La obra

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Me despierto por el horrible sonido de la alarma. Al checar la hora, me doy cuenta de que estoy muy tarde. Me levanto rápidamente, me cambio y bajo corriendo las escaleras. Mientras me tomo una manzana, veo a John afuera esperándome.

—¡Hola, perra! —dice John, feliz.

—¡Hola, bebé! —respondo subiendo al auto. John pone música y me siento feliz. A veces, sus ocurrencias son el mejor despertador.

Llegamos al instituto. John saluda a Melanie y a Kat. Yo ignoro a Melanie; sé que fui grosera, pero después de lo que Dylan me contó, no la soporto. Justo cuando llegamos, aparece Henry y me mira mal. Me siento apenada por lo que pasó.

—Vale, entremos a clase —dice John, mientras me lanza una mirada cómplice.

El día pasa lento, como un chicle en el zapato. Al fin suena el timbre y nos sentamos en unas bancas. John está organizando una fiesta para el fin de semana. Entonces veo a Dylan pasar y me llega un mensaje.

Te espero en el baño.

Su mensaje me saca una estúpida sonrisa.

—John, ahora vengo, voy al baño —digo, sintiendo cómo las miradas de los demás se clavan en mí.

—Vale, no tardes —responde John, incrédulo.

Entro al baño y está vacío.

—¿Dylan, estás aquí? —pregunto, pero nadie responde. De repente, alguien me toma del hombro y grito.

—¡Era yo! —dice Dylan, riendo.

—Te extrañé —digo, sonrojada.

—Yo también. Oye, tengo entradas para una obra que le gusta a tu mamá. Ella me lo dijo, así que quería ver si querías ir.

—¡Le encantaría! —respondo emocionada.

—Vale, empieza a las 6. Nos vemos a las 5:30.

—¡Claro!

Dylan me da un beso y se marcha, dejando un rastro de mariposas en mi estómago. Al salir, veo a Melanie esperándome, con una mirada que me dice que está al tanto de lo nuestro.

—Te están esperando —dice, fingiendo una sonrisa.

Caminamos hacia los chicos, donde Henry está charlando con ellos.

—Ya llegaste, Issy, ¡vale, vámonos! —dice John, sonriendo.

Henry me mira, claramente molesto. No lo culpo; probablemente me vio salir con Dylan.

—Hola, Isabella —saluda Henry, con su sonrisa falsa.

—Hola, Henry —respondo, tratando de no reírme.

John nos lleva a un nuevo centro comercial que acaba de abrir. Estoy algo incómoda, rodeada de personas que complican mi vida, pero las delicias de la comida internacional me distraen.

El aroma de la comida italiana, japonesa y mexicana me hace sentir un poco mejor, aunque sigo extrañando a Cami. Ella me apoyó cuando más lo necesitaba y ahora ni siquiera está.

Después de comer, me despido y vuelvo a casa. Al llegar, veo a mi mamá muy arreglada. ¿A dónde va?

—¿A dónde vas? —pregunto, confundida.

—A la obra. ¿Por qué no me avisaste? —dice, molesta.

—¿Cómo supiste? —pregunto, desconcertada.

—Me encontré a Dylan en el supermercado y me platicó.

—Vale, voy a cambiarme.

Subo a mi habitación y busco algo que ponerme. Después de unos minutos, elijo un vestido rosa floreado con unos Vans blancos. Me maquillo ligeramente y bajo.

—¡Ya estoy lista! —anuncio con una sonrisa.

Mi madre, satisfecha, dice que Dylan pasará por nosotras.

Tocan el timbre y mi mamá abre la puerta.

—Hola, Dylan. Pasa —dice, alegre.

—Hola, señora Eva —responde Dylan, con esa sonrisa que me hace flotar.

Nos subimos al auto y mi mamá y Dylan charlan sobre negocios. Yo me siento en el asiento trasero, sintiéndome como una adolescente en una comedia romántica. ¿Qué pasa si terminamos? ¿Mis padres le tomarán cariño? La vida puede ser cruel.

Llegamos a la obra. Todo es tan elegante. Nos sentamos en la primera fila y mi corazón late rápido.

—¿Issy, quieres una bebida? —pregunta Dylan.

—No, gracias —respondo, sintiéndome un poco nerviosa.

Las luces se apagan y comienza la obra. Siento que me aburro y me pregunto si alguna vez podré salir de esta realidad. Mis padres casi nunca me sacan; ellos se la pasan viajando y yo encerrada en casa.

Finalmente, la obra termina y mi madre se ve muy contenta.

—¿Te gustó? —pregunta Dylan.

—Me fascinó. Hace mucho que no venía a ver una obra —responde mi madre, feliz.

Dylan me toma de la mano mientras salimos, sintiéndome como si flotara.

—¿Qué les parece si vamos a cenar? —sugiere Dylan, con una sonrisa.

—¡Me parece perfecto! —dice mi madre, emocionada.

Llegamos a un restaurante lujoso con una larga fila para entrar.

—Hay mucha gente, ¿no? —digo, mirando la fila.

—Yo lo arreglo —responde Dylan, acercándose al guardia.

Mientras espero, escucho a alguien detrás de mí.

—Hola, cariño, tengo una reservación para la mesa 8.

Me doy la vuelta y veo a mi padre. No puede ser.

—¿Con quién viene? —pregunto a la chica del mostrador, nerviosa.

—Lo siento, es confidencial.

—Es mi tío, solo quiero saludar —insisto.

—Viene con su esposa —responde la chica.

—¿Con su esposa? —pregunto, en shock.

Salgo corriendo hacia la mesa donde están mi madre y Dylan, tratando de no dejar que el pánico me consuma.

—¿Qué pasa? —pregunta mi madre, preocupada.

—Nada —digo, tratando de parecer normal.

Cuando salimos, le entrego a Dylan su tarjeta y subimos al auto. El silencio en el camino es incómodo. ¿Esposa? ¿Mi padre tiene otra familia?

Llegamos a casa y me despido de Dylan.

—¿Te divertiste? —pregunta mi madre, sonriendo.

—Sí, fue genial —digo, tratando de mantener la sonrisa.

—Me iré a dormir, descansa, cariño —dice mi madre, dándome un beso en la frente.

Yo me quedo en la sala, esperando a que llegue mi papá. ¿Qué le diré? La noche se siente larga, pero tengo que saber la verdad.

El Fuck Boy (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora