12.

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—Potter ¡no pares! —gritó el rubio, echando la cabeza hacia atrás antes de corrirse y manchar el piso con su semen.

Harry se tiró sobre su espalda y besó su nuca al tiempo que salía de su interior. Todo el líquido blanco se deslizó entre las pálidas piernas.

—Estuvo genial —confesó el ojiverde, acariciando los brazos del rubio.

—Es la tercera ronda del día. Por favor descansemos un poco, Potter —pidió con la respiración pesada y las piernas temblando.

—Un Malfoy diciendo "por favor", en verdad estás cansando —se burló, nalgeandolo suavemente antes de separarse y limpiarlos con magia.

—Estás más caliente que una pava desde que cojimos por primera vez, Potter... —dijo aún tratando de recuperar el aliento. Se enderezó y levantó la mano hacia la puerta de la cocina—. Accio ropa —la ropa entró volando, pero la mano del moreno la tomó antes de que llegue a él. Draco se volteó, encontrándose con Harry aún detrás suyo.

—Tengo frío, me quiero cambiar —explicó, estirando la mano hacia la ropa. El ojiverde alejó las prendas de su alcance y lo acorraló contra la isla.

—Pues te doy calor —propuso, sentandolo sobre la fría superficie y besando su cuello.

—Recuerdas que tenemos un caso que resolver ¿verdad? —cuestionó, acariciando los rizos negros.

—Ya no importa el caso.

—De eso depende mi libertad, Potter -replicó, tirándole de los pelos para que lo mire—. Debemos seguir.

—Puedo pedir que te dejen vivir aquí —propuso, acercanse al rostro del rubio—. Estoy seguro de que si muevo los hilos correctos puedo hacer que te den prisión domiciliaria. No me negarán un capricho después de todo lo que hice... —rozó sus labios contra los del rubio.

—Entonces solo sería tu esclavo sexual, no sería libre.

—¿Eres infeliz ahora? —Cuestionó.

—No, pero no es lo mismo que tener la libertad de darte una patada en las bolas e irme si me da la gana —afirmó, mirándolo a los ojos—. Así que hay que seguir.

Lo apartó, se bajó de la mesada y le quitó la ropa de las manos. Harry miró cada movimiento que hacía para cambiarse, como el pantalón se deslizaba con delicadeza por las esbeltas y musculosas piernas; como abotonaba casi que sensualmente su camisa y ataba su corbata. El moreno había llegado a una conclusión: Draco era la sensualidad en persona.

El rubio salió de la cocina y Harry decidió que también debía cambiarse.

—Llevamos una semana de retraso por tus ataques hormonales. No podemos seguir así, hay que ver si encontramos otra pista —afirmó viendo el mapa.

—Tú mismo lo dijiste: no podemos avanzar hasta que Noah se quede en un solo lugar.

—Pero el desgraciado no se queda quieto y ni un patrón podemos sacar de sus movimientos —dijo, frustrado. El nombre de Noah se movía por las calles de Londres— ¿No habrá descubierto el rastreador y se lo puso a un gato?

—No, estas son las imágenes en vivo de los aurores que lo siguen día y noche —contó, mientras hacía levitar su tablet hacia él, quien la tomó con recelo.

—¿Qué es esto y cómo sabemos que es confiable? —cuestionó, dando vueltas el aparato en sus manos.

—Con cuidado Malfoy —ordenó acercándose a él, para actuar en caso de que se le caiga—. Es tecnología muggle mezclada con magia, mi magia. Por ende es infalible.

Cállate y obedece, Malfoy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora