5 - El albatros en vuelo

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Can

Crucé la puerta de la agencia con la muerte en el corazón, no puedo ocultar lo que siento y ahora mismo es sólo un montón de remordimientos por lo que pudo ser y no podrá ser nunca más entre nosotros.

Nos subimos a un taxi para adentrarnos en el caótico tráfico de Estambul en una tarde soleada, la ciudad que había empezado a sentir como en casa me saluda con un cielo despejado de esos que rara vez se ven a finales de invierno en Estambul.

Grabo todo esto en un rincón de mi mente mientras mis pensamientos se centran únicamente en esa chica de ojos avellana que quién sabe si alguna vez tendré la oportunidad de volver a encontrar con los míos.

Miro por la ventana mientras las imágenes de nosotros felices juntos por estos caminos fluyen frente a mí en una película ininterrumpida, parece imposible que hayan pasado unos días desde que nuestra relación era tan aparentemente serena y satisfactoria.

Una mano que se apoya en mi rodilla me distrae de estos pensamientos, me giro con un movimiento de fastidio hacia Polen que me pregunta - ¿Estás bien Can? - Fingiendo acomodarme en el asiento alejo mi pierna de su tacto, cada vez me doy más cuenta de que me incomoda la confianza de Polen al tocarme.

Llevamos varios años juntos, pero para mí ahora la de ella es una página cerrada y nunca querría que malinterpretara esta salida nuestra juntos.

Espero que quede claro que me voy a Londres por el trabajo que he decidido aceptar y que no me voy en absoluto con ella.

Llegamos poco después al aeropuerto, nos apresuramos a realizar todos los trámites necesarios para embarcar nuestro equipaje y luego vamos a sentarnos en la sala de espera reservada para los vuelos internacionales.

Permanezco inmóvil en silencio durante un largo rato con la mirada perdida en el vacío pensando en cómo las cosas podrían haber tomado un rumbo totalmente inesperado, no pensaba tomar un vuelo inmediato si no era para llevar a mi erkenci kus a conocer el mundo conmigo.

Recuerdo la imagen de nosotros, en el jardín de mi casa, cuando Sanem me confesó su amor y celebramos nuestra unión con un romántico beso mojado por los aspersores que de repente se pusieron en marcha sobre nosotros.

Después de la cena la abracé fuertemente proponiéndole que se fuera, que se fuera lejos a cualquier lugar que nunca hubiera visto y recuerdo con un apretón en el corazón la ternura que sentí cuando me contestó cándidamente que nunca había estado en el extranjero.

- Elige un lugar, el que quieras para ir conmigo -le había propuesto y su respuesta había secuestrado definitivamente mi corazón que ya no quería otra cosa que ser suyo.

Su cabeza apoyada en mi pecho, una mano tocando mi camisa donde se escondía el tatuaje del albatros, su respuesta susurrada había dado un vuelco a mi alma que aún no podía creer que me amara.

- Aquí, justo aquí, aquí es más que suficiente para mí -

La había estrechado entre mis brazos y le había prometido que pronto la llevaría conmigo a descubrir el mundo entero.

Creía firmemente en esa promesa y ahora me parece increíble darme cuenta de que, aparentemente, a partir de ahora, por ese gran mundo iría solo.

Se abre la puerta de embarque para nuestro vuelo, nos levantamos para ir al mostrador y pasar los últimos controles, mientras la azafata nos indica que nos sentemos Polen me hace sonreír al recordar cuando, muchos años antes de partir hacia las Maldivas, la azafata de la puerta de embarque, confundiéndome con un actor famoso, no me dejaba subir al avión hasta que le diera un autógrafo.

Subimos a bordo y tomo asiento junto a la ventanilla, no siento la más mínima emoción ante la idea de este viaje, sino que siento un enorme peso en el pecho que apenas me permite respirar.

Me abrocho el cinturón de seguridad cuando suena la señal mientras respiro profundamente para recuperar la compostura.

El avión comienza a moverse lentamente, haciendo una amplia maniobra para dirigirse a las pistas, bordea durante unos instantes las ventanas que albergan la sala de espera y, de repente, no puedo evitar un suspiro.

¡No!

No puede ser, giro la parte superior de mi cuerpo hacia la ventana, conteniendo la respiración con incredulidad mientras miro hacia la silueta de la mujer que está de pie con una mano apoyada en el cristal en un gesto de apelación desesperada.

La sigo con la mirada hasta que la maniobra del avión me lo permite y no tengo ninguna duda, ¡es ella!

Se ha cambiado de ropa pero estoy seguro de ello, lo siento en mis huesos, es Sanem.

Cuando desaparece de mi vista me encuentro con el corazón enloquecido y un rugido sordo en mis oídos, cierro los ojos intentando recuperar el control de mí mismo.

¿Por qué esa imagen fugaz de ella me tocó tan profundamente?

Me había despedido de ella sólo unas horas antes en la agencia y, sin embargo, ver esa figura solitaria que con un gesto de la mano parece querer detener el vuelo de este avión, me golpea como un puñetazo en el estómago.

El rugido de los motores no puede superar lo que escucho en mis oídos debido a los frenéticos latidos de mi corazón, el rodar del avión y luego el decisivo desprendimiento de las ruedas del suelo me dejan sin aliento como lo hizo la imagen de ella justo antes.

¿Qué me está pasando? Me doy cuenta de que me tiemblan las manos, las paso en un gesto nervioso por encima de la cabeza, la respiración entrecortada, vuelvo a cerrar los ojos y apoyo la cabeza contra el asiento.

¿Qué fue lo que me molestó tanto?

Tardo unos instantes en darme cuenta de que fue esa imagen de ella la que, de alguna manera, me hizo ser consciente de que lo hice.

La dejé.

Estoy volando lejos de su....

El viaje del albatrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora