Capítulo 10. PÉRDIDOS.

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En el desayuno del día siguiente, un Griffindor, un Slytherin y un profesor se sentían incómodamente molestos. Los tres se sentían enfadados pero no encontraban la raíz de ello.

- ¿Qué sucede, Harry? – preguntó su castaña amiga, al ver el agrio gesto de su moreno amigo.

- ¿Te peleaste con tu novio? – preguntó Ron en un susurro.

- ¿Novio? – estaba extrañado.

- Si, tu novio Snape – susurró el pelirrojo.

- ¿Qué? ¿Estás loco? Yo odio a Snape – dijo el moreno, con tal furia que su mandíbula se apretó.

Hermione y Ron miraron extrañados a Harry.

- ¡Hey! Nosotros somos tus amigos – Ron pensó que estaría molesto con el pocionista – cuéntanos... ¿Qué te hizo ese cretino grasiento? – la castaña le pegó un codazo a su novio.

- Saben... no tengo hambre, no quiero hablar, no quiero saber nada de Snape, lo odio – dicho esto salió corriendo del comedor, del castillo y solo se detuvo cuando estuvo a orillas del lago. "Lo odio tanto... que lástima" pensó Harry mientras sus mejillas se humedecen por un involuntario llanto.

Por primera vez , desde que murió Dumbledore, Hogwarts se le antojaba una especie de cárcel, sentía ganas de huir pero no encontraba el motivo. Su corazón galopaba de manera veloz, sentía el estómago apretado, en resumidas cuentas, se sentía al borde de la desesperación o por lo menos cerca de eso.

Por su parte, Severus, sentía que detestaba a Harry Potter con más vehemencia, sin embargo, algo parecía clavarle en medio del pecho, comió su desayuno de costumbre pero al poco rato sintió el estómago revuelto, por lo que se retiró del comedor con rumbo a su despacho. Era tan extraño lo que sentía. El silencio de su espacio privado le hubiera bastado para serenarse, pero en aquel instante aquellas paredes parecían asfixiarlo. Fue en busca de la directora.

- ¡Minerva! – le llamó al verla en la entrada de su salón.

- ¡Severus! ¿Qué ocurre? – la mujer notó en el rostro del mago angustia, lo cual le preocupó.

- No puedo hacer las clases de hoy – dijo con pesar, no era de aquellos que enfermara con facilidad o faltara a sus clases con tontas excusas, en lo absoluto, pero no se sentía en condiciones de enfrentar a los estudiantes.

- ¿Por qué? – Mc Gonagall suponía que aquello era efecto de la poción Olvido Eterno.

- Simplemente no puedo – dijo molesto, más por no poder dar una respuesta que por la curiosidad de su superior.

- Está bien, tomate el día, yo me encargare de disculparte – dijo la bruja, viendo la dificultad del hombre para excusarse.

- Gracias – y se alejó de prisa hacia la salida del castillo.

Justo en el umbral del edificio Harry Potter y Severus Snape chocaron, el muchacho con el apuro de llegar a clases y el hombre, de salir; no se dieron cuenta de quien venía en su dirección.

- Perdón... - dijo Harry nervioso, sus anteojos cayeron al suelo – no me di cuenta por donde iba – dijo mientras a tientas buscaba sus lentes.

- ¡Potter! – dijo el mago sorprendido, pues no esperaba encontrarlo, recogió los anteojos que cayeron a sus pies y se los entregó.

- Gracias, profesor – Harry repentinamente se sintió extraño, en su mente odiaba a aquel hombre, pero su cuerpo se estremeció al escuchar su voz – yo... disculpe... iba... - el mago mayor, a su vez, sentía que no debía dejar ir al muchacho aunque su razón le decía que detestaba al chico.

Amor PuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora