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Ritz miró atrás de nuevo sin poder sacudirse la sensación de que le vigilaban, sólo dos semanas y sentía que estaba al volverse loco, la paranoia era su peor enemiga mientras se desplazaba por las calles atestadas de humanos y cambia-formas.

Estaba en medio de la marea perfecta donde Orión podría alcanzarlo.

Caminó un poco más rápido tropezando con alguien, Ritz se disculpó y ayudó a la mujer a incorporarse con manos temblorosas, no por el nerviosismo de ver a una hermosa omega sino por el peso en la parte posterior de su cuello.

La omega le sonrió con coquetería captando señales erróneas y tuvo que despacharla con una sonrisa amable para seguir huyendo.

Cada minuto valía oro, más bien, su vida.

Volteó otra vez, nada, sólo el tumulto de personas caminando de un lado a otro, nadie sospechoso cerca.

Ningún lobo psicópata.

Quizás era su cabeza perturbada enviándole señales en falso, se estaba volviendo completamente loco.

Rezaba todas las malditas noches para que ese Alfa se olvidara de él, maldijo la hora en que comenzó a trabajar para el concejo y como consecuencia con un Alfa loco que había tratado de hacer que un Omega tuviera sus cachorros.

Ritz se encargó de Marcus, su Alfa. El trabajo no fue nada de su preferencia, sólo otro más de los que acostumbraba a hacer.

Joder, tampoco tenía opciones, estuvo tan amarrado como ellos.

Eso no importaba, aún así, Orión, el hermano mayor de Marcus se empecinó en jugar con él, por supuesto que estaba en todo su derecho.

Sin embargo prefería que el mismísimo Marcus le cortara la cabeza antes de estar en esta situación.

Por supuesto que nunca fue bueno en conseguir el mejor trato.

Entró a un motel y pagó por una habitación, al menos esperaba dormir esta noche ya que llevaba más de cuarenta y ocho horas despierto y su cerebro comenzaba a dar traspiés.

La habitación era pequeña y nada llamativa, dejó la mochila que había adquirido hace poco sobre la cama y se fue directo al baño.

Su reflejo en el espejo le devolvió una mirada gris cansada y abatida, el pelo rojo apuntando en varias direcciones, Ritz hizo una mueca y lo peinó.

Quizás debería teñirlo y sería más fácil pasar de ser percibido.

Dejó ir el pensamiento por el momento y se metió a la bañera después de quitarse la ropa sucia con la que estuvo los últimos tres días.

El agua caliente le hizo bien a sus músculos contraídos y cerró los ojos con la intención de descansar solo unos segundos.

Eso no sucedió.

Abrió los ojos nuevamente y vio al Alfa de sus pesadillas sentado en la esquina de la tina, bien podía ser que se quedase dormido y sólo fuese un mal sueño.

Los ojos dorados de Orión brillaron y Ritz resbaló por lo que quedo totalmente sumergido en la bañera, no tuvo más remedio que admitir que era la vida real y no una pesadilla mientras se ahogaba.

Pataleó intentando salir, pero fue un movimiento en vano, genial, no moriría desangrado por las garras de Orión.

Moriría ridículamente ahogado en la bañera por imbécil, pensó justo cuando una mano se enredó en su cuello y lo sacó del agua.

Ritz tosió y se sentó.

— Dormirse en la bañera es peligroso — murmuró Orión con diversión, su voz era más baja de lo normal.

Predestinados II: Lazos Rotos (alfaxalfa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora