Año Nuevo

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Mi madre me contó una historia que me destrozó el corazón. Cuando ella y mi papá eran novios, Mariana, la madre de Meg, era su mejor amiga. Ellos tres eran inseparables. Pero siempre sospechaba que algo pasaba entre ellos dos. Un día, los encontró juntos, traicionando su confianza. Terminaron, pero mi madre, con el corazón destrozado, lo perdonó. Se casaron y, como si la traición no hubiese sido suficiente, mi madre incluso invitó a Mariana a su boda. Un año después, mientras estaba embarazada de seis meses, los volvió a descubrir en su cama. En ese momento, se sentía atrapada; una madre soltera no era bien vista, así que no tuvo otra opción que quedarse con mi padre.

Hoy es 31 de diciembre, y mi madre decidió que pasaríamos el Año Nuevo con la familia. Me prohibió ver a Dylan o a Meg, pero, sinceramente, eso no me importa. Llevaba días sintiéndome miserable, y ni siquiera los esfuerzos de mi madre para hacerme sentir culpable habían logrado quitarme la tristeza. De repente, el sonido de la puerta me arrancó de mis pensamientos. Corrí a abrirla, y ahí estaba Dylan, mi hermoso Dylan.

—¿Cómo estás, hermosa? —pregunta con una sonrisa cálida.

—Bien —le respondo, aunque ambos sabemos que es mentira.

Salimos rápidamente y subimos a su auto. Íbamos rumbo a una cabaña, lejos de todo y de todos. Era lo único que quería en ese momento: escaparme con él. Mientras Dylan conducía, se detenía de vez en cuando solo para besarme, y luego seguía manejando, como si el tiempo no existiera.

Al llegar, me quedé admirando la cabaña: pequeña, pero acogedora, rodeada por montañas y un lago a lo lejos. La noche prometía ser perfecta.

—Te amo, Issy —me susurra Dylan, tomando mi mano.

—Yo te amo más. Vamos a empezar este 2022 juntos, solo nosotros dos.

Dylan no respondió, y cuando lo miré, tenía una expresión triste. Bajó la mirada, pero no quise insistir; no quería arruinar el momento. Estábamos solos en la cabaña, comiendo queso y tomando vino, con velas iluminando suavemente la habitación. Dylan me miraba como si quisiera detener el tiempo.

—Quisiera que este día nunca terminara —dijo, besándome de nuevo.

Pusimos música de One Direction y empezamos a bailar como si nadie más existiera. Lo había convertido en fan, y verlo así me hacía sentir que todo estaba bien. Bailamos y reímos, como si no tuviéramos ninguna preocupación en el mundo.

—Faltan tres minutos para el Año Nuevo —anunció Dylan, mientras me besaba la frente.

Las doce llegaron, y Dylan me abrazó con fuerza. Nos besamos, pero algo cambió. Sentí una lágrima en mi hombro, y no era mía. Dylan estaba llorando, pero no quería soltarme. Lo dejé estar, pensando que solo eran emociones fuertes del momento.

—Issy, nunca olvides que te amo —dijo, con la voz quebrada y otra lágrima corriendo por su mejilla.

—Nunca lo olvidaré —le contesté, limpiándole la cara con suavidad.

Terminamos la noche entrelazados en la cama, como si al cerrar los ojos el mundo se detuviera para nosotros dos. Pero al amanecer, me desperté con un rayo de sol atravesando la ventana. Me giré para buscar a Dylan, pero la cama estaba vacía. En su lugar, había una nota.

"Lo siento, ya no puedo seguir."

El dolor me golpeó como un puñal en el pecho. Todo me salió mal. Mi familia estaba destruida, mis amigos desaparecidos, y ahora el amor de mi vida me había dejado sin explicación.

Subí al Uber sin rumbo, sin saber qué hacer con mi vida. Apenas podía respirar.

—Señorita, ¿está bien? —preguntó el conductor con preocupación, mirándome a través del espejo retrovisor.

—Sí —mentí, de nuevo.

Cuando llegué a casa, todo estaba peor de lo que imaginaba. Al entrar, encontré a mi madre con una copa de vino en la mano, tirando al suelo todas las fotos familiares.

—¡Mamá! —grité, corriendo hacia ella—. ¿Qué haces?

—Vaya, Isabella, finalmente decides aparecer —respondió mi madre, con la voz empapada de sarcasmo.

—Mamá, por favor...

—¡Por fin te muestras! Qué amable de tu parte. Lástima que siempre has sido una hija terrible —dijo, antes de vaciar su copa en el suelo.

Las palabras de mi madre me destrozaron. Una lágrima me recorrió la mejilla. No podía creer lo que estaba escuchando, sobre todo después de lo mal que me sentía.

—Mamá, estás borracha, ve a descansar —le ordené, tratando de mantener la compostura mientras el mundo a mi alrededor se desmoronaba

Intenté guiar a mi madre hacia el sofá, pero se resistía, tambaleándose mientras sollozaba.

—No me toques, Isabella. Todo esto es culpa tuya... —murmuró, antes de dejar caer su copa vacía.

Mi corazón se rompió en mil pedazos. No sabía si las palabras venían del alcohol o del dolor, pero dolían como cuchillos clavándose en mi pecho. Me quedé ahí, inmóvil, viendo cómo la mujer que siempre había sido mi pilar se desmoronaba frente a mí.

—Mamá, no lo dices en serio —susurré, con lágrimas llenando mis ojos.

Ella me miró, sus ojos llenos de dolor, y por un instante pensé que diría algo, pero en lugar de eso, se desplomó en el sofá, agotada. Yo también me sentí vacía. Subí las escaleras lentamente, mi cuerpo pesado por el cansancio emocional. Todo lo que quería era desaparecer.

Al llegar a mi habitación, cerré la puerta y me dejé caer sobre la cama, abrazándome a la almohada. La nota de Dylan aún estaba en mi bolsillo, pero no tuve fuerzas para volver a leerla. Simplemente la saqué y la dejé sobre el escritorio.

Mientras el silencio llenaba la casa, una sola idea retumbaba en mi mente: todo había cambiado. Mi familia, mis amigos, mi vida... todo estaba roto. Pero quizás, en algún lugar de todo este caos, podría encontrar la manera de seguir adelante. No hoy, no mañana, pero algún día.

Tal vez el 2022 no fuera el comienzo que había esperado, pero todavía quedaba mucho por delante.

Con esa vaga esperanza en mente, cerré los ojos, dejando que las lágrimas se llevaran lo que quedaba de mis fuerzas.

FELIZ AÑO!!!! disfruten el lindo y triste capítulo.

El Fuck Boy (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora