Tras mi largo grito, segundos después, una enfermera entró desesperada por ver que sucedía, su rostro hizo una mueca de sorpresa y algo de miedo, ¿era un fantasma o qué? Nunca soporté las miradas como esas.
-¿Y tú qué?- pregunté de mala gana, la pobre no supo que decir y solo cerró la puerta de un golpe, como si fuese a escaparme. Mi voz sonó aspera y sofocada, ni yo misma la reconocí.
Tuve intención de levantarme pero mis piernas estaban dormidas, presioné una de mis uñas contra mi piel pero no sentí dolor alguno. "Oh Dios", fue lo que pensé. Sin salir de mi asombro, la puerta se abrió de golpe una vez más, "¿ahora quién?", me dije. Era un doctor más o menos de cincuenta años, con típico corte cansado y sabio.
-¿Señorita Tisdale?- preguntó sin entrar del todo en la habitación. Parecía estar algo confundido y sus ojos reflejaban cierto temor. Tranquilo que no muerdo, quise decirle aunque en ese instante no estaba del todo segura de qué era y no capaz de hacer.
-Al parecer esa soy yo- respondí sarcástica, no tenía tiempo para drama de novela.
-Eh... ¿puede acompañarme un momento?- preguntó nuevamente, esta vez se vio más seguro de entrar, pero solo dio un par de pasos.
-¿Me ve en capacidad de moverme? Mínimo deme una silla de rueda o algo- exigí un poco caprichosa, mi mal humor fue suficiente para conseguir lo que quería. Me resultaba conocida esa táctica. Rápidamente se me alcanzó una silla de ruedas y al negar la ayuda del doctor, logré sentarme en ella.
-Bien... la llevaré a mi oficina, tengo un par de temas que debo explicarle o por lo menos, decirle- dijo con un pésimo intento de aire misterioso.
No le respondí, me daba igual, solo quería irme a casa... si es que tenía alguna.
Tras avanzar pasillos con poca o nada de gente, uno me llamó mucho la atención, no sé si era porque teníamos algún lazo o porque se me quedó viendo con cara de idiota. Menudos ojos los que tenía, sin mencionar palabra, parecía querer decirme muchas cosas. ¿Hospital o manicomio?... Al alejarnos, volví a girar la cabeza con intención de verlo por última vez pero ya se había ido. Giramos y subimos por un ascensor, no sabía si desde antes ya sentía odio a esas cajas metálicas sumamente pequeñas. 1,2,3,4 pisos y llegamos. Avanzamos nuevamente, éste piso era distinto al primero y probablemente a todos los demás. Sr abría un largo pasadizo, como edificio ejecutivo, no había ni cuadros ni ningún eslogan como: "Sonríe, todo está bien". Un par de plantas marchitas eran lo único de distinto color a las paredes verdes mate. El ambiente era frío, sombrío y el aroma a tierra mojada hizo saltar un breve recuerdo a mi cabeza, la sensación de la suave lluvia y una agradable presencia a mi lado.
-Señorita, despierta- dijo el doctor chasqueando sus dedos en frente de mi cara. ¿Cuándo demonios llegué a ésta oficinita de quinta? Me interrogué.
-¿Usted trabaja aquí? Que deprimente- susurré sin reprimirme.
-Lo sé, bueno, ese no es el caso. Iré al punto. Usted acaba de despertar de un extrañísimo estado de coma de duración de cuatro años, personalmente, desde que llegó aquí me pareció un milagro- se sentó suspirando y yo hice igual, sólo logró confundirme y decirme lo que ya sabía, ¿realmente estaba pasando? Solo deseaba que alguien me pellizcara.
-¿Por qué vine aqui?- pregunté sin temor, venía la ronda de preguntas, venía los grandes golpes de realidad. ¿Estaba lista?
-Disparo directamente al pecho, a simple vista parecía haber entrado en contacto con el corazón pero nos equivocamos- eso explicaba los repetidos 'bang' que retumbaba en mis oídos. ¿Algo semejante era posible? ¿Qué hice para merecer algo así? ¿Quién fue el culpable?
-Por lo visto sobreviví... ¿acaso a alguien le importó? ¿Alguien vino a visitarme?- pregunté sin saber que esperar de respuesta, me sentía sola.
-De hecho sí, varias personas venían ciertos días mensualmente, te hablaban como si los oyeras... un joven en particular venía muy seguido, sé que es un poco fuerte mi comentario, pero venía más que su padre- sentí al instante un golpe en el estómago, mil vocesitas me decía que los había abandonado, me culpaban de demasiadas cosas.
-¿Qué tan a menudo venía?-
-La primera mitad del año, venía a diario, preguntaba si ya despertarías... mh... la otra mitad del año venía algunos días de la semana, pero igualmente era constante... eh... al segundo año, venía puntualmente cada fin de semana... ahh... al tercer año yo le dije que era muy poco probable de que se levantará, lo hice porque estaba muy afectado, a la mitad de ese mismo año, pareció rendirse- el titubeo del hablar del doctor me ponía muy nerviosa pero queda palabra que decía me hacía querer saber más.
-¡¿Cuál era el nombre?!- exclamé con el corazón en la mano, necesitaba saber quién era, necesitaba... conocerlo o mínimo recordarlo, ¡que horrible era no saber nada! ¡Te sientes perdida en tu propio mundo!
-Eh... si no me equivoco... Samuel... Samuel de... Luque, ¡sí! ¡Samuel de Luque!-
¿Y ese nombre? ¿Qué?