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Abrí lentamente los ojos sabiendo que el tierno abrazo estaba a punto de terminarse. Me sentí de maravilla en la calidez de aquel extraño en mis recuerdos, lo cual no dejaba de confirmarme que lo conocía. Mi mirada dejó de centrarse en el suelo y pasó al interior del departamento y al ver qué... O quién... Estaba adentro, se me congeló la sangre y me ahogué en mi vaso de agua.

-Samuel...- suspiré su nombre, se encontraba sentado con un control de PlayStation en la mano, con una sonrisa de lado y pose relajada.

-¿Eh? ¡Ah, cierto! ¡¡¡Vegetta!!!- gritó el extraño separándose de mí... Ay no.

-Estoy en plena parti...- nuestros ojos se encontraron y a pesar de no entender porque lo llamaron Vegetta, no había duda de quien era él, estaba segura.- Jessy...- susurró. Al instante su rostro sorprendido cambió por una sonrisa radiante y no pude evitar ponerme igual.

-¡Samu!- corrí la corta distancia con el corazón en la garganta y justo cuando él apenas lograba ponerse de pie, le di el abrazo más fuerte que mis delgados brazos me permitieron. Luego de tantos años... que ni siquiera sentí del todo, al fin estaba totalmente despierta. Totalmente viva.

-No puedo creer que seas tú, cuanto tiempo- me dijo al oído también riendo graciosamente, no era precisamente lo que esperaba oír pero fueron las palabras más bellas para mí. Sonaba como si me hubiese ido de viaje, no un estado trágico de coma, ¿acaso trataba de ocultarmelo? Yo sabia perfectamente lo que me había pasado.

-Digo lo mismo... Lamento haberme ido tanto tiempo- dije nerviosa ignorando mis tontas ideas hipotéticas, solo queria romper a llorar, «no Jessica, no es el mejor momento para mostrarte débil, es algo alegre y no melancólico».

-No es tu culpa, nunca lo fue- me confortó tiernamente. Me separé de él terminando el abrazo y repasé su rostro. No había cambiado nada, los cuatro años eran solo una brisa del viento. El amor es ciego, dicen por ahí.

-Solo necesitaba tu apoyo en esto... Y ahora lo tengo- dije esbozando una sonrisa confiada.

-Claro que sí, ni siquiera lo dudes, Jessy-

-Gracias, en serio, sabia que podía contar con mi...- me reí de una manera tan aguda que parecía una niñita y mi voz se tornó algo infantil.- Sabia que podía contar con mi novio-

-Sí... Eh... Jeje...-

-Lo sabia, lo sabia- junté ambas manos como enamorada empedernida, mientras mi lado sñ "gótico" no dejaba de gritar y quejarse preguntándose que demonios estaba haciendo.

-Jessy, hay algo que debo contarte- me dijo poniéndose notablemente nervioso y hasta incómodo. Fruncí el ceño confundida, ¿no era ya suficiente todo lo que me había pasado?

-Vegetta, cuéntaselo ya... Por cierto, soy Willy o Guillermo, apuesto que ya habías olvidado mi nombre- aclaró el que por fin habia dejado de ser un desconocido, a pesar de que no me sonaba en lo más mínimo ambos apodos... Algo era algo.

-No entiendo... ¿Qué sucede?- dije con una risita nerviosa y fingida. Nos miramos las caras y ellos parecían comunicarse con telepatía o algo así.

Justo cuando Samuel iba a abrir la boca, un chica salió de una habitación que parecía ser el baño, era una rubia entallada en un jean pitillo con una camiseta a cuadros tejana, combinado con tacones aguja bastante anticuados para estar en un momento casual. «¿Y ésta? ¿De dónde apareció?». Me miró, yo la miré, e instantáneamente supe que no era mi amiga.

-Ella es Marry- explicó Samuel, sus palabras fueron como cuchillos.

En ese momento tuve un flashback de un milisegundo y solo me escuché gritar: "¡Suripanta!". Luego, entrecerré los ojos y mis pupilas se contrayeron. No era necesario ni una palabra más. «Ya sé quien es ésta p*rra»

Recordando lo que es vivir (ALQEV #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora