Ni recordar, ni olvidar

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Mi vestido negro sr balanceaba con el viento cuando salí de aquel coche.

Me había arreglado con esmero para hacer de esta noche, inolvidable.

Una simple reunión de cóctel,  que seria para mí el inicio de un nuevo comienzo, señalizando mi despegue laboral.

Mis rizos rubios acariciaban mi espalda desnuda cuando el aire frío de una noche de invierno acariciaba mi cuerpo con esmero.

Tendí mi invitación al botones que allí se encontraba.

Un enorme hotel era el lugar de celebración de tan esperada fiesta.

Impresionante.

De piedra pulida y madera.

Con tonos en dorado y negro decorando toda la recepción y el salón principal; el salón de baile.

Caminé con lentitud sobre mis gigantes tacones disfrutando de la lentitud de mi caminar que me permite ver fijamente todo con detalle.

Camareros de aquí allí con bandejas llenas de copas de champán, una barra para licores en un lateral, una mesa de aperitivos al fondo, y una gran pista de baile ocupada por muchísima gente.

La música fina pero para nada aburrida, era una música innovadora, una mezcla de violín y dustep, realmente bello.

Visualizo a Mariella entre la gente y me acerco a ella.

-¡Vaya Brit estas...guau! Increible- dice con una gran sonrisa.

Su vestido rosa palo realza sus curvas y esconde algún kilito de más,  sus rizos negros enmarcan su ovalado rostro hasta la barbilla y sus ojos cafés añiñados te sacan una sonrisa siempre.

Tiene unos hermosos hoyuelos en las mejillas y una piel tostada.

Por su herencia latina, creo que era venezolana.

Sí,  una hermosa venezolana.

Conversamos de cosas tribales hasta que Teressa Levine aparece con un vestido azul cobalto realmente espléndido,  su cabello gris blanquecino a sustituido el moño por un cabello liso y largo.

Y sus gafas de siempre destacan sobre el vestido dándole un toque....¿extraño? Pero aún así encantador.

-Estas muy guapas, me alegro que hayáis venido- dice abrazándonos a las dos.

-Espero que mis mejores empleadas lo pasen bien- dice guiñandonos un ojo y alejándose de allí.

Camino con Mariella hacia la mesa de aperitivos con dos copas de champán.

¡mini sándwiches de mantequilla!

Sonrío entusiasmada.

-¡Repánpanos! Me he roto las medias- dice Mariella muy disgustada, aunque más bien parece que esta apenada.

Estalló en carcajadas.

-¿No puedes decir simplemente algo como mierda, joder, hostia o..?- me ínterrumpe la morena.

-¡Vaya boca Carter! Alomejor tengo que lavartela con fairy - sonrío ante su comentario, adoro a esta mujer es sencillamente lo que diría mi madre, un caramelito.

-Voy al coche que me he traído otro par porque imaginé que pasaría - dice alejándose.

Alzo una ceja inconscientemente, claro que puede pasar pero, ¿quien se lleva medias de repuesto?, me encojo de hombros, si me hubiera pasado a mí,  me las hubiera quitado.

Vuelvo a ver los sándwiches de mantequilla y con una sonrisa me dispongo a coger uno de esos deliciosos mini sándwiches cuando una voz me detiene.

-Pensaba que no te volvería a ver, Britney Carter, estube bastante triste, me alegra ver que me equivocaba, asique solo cabe la posibilidad de que...me hayas estado... evitando...- Habla una voz seductora, increíble, deliciosa, su forma de decir mi nombre me deshace cómo el hielo. Solo puede ser él.

O Cameron Díaz.

No, no es Cameron Díaz.

Es mejor...que Cameron Díaz.

El rebelde chico que se empeña en seguir su propia moda, una moda de adolescente barriobajero no se encuentra esta noche.

En su lugar hay un hombre con esmoquin negro y pajarita que le hacen increíblemente irresistible, ajustándose a un marcado cuerpo, unos buenos hombros a los que agarrarse y una ancha espalda perfectamente arañable.

Lo único que no le abandona, es su rebelde cabello rubio mil, sus esmeraldas brillantes e hipnóticas, y por supuesto, su sonrisa perfecta y deslumbrante de niño que esconde un secreto.

Mi pecho se calienta ante tan ensoñadora imágen.

Y un amago de sonrisa cruza por mi cara cono un rayo.

-Siento no saber de qué me está hablando ¿señor...?- sabía perfectamente su nombre, sin embargo su apellido, era desconocido para mí y nose por qué algo dentro de mí me decía que el quería que así fuera.

-Jeremy- dice con una sonrisa de humildad, él realmente piensa que olvidé su nombre.

Sonrío ante ese pensamiento y eso ensancha su sonrisa haciendo aparecer unos pequeños hoyuelos en su rostro.

¿Existe hombre más adorable?

Probablemente no.

-Estas hermosa esta noche Britney- dice apreciando mi cuidada imágen.

Alzó una ceja y me permito ser igual de descarada con él para incomodarlo, algo que pensé no conseguiría hasta que aprecio un tenue rubor en sus mejillas.

Si pensé no podría ser más hermoso, me equivoqué.

-Tú estás muy atractivo - Digo regalándole una sonrisa.

Y sé que de alguna forma, estamos coqueteando.

Me extiende la mano y me invita a bailar, pero le detengo con la mano.

Primero cojo mi ansioso sándwich de mantequilla y me lo meto en la boca de un bocado.

Hago un pequeño sonido te placer cuando el sabor se explaya en mi boca y la mezcla del panecillo crujiente con la cremosa mantequilla y los trocitos del salado jamón crean el paraíso en mi paladar.

Contemplo como los ojos de Jeremy me miran con hambre, ese pequeño sonido de apreciación a la comida ha despertado otro tipo de hambre en su mirada, que ahora es de un verde oscuro penetrante,  que puede desnudarte con una mirada,  y dejarte temblando indefensa ante sus escrutadores ojos.

Trago con dificultad.

Vuelve a entender su brazo, pero esta invitación no se trata sólo de bailar, sino de algo más,  la promesa de una noche en la que puedo alcanzar el cielo con esos ojos verdes.

Caminamos a la pista y nos sumergimos en el baile.

Las copas de champán van cayendo una a una vaciandose dentro de mí estomago.

Consiguiendo que me embriague y sea menos consciente del mundo, pero más consciente de Jeremy, el cuál baila con su cuerpo pegado al mío haciéndome temblar.

Sus dedos trazan líneas en mi espalda desnuda y su otra mano acaricia mis dedos en cada vuelta.

En un momento de la canción ya no bailamos, nos miramos a los ojos y siento su aliento chocar a escasos centímetros de mi piel, entonces cedo, y me pierdo en esos ojos verdes que me invitan s quemarme, prometiendo el cielo y el infierno en una promesa a futuro.

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Nunca recordaré ni olvidaré esa noche.
Una noche en la cuál prometí que cambiaría mi vida, sin embargo nunca pensé que tomaría ese camino.

Esos ojos que me prometieron el cielo, hubo un día que me lo darían,  solo que no fué esa noche.
Sería nueve meses más tarde.

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I never want to grow upDonde viven las historias. Descúbrelo ahora