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El callejón detrás de la sastrería se encontraba desierto, las calles eran frías y el humo del cigarrillo se escapaba por mi nariz, el mayor de los gemelos se encontraba recargado sobre la ventana de la oficina, el sombrero cubría su rostro, el plan estaba en marcha, el frío se colaba sobre mi largo abrigo, las medias negras no ayudaban en nada.

Aquel hombre alto, de sombrero en punta salió de aquel lugar, la mano derecha de Sabinni, como había planeado, miércoles luego del almuerzo, una alta y delgada mujer venía a visitar al jefe, y Gunner Platt era el encargado de ir por ella. El cigarrillo que colgaba sobre los dedos de Regginald cayó al suelo, al otro lado del callejón se encontraba Ron, a la espera de la señal de su hermano, esta había llegado.

Gunner cruzo la desolada calle, completamente absorto en los papeles que traía en su mano, ingreso a su auto, acomodo su abrigo y volvió a encender su habano, dándole tiempo al menor de los gemelos a montarse junto a él y con el cuchillo de cocina de Otto, cortarle el cuello de un lado a otro, la sangre comenzó a brotar y de un rápido movimiento Ron tomó el cuerpo tirando hacia bajo, tomando el mando el carro y saliendo a toda prisa.

Las campanas de las fábricas comenzaron a sonar, dejando salir una ola de obreros, en unos cuantos segundos las calles volvieron a quedarse vacías, al igual que la sastrería.

Regginald sostuvo el pequeño reloj en su mano izquierda, era momento, ajuste el cinturón del abrigo a mi cintura y camine directamente hacia la sastrería, la madera crujía debajo de mis pies, dos hombres se encontraban sentados a un lado de la puerta de la oficina, el lugar estaba en silencio, las sillas rechinaron contra la madera, sus manos se encontraban en su cintura, sujetando sus armas, di un paso hacia atrás elevando un poco mis manos

-Madame Lee me envió, Aggie no se encontraba libre en este momento, seré su remplazo

Ambos hombres se movieron a mí alrededor, uno de ellos se colocó de rodillas enfrente de mí, sus manos frías enviaron una corriente eléctrica por mi espalda. —Protocolo

Fue lo único que dijo mientras subía sus manos, el segundo hombre se encargó de quitar el abrigo de mis hombros, el vestido de seda blanco quedo al descubierto, sus manos pasaron sobre mis hombros hacia mi pecho, acariciando mis senos de arriba hacia abajo.

Cerré mis ojos, rogando que la situación se terminada, en lo único que podía pensar en ese momento, era en mis hijos, si no lograba esto, no podría volver a verlos.

Su mano se cerró en un puño sobre mi cabello, mientras me arrastraba dentro de la oficina, el lugar era pequeño, el escritorio de madera ocupaba casi toda la habitación, él se encontraba de espalda a la ventana, firmando unos papeles. —Jefe, una chica nueva

Sus ojos marrones se posaron sobre mí, sus manos dejaron el lapicero sobre la hoja. —No eres Agatha

-Señor Sabinni, madame Lee me dijo...

Mi voz se cortó al instante que el golpeó la punta de su daga en mi rostro, sus ojos se hicieron pequeño, dándole un rápido repaso a mi cuerpo, se volteo yendo hacia la ventana. —Donde está el inepto de Platt

-No vino con ella, señor

Los ojos del pequeño Sabbini se volvieron a pasar en mí. —Hay una mujer nueva, de Nueva York, él se quedó con ella, puedo irme si así lo desea, señor

La daga descanso sobre el escritorio, mientras que el pequeño Sabinni se dejaba caer en la silla detrás de este, con un movimiento de cabeza le dio la orden a sus hombre de que se retiraran, la puerta se cerró detrás de mi espalda, sus ojos negros se pasearon por todo mi cuerpo, sin vergüenza alguna deje caer el abrigo sobre mis hombros, el vestido de seda se amoldaba perfecto en mi cuerpo, di unos cuantos pasos hasta llegar al escritorio, sus ojos no dejaron de verme un segundo, me senté sobre este y eleve mi pierna derecha sobre su pecho.

CostelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora