendo ya que Montimer le contaba todo sobre mí. No se reservó nada. Supuse que lo hizo para que el ratón confiara en mí, pero eso no era necesario, él ya lo hacía, y lo hizo porque le entregué mi bien más preciado, mi esperanza y mi vida: Montimer. Pero el tonto murciélago negro no lo sabía.

Si, digo tonto porque en realidad lo es, aunque no lo digo como un insulto. En todo el tiempo que me conoce nunca se dio cuenta de lo que sentía por él. ¿Acaso yo lo hubiese hecho feliz como lo hace feliz Larry?

Relatos del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora