10.

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El sol ya comenzaba a salir y Draco apenas podía moverse en la cama, no solo porque el auror lo tenía aprisionado entre sus brazos, sino porque su cuerpo estaba increíblemente cansado. Hacía media hora habían terminado la última ronda, en la cual Potter cedió a que sea la última de la noche solo porque Draco ya sentía que se desmayaría de tantos orgasmos.

Miró el reloj de la mesa de luz, marcaba las 7 a.m. y junto a él se encontraban varios frascos de poción revitalizante, ya que al no poder seguir el ritmo del auror, se vio obligado a tomarlas para resistir más.

Buscó escaparse del abrazo de Harry, pero este lo apretó más sobre su pecho, hundió su cara en el cuello del rubio y aspiró su aroma como si fuese un perrito. Draco no tuvo más remedio que aceptar que no podría librarse del agarre, así que voluntariamente se apegó más a él. La piel del auror seguía tan reconfortablemente caliente como hacía unas horas, lo que hizo que Draco sintiera que sus párpados pesados y haciendo que se deje llevar por los brazos de morfeo.

Unas horas después, despertó por la magia de Harry quien lo observaba sentado del otro lado de la cama, viéndolo dormir boca abajo, aún con su cuerpo desnudo.

—Por fin despertaste —comentó extendiendole una taza de café.

—No necesito una silla de ruedas porque Merlin es grande, Potter —replicó tomando la taza y sentándose en la cama, sin incomodarse por la mirada del moreno en su cuerpo. Olió la bebida y frunció el ceño— ¿Qué le echaste?

—Pociones revitalizantes y sanadoras, tengo que admitir que en las últimas rondas fui un poco... rudo; sé que te lastime un poco.

—Cada día me sorprendes más, no sabía que eras así estando en la cama Potter —confesó antes de tomar un sorbo y levantándose de la cama—. Guardame el café para después, ahora solo quiero darme un baño, luego bajo a seguir trabajando —pidió al tiempo que se metía al baño de Harry y abría la ducha.

Draco se bañó a conciencia, pensando en cada ronda de sexo que había tenido con el moreno. Se mordió el labio recordando como en las últimas Harry había perdido el control y lo había embestido sin ninguna consideración, sin pensar en sus temblorosas piernas, en que cada músculo de su cuerpo ardía de cansancio y de sus gemidos que suplicaban un descanso. Cuando lo tomó contra su voluntad física se había corrido gloriosamente, sintiendo cada fibra de su cuerpo vibrar y su magia temblar por las fuertes sensaciones.

Frunció levemente el ceño, recordando el momento en que la magia de Harry ya no solo acariciaba la suya sino que la absorbía, se aferraba a ella desesperadamente y la conexión entre las mismas se volvía placenteramente tóxica... Luego meditaría sobre eso.

Salió del baño y con un accio atajó su ropa para cambiarse.

Bajó las escaleras y se encontró con el departamento vacío, fue a la cocina y vio que su comida estaba servida, volteó hacia el reloj de pared y se sorprendió un poco de ver que ya eran las tres de la tarde, había dormido demasiado para lo que acostumbraba, aunque quién podía culparlo después de la eterna sesión sexual.

Se sentó en la isla y devoró el desayuno, dejando de lado todas normas de etiqueta. Su cuerpo necesitaba recargar las energías gastas y no eran pocas.

Al sentirse satisfecho fue directo a la sala de estar. Potter no estaba ahí.

El rubio lo buscó por todo el departamento para preguntar qué otra cosa había que hacer para la investigación, el aburrimiento lo estaba matando y lo único que podía hacer era ver el mapa mágico pegado en la pared, donde un punto con el nombre de Noah se movía de un lugar a otro.

Pasaron las horas y Harry no volvía, Draco se encontraba literalmente patas para arriba en el sofá, buscando una posición nueva en la cual morir de aburrimiento. Su cabeza colgaba de la orilla del sofá y sus piernas se encontraban subidas al respaldo del mismo, colgando del otro lado por lo largas que eran.

Se puso a tararear el himno de Hogwarts, sus manos tamborileaban el ritmo en su abdomen. Estuvo un rato así hasta que viendo que Harry no regresaría pronto; se levantó, y decidió inspeccionar el departamento. Vio toda la planta baja, husmeando cada rincón, buscando algo interesante con lo que entretenerse. Abrió todas las puertas que encontró, topandose en un momento con un baúl lleno de pociones: jugo de mandrágora, veritacerum, multijugos, entre otros. Cerró el baúl y siguió con su búsqueda. Comenzaba a frustrarse, no había nada con que entretenerse.

Estaba apunto de rendirse cuando una puerta al final del pasillo llamó su atención. Llego hasta la misma y pasó sus manos por la madera, sintió la mágica que la mantenía cerrada y eso hizo que tuviera más ganas de entrar. Puso su mano sobre el picaporte, dejando fluir todo su poder, introduciéndose en los engranajes y corrompiendo la magia del moreno, ahora que sus magias se encontraban íntimamente conectadas —sin que ellos se percataran—, les resultaba sencillo doblegar los hechizos del otro.

Abrió la puerta y entró al pequeño cuarto, estaba lleno de cajas con ropa femenina y gabinetes desbordando de papeles. Caminó hasta estar más cerca del pequeño escritorio, no tocó nada del polvoriento lugar, no quería dejar rastro de su invasión a la privacidad del moreno. El cuarto estaba impregnado de magia melancólica, toda esa esencia inundó el cuerpo del rubio, quien no pudo evitar hacer una mueca de tristeza, la magia invadía cada fibra de su cuerpo.

Miró a la pared detrás del escritorio, encontrándose con fotografías mágicas de Harry y la pelirroja, todas de navidad en el mismo lugar haciendo distintas caras o tonterías. En una la chica estaba trepada a la espalda del auror y abrazaba su cuello desde atrás mientras Harry trataba de mantener el equilibrio —ambos usaban suéteres y gorros tejidos, obviamente, por la Sra. Weasley—, lo cual no consiguió, porque al final salían de cuadro por la caída al suelo. Draco sonrió lastimosamente, la imagen inspiraba amor y alegría, pero la dolorosa magia que la rodeaba era palpable y le revolvía el estómago.

Siguió caminando hasta llegar a los gabinetes llenos de carpetas y tomó los que parecían haber sido revueltos recientemente. La abrió y comenzó a leer cada página, los informes de su interior contenían información de un caso sin resolver; se trataba sobre los movimientos raros en la economía de Londres, no había sospechosos, no había testigos, no había nada más que escritos de la comadreja menor. Con cada página que leía su letra se hacía cada vez más desastrosa, como si le temblará la mano al escribir. En las últimas, se destacaban lágrimas cesas en el pergamino, no sabía decir si eran del moreno o de la chica.

Parecía que la joven Weasley se encontraba paranoica, hablaba sobre teorías y "pistas" que según ella tenían una conexión, y esas mismas los llevarían a resolver un caso que —para cualquiera que leyera sus notas—, no tenía ni pies ni cabeza. La chica había perdido la razón y parecía que ello la había llevado a la muerte.

Se encontraba sumido en la lectura, intrigado por la información que estaba recibiendo, tomó otra carpeta y se puso a ojearla igual que a la anterior.

En el exterior, Harry ya estaba subiendo las escaleras que lo llevaban a su piso, sacó sus lleves y se paró para buscar la correcta entre todas las que tenía el llavero. Una vez las encontró, sostuvo mejor la bolsa de papel que llevaba en el brazo derecho.

El sonido de la llave girando dentro de la cerradura se hizo presente en el interior del departamento.







Cállate y obedece, Malfoy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora