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《Hermanos Kray》

La lluvia caía golpeando con fuerza la ventana de la habitación, hoy se cumplían dos semanas desde que el pequeño Fin vio a aquel hombre, los hermanos no me dejaban salir de la casa, ni siquiera ir al mercado, había intentado sobornar a Arthur con...

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La lluvia caía golpeando con fuerza la ventana de la habitación, hoy se cumplían dos semanas desde que el pequeño Fin vio a aquel hombre, los hermanos no me dejaban salir de la casa, ni siquiera ir al mercado, había intentado sobornar a Arthur con pasteles de fresa, pude haberlo conseguido si Thomas no hubiera llegado e interrumpido mis planes. Necesitaba salir de aquí, no podía hablar con mis hijos y tampoco tenía noticias sobre Salvatore o Lucky.

El libros descansaba sobre mi regazo, Adda había traído una gran caja de estos,  "Por si te aburres, John y Arthur ya no pueden comer más pasteles o tendrán que mandar a agrandar sus pantalones" , fue lo que dijo antes de salir junto a la Señora Gray, dejándome sola otra vez. El libro contaba la historia de un joven soldado, conductor de una ambulancia en Italia, él no amaba a su mujer, amaba a la pequeña enfermera regordeta y mejillas rosadas que lo acompañaba en esa guerra sin fin. Se habían conocido cuando fueron desplegados con un pelotón hacia Italia, la enfermera inglesa daba órdenes y hacía a pie de la letra su trabajo, mientras que aquel hombre se enamoraba una y otra vez de aquella brava mujer.

"-El amor es intensidad y por esto es una distensión del tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos, voy a amarte el resto de mi vida Agatha, cada minuto, cada segundo del resto de mi vida.-"

No podía olvidar aquella frase, tan cierta, con tanta verdad, han pasado demasiados años, y el amor que siento por el sargento golpea fuerte sobre mi pecho; pero el amor también es sacrificio, el ama a su esposa, esta deseoso y feliz con su nueva familia, y no puedo romper esa felicidad que logro encontrar, mi amor es parte del pasado y debería aceptarlo, pero no logro hacerlo, cada vez que me mira o dice mi nombre, mi estómago se revuelve y mi pulso va a mil por hora. Pero es un amor no correspondido, él pude haber sentido algo en Francia, pero ya no estamos en la guerra, esto es muy diferente, allí la necesidad de sentir algo que no sea dolor y tristeza es tremenda, llega a confundirte de tal manera que podía jurar que el hombre más vil del mundo podría estar enamorado de mi, si tan solo me hubiera mirado, ese es el efecto de la guerra, arruina la mentes de aquellos débiles, carcome su fuerza y los enfrente a su mayor miedo, lo hace buscar la mínima pizca de amor o humanidad, impone la necesidad de encontrar a un alma bondadosa que logre darle lo que aquella persona necesita.

-Señora Rose Mary .—Los golpes en la puerta y la voz del pequeño Michael resonó por toda la habitación

-Puedes pasar, Michael

La puerta se abrió dejándome ver al joven de cara seria y largo abrigo marrón .—Habrá una pelea de box en el gimnasio, Arthur estará allí, John dijo que podía asistir, si usted así lo quiere

Di un brinco fuera de la cama moviéndome por toda la habitación .—¡Por Cristo! ¡Donde están esos mendigos zapatos!

-En el rincón señora

CostelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora