Hielo

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Estaba muy nerviosa, muchísimo.

Mi jefa, mi adorada jefa había anunciado la llegada de la que sería mi jefe, sí, tengo un jefe, losé es... Desagradable, con esa encantadora mujer tengo más que suficiente, dudo que, el destino sea tan amable para enviarme a alguien tan bueno como mi jefa, eso sería mucha muy demasiada vehemencia.

Pasé toda la tarde esperando ansiosa la llegada de él.

Imaginaba que sería un hombre amable, seguramente gordito y afable, un encanto, incluso me lo imaginaba calvo.

¿Que porqué? 

No tengo nidea, solo sé que está emparentado con mi jefa.

¿Serán hermanos?

Ojalá sean hermanos, cruce de dedos, ¡cruce de dedos!

La tarde pasó y él no apareció asique me marché a casa.

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Estaba tomándome mi adorado café, funente de vida.

Elle no me había dejado dormir en toda la jodida noche.

Enganchada a mi teta toda la noche y eso era un completo calvario.

No es que tuviera hambre, no, esque así se dormía con mi pobre pecho en su boca.

Mi hija es muy estraña.

Asique estoy de un humor de perros y con unas ojeras que harían competencia a las del ex-rey.

-Britney, ¿por favor puedes venir a mi despacho?- Resoplé,  que manera de fastidiarme el desayuno.

Me coloqué la falda y una sonrisa cansada y avancé hacia las puertas acristaladas.

Había un hombre mirando hacia la ventana.

Era alto, cabello miel, espalda ancha y fuerte, hombros rígidos.

No puede ser...

Cuando su mirada conectó con la mía no tuve dudas.

-Te presento a mi nieto, Jeremy Levine.

Jordi tenía razón, había vuelto.

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No quedaba nada del hombre aniñado que me había seducido en esa fiesta, ni en ese ascensor, ni tampoco en mis pensamientos.

Ese hombre era elegante, frío y calculador.

Siento como Peter Pan hubiera huido de su corazón dejandolo helado.

Como el país de nunca jamás cuando él se iba, estaba frío y desolado.

Me miró descaradamente, como a todas las mujeres allí presentes, solo una única diferencia.

Ellas no merecían una mirada, mientras que conmigo se tomaba su tiempo en obserbarme, recorreme con la mirada, valorando a la que una vez estuvo en su cama y calculando si, estube a la altura de haber tenido una noche con él.

No os equivoqueis, no era un halago.

Era un insulto.

Al fin su mirada subió y se clavó en mis ojos.

Solo pude sentir con el corazón helado lo que sus ojos de hielo habían echo en mí.

Ese verde cálido, ahora era tan frío que parecía opaco.

Su rostro tenía la mandibula tensa todo el tiempo, de ahí que haya cogido un punto más anguloso.

Estaba increíblemente atractivo, e increiblemente irreconocible.

I never want to grow upDonde viven las historias. Descúbrelo ahora