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  《𝐷𝑖𝑐𝑖𝑒𝑚𝑏𝑟𝑒 1914》



-¿Que traes ahí?

Sonreí metiendo mis manos en el gran bolsillo del viejo delantal, tomé ambos trozos de pastel de calabaza y los dejé sobre la pequeña mesa de madera. El hombre de grandes ojos azules sonrió mostrando sus dientes, sus manos y ropa estaban manchadas con tierra, todo él estaba manchado de tierra.

Los soldados túneleros habían llegado a la granja hace 3 meses. La pequeña granja albergaba a 20 mujeres, "Las chicas de la tierra", era como nos llamaban los soldados que alguna vez se quedaron en el granero, cultivamos las tierras, para abastecer a las tropas que llegaban a la granja, lo que sobraba era enviado a los campamentos fuera de Somme.

Nuestra granja era la única que se encontraba sobre la carretera de Aguas Negras, veíamos continuamente tropas dirigirse hacia la batalla, tanques y grandes armamentos, podíamos oír las bombas y explosivos estallar a lo lejos. La granja contaba con una gran casona, dos graneros, una pequeña casa de huéspedes y un cobertizo donde guardamos las semillas y cultivos.

La señora Martha Ghiginns se encargaba de la casona y de 20 pupilas granjeras que dormían bajo su techo. El esposo de Martha, Greyson Ghiginns era un sargento de las fuerzas francesas, lo desplegaron hace más de 5 meses y hace algunas semanas el telegrama de su muerte llegó a la puerta de la gran casona.

Thomas había llegado hace semanas, junto a un gran pelotón de túneleros, junto a sus hermanos Arthur y John.

John había puesto de cabeza la casa, todas las chicas estaban enloquecidas por los hermanos, mucho más por la picardía y carisma del pequeño John. Mantenía a la señora Ghiginns enredada en su dedo pequeño, y eso era mucho que decir.

Arthur nos ayudaba con las grandes bolsas de semillas, las carretillas o a hacer la composta, el era un buen soldado y un gran hombre.

Thomas, a él le gustaba el silencio, y dar largas caminatas alrededor de la granja, el decía que era para vigilar el perímetro, pero sabíamos que iba a por manzanas para sus tan preciadas tartas de manzana y nueces, que me agradaba cocinar para él casi todo los días. Tom podía ponerse a todo mundo en su bolsillo con su brillante sonrisa y esos azules, muy azules ojos.

Me senté sobre el fargo de paja junto a él, habíamos pasado la noche junto debajo del manzanero, la señora Ghiginns moriría de espanto si se llegara a enterar que uno de sus pupilas pasó la noche fuera de casa.

Mi estómago estaba revuelto y mis nervios de puntas .—¿Que  sucederá luego de la guerra?

-No puedo pensar en eso

-¿Porqué?

-No tengo la certeza de llegar al final de la guerra

Las puertas del granero se abrieron de par en par, los soldados comenzaron a entrar, uno detrás del otro, como pequeñas hormigas, Lissa entró junto a Arthur, su rostro pálido y sus ojos inyectados en sangre.—Los alemanes están aquí.

CostelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora