2 - Ojos amables.

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Era mi primer día despertando en esa casa; el primero de los muchos que se avecinaban

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Era mi primer día despertando en esa casa; el primero de los muchos que se avecinaban.

Sentía mis brazos ligeramente entumecidos y mis pies tan helados como si durante la noche se hubieran transformados en dos trozos de hielo. Gruñí cuando la luz que se filtraba por la ventana me lastimó los ojos al abrirlos, pero no fue muy difícil adaptarme a ella, pues era tan débil que apenas iluminaba la habitación. Observé las cajas con mis pertenencias regadas por el suelo y el closet abierto de par en par todavía vacío. El esfuerzo que había hecho para subir las cajas me había dejado demasiado exhausto como para acomodar todo, además, el frío ralentizando mi cuerpo no ayudaba mucho. Solo bastó que tocara mi nueva cama –tan dura como una tabla, por cierto– para sumirme en un sueño profundo.

Bajé de la cama para colocarme mis pantuflas grises y me levanté todavía con las sábanas envolviendo mi cuerpo. Vi a través de la ventana como pasaba la niebla tan espesa como la espuma, donde solo unos tenues rayos lograban atravesarla para iluminar el boscaje.

—Supongo que me tendré que acostumbrar a esto... —Expresé un suspiro y me di la vuelta para salir.

Bajé las escaleras hacia la sala, donde estaban mis padres y Minhee sentados en los sillones ya descubiertos frente a la chimenea que llameaba con tranquilidad, dándoles calor mientras desayunaban. Caminé hacia ellos en silencio y me tiré justo al lado de Minhee.

—Buenos días —murmuré.

—Más bien mediodía —aclaró Minhee, colocando el plato vacío en la mesita de madera que estaba en medio.

— ¿Ya es tan tarde? —Fruncí el ceño—. Pero si parece de madrugada...

—Lo sé, también me costó despertarme —dijo mi madre—. Casi no se nota el tiempo con tanta niebla y frío. Son como las once de la mañana. —Se levantó para recoger los platos y llevarlos hacia la cocina.

Me incliné un poco más hacia la chimenea, dejando que el calor acariciara mi rostro. Inspiré fuertemente y volví a suspirar.

—Odio el frío —subí mis piernas al sillón y abracé mis rodillas—. Terminaré invernando como un oso a este paso.

—El aliento de oso ya lo tienes —dijo Minhee, arrugando la cara y sacudiendo su mano frente a ella. Yo la fulminé con la mirada.

—Piérdete, niña.

—No le hables así a tu hermana —reprendió mi padre. Observé a Minhee levantarse con una sonrisa victoriosa y me sacó la lengua antes de irse con mamá.

—Pero papá...

—Vas a tener que acostumbrarte a estar aquí, Jongin —interrumpió, dirigiéndome una mirada severa con sus ojos negros y rasgados, como los míos.

—Ya te he dicho que yo no quería venir —Apoyé mi mentón en mis rodillas, observando el fuego en la chimenea para evitar hacer contacto visual con él. Lo escuché suspirar.

Memories of Winter - KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora