16.

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La puerta afectada por la humedad despedía olor putrefacto; Draco arrugó la nariz al acercarse, Potter se paró a su lado y buscó su mirada, preguntando sin palabras si estaba listo. El rubio asintió decidido.

Tres golpes bastaron para que el poco ruido que se escuchaba dentro se detuviera en seco. Pasaron dos minutos y Malfoy volvió a tocar, esta vez el sonido de otra puerta abriendose y cerrándose de golpe se hizo presente en el interior.

—Intentará escapar —dijo Draco. El moreno pateó la puerta y esta le cedió el paso sin problemas.

Draco entró primero, estiró su mano al aire y rápidamente marcó el camino por donde se había ido. Caminaron por un largo pasillo, el papel de las paredes estaba rasgado, el piso crugia bajo sus pies y en la habitación del fondo se escuchaban las maldiciones a medio decir de una temblorosa voz. Draco abrió la puerta de golpe, dejando a la vista al hombre que buscaban; todo el cuerpo le temblaba y en sus manos sostenía una lata de arvejas sucia y oxidada.

—P-por favor, no volveré a meterme con nadie... Sólo déjenme ir... Desapareceré, lo prometo —suplicó, las lágrimas de desesperación mojaban sus mejillas y sus manos soltaban el traslador para unirse frente a su rostro en señal de súplica.

—Por tu culpa murió una compañera, debes pagar por eso —sentenció el moreno, acercándose.

Draco observaba la situación estando parado al lado de la puerta, algo en sus ojos brilló al conectar su mirada con la del hombre, un brillo que hizo retroceder a la gelatina humana.

—Eres... Tú... ¡No me hagas daño, por favor! —gritó tapándose los ojos y tirándose al suelo. Harry volteó con el ceño fruncido. Draco levantó las manos en señal de inocencia y el moreno levantó una ceja antes de volver su vista hacia el sollozante sujeto.

Esposó sus manos, sus pies y le quitó la varita; el hombre seguía suplicando y se negaba a mirar al ojigris.

El rubio susurró unas palabras levantando su mano, la casa vibró levemente, los escudos anti-aparición se habían roto. Draco estiró su mano hacia Harry, quien ya tenía bien agarrado al nuevo prisionero. El auror miró su mano, la cara pálida y de nuevo su mano; su semblante era serio y en sus ojos se podía ver sin necesidad de usar legeremancia que estaba procesando información, analizando la situación.

Finalmente tomó su mano y se aparecieron directamente en el ministerio.

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Draco mordía ansiosamente su labio inferior, sus ojos no se despegaban de la puerta que tenía en frente. Su respiración estaba levemente alterada y en su mente hacía veinte planes diferentes, veinte excusas para dar al moreno cuando saliera de la sala de interrogaciones.

Finalmente, la puerta se abrió, y segundos después apareció la silueta de Potter sujetando al hombre que habían estado buscando durante días. Draco lo miró ansioso, sabiéndo que estaba en problemas.

—Muy bien —dijo Moody caminando con su cojera hacia el sujeto—. Tú y yo vamos a dar un paseo por Azkaban —le susurró amenazadoramente mientras lo tomaba por el cuello y lo alejaba a rastras por el pasillo.

El rubio sintió las esmeraldas clavadas en él.

Alzó la vista, haciendo que el verde y el plata chocaran. Los ojos grises estaba tan endurecidos como los verdes orbes que lo miraban acusadoramente.

Estaba en serios problemas.

El auror no dijo nada, sólo lo tomó fuertemente del brazo y comenzó a caminar por el pasillo. El rubio hizo una mueca de dolor, el moreno estaba empleando demasiada fuerza en su agarre, pero no le diría nada, se negaba a darle la satisfacción de saber que podía hacerle daño.

Cállate y obedece, Malfoy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora