Historia de Irasue

Capítulo 9

Días después me encontré atrapada en una jaula de oro y seda. Mi padre estaba contento con la idea de una unión entre Toga y yo; mientras tanto, buscaba una forma de asesinarlo y acabar con esa idea absurda. Cada vez que lo encontraba en los pasillos maquinaba estrategias para tomarlo por sorpresa, pero era un perro viejo muy astuto. Siempre se encontraba acompañado por sus comandantes, o incluso por mis hermanos.

En teoría, nadie tenía el derecho de matarlo más que yo, su heredera, pero mientras los días pasaban me di cuenta de que la única forma sería con mucha paciencia, y tiempo. Los mareos iban en aumento, y me sentía muy mal físicamente. No tenía ni la más mínima idea de qué era lo que me pasaba, sin embargo, lo que sí sabía era que me evitaría cometer un asesinato próximo.

Mi Lord estaba feliz de tenerme por ahí. Solía llevarme a presenciar juicios todo el tiempo. No estaba muy segura de la razón, pero sospechaba que sus intenciones eran que aceptase ese matrimonio de buena gana al ver los beneficios de un pueblo controlado, e inspirarme a ser una buena líder.

Ese día me mandó a llamar otra vez para las salas del juicio. Yo me había presentado con pesadez, mi piel estaba húmeda y pegajosa, tenía los labios secos y me temblaban las manos. Mi vieja nana, la princesa Akira, me acompañaba esta vez. Tenía el cabello plateado, característico de nuestra familia, corto y peinado hacia atrás. Ella era una demonio muy, muy antigua; que la muerte no le parecía ser suficiente. Su piel era blanquecina y lisa como la porcelana, pero sus ojos eran grises y nublados. Se dice que no puede ver, pero siempre parece saber lo que pasa a su alrededor. Ella me cuidó de niña, y fue mi maestra, enseñándome matemáticas, leer y escribir, entre otras cosas. No salía muy a menudo de su biblioteca, así que verla me causó gran sorpresa.

­―Es un placer verla, mi señora ―la saludé con el tono más respetuoso que pude. Ella se giró hacia mí y curvó la comisura de los labios.

―Hum... no digas tonterías. Nunca es un placer verme, muchacha. Tu padre es el menos complacido, pero no tiene otra opción ―guardé silencio por un momento: quería pensar en una respuesta acertada para ella, finalmente me rendí.

―Si no le es útil algo me temo que es difícil que se complazca en ello ―ella rio y yo agradecí estar sentada. Su risa era como el alarido de una bestia marina.

―Siempre me gustaste, eres muy honesta para ese jueguecillo ridículo de cortesanos. Pero bien, es mejor la sinceridad que la petulancia. Me temo que a Kyro le duele que haya alguien mayor a él. Apuesto a que todo eso cambiará cuando seas Lady ―reprimí un suspiro. Lo que menos quería era convertirme en Lady en ese momento, pero sabía que terminaría pasando si mataba a mi Lord. Era una posición bastante contradictoria.

―¿Entonces se presentó para contrariarlo? ―pregunté. Efectivamente, me di cuenta de que él fruncía el ceño cada vez que miraba en nuestra dirección. Ella sacudió la mano quitándole importancia

―Claro que no, hay mejores formas de desperdiciar el tiempo. Quiero hablar contigo ―esto último me tomó por sorpresa, muchas veces teníamos pocos temas de conversación, y era bien sabido que ella solía poner incomoda a la gente.

―Claro, ¿de qué quiere hablar? ―se inclinó y bajó la voz, lo suficiente para que solo yo la oiga.

―Anoche tuve una visión sobre ti

La princesa Akira no era una demonio muy poderosa en cuanto fuerza, tampoco se imponía, de hecho, era de complexión muy delgada, y tal vez frágil, pero lo que la hacía tan valorada era su capacidad de ver el futuro a gran exactitud. Lores y Ladies de mi familia siempre la consultaban antes de una batalla importante, y siempre era fiel a sus predicciones. Era una de las razones por las cuales nuestro pueblo era tan próspero. Lastimosamente mi padre tenía la tendencia a no escucharla. Me incliné un poco más